En esta época del año el país
entero se alía para combatir al dengue, luchando juntos, armados de citronella,
insecticidas y variopintos repelentes contra los mosquitos. Yo le propongo a
mis queridas lectoras para unirnos en otra gran batalla para erradicar a una de
las plagas más antiguas de nuestro país: la mosquita muerta.
Para una mujer, no hay peor
suplicio en este mundo que tener que sufrirla a una mosquita muerta. ¿Por qué?
Porque nosotras sabemos que ella está ahí, agazapada bajo ese disfraz de “niña
bien y bien intencionada”. A nosotras no nos vende el cuento. Conocemos su
verdadera naturaleza. ¡El problema es que somos las únicas en notarlo! Todos
los demás se creen el cuento de que es la reencarnación de la Madre Teresa de
Calcuta en el cuerpo de Lady Di. Pero nosotras, las mujeres inteligentes del
mundo, no bajamos la guardia y nos bañamos de repelente para que la bicha ni
nos roce.
No se dejen engañar por su
apariencia de dulce e inofensiva, que este bicho no tiene nada de inocente.
Pero lo más dramático es que ellas logran engañar con una facilidad tremenda a
los hombres siempre desprevenidos y a las mujeres de buen corazón. Se muestran
tal cual damiselas en apuro, incapaces de dañar ni a una mosca, más buenas que
Lassie sedado y más noble que el Chapulín Colorado. Calladitas calladitas van
envenenando la sangre de sus insospechadas víctimas, para cuando la gente se
percata de su esencia nociva, el daño ya está hecho y las consecuencias son
irreversibles. Recién en este momento, cuando ya ha logrado su objetivo de
infligir daño sacando el máximo provecho, la “inocente” criatura revela su
verdadera naturaleza de predadora sexual y depravada moral.
Ellas vienen en todos los tamaños
y colores, ya sea disfrazada de
secretaria hacendosa o de mejor amiga, su apariencia inicial es absolutamente inofensiva. Ella no se presenta
como una potencial rival para poder pasar discretamente bajo el radar de su
víctima. Nada en su presencia amenaza. Su vocecita es dulce y apenas audible.
Sus ojos siempre están fijos en el suelo y por motivos más que obvios jamás de
los jamases y nunca de los nuncases se atreverá a mirar a sus víctimas a los
ojos. Sus comentarios son siempre buenos y justos. Ella pobrecita angá siempre
tiene una historia de llantos y lamentos que parece robada de la trama de
alguna novela de siesta. Ella siempre empieza su ataque colocándose en el rol
de prójima víctima.
Además de su lenguaje corporal,
su aspecto físico tampoco se presenta para nada amenazante. Si bien esconde una
vampiresa interior, su exterior es poco relevante. No es ninguna beldad y su
cuerpo no presenta señales de tuneo. Nada en ella delata su naturaleza de
predadora sexual. No esperen que se presente como una bomba sexy de alargues
platinados con bucles en las puntas, curvas sinuosas y voz de locutora
vespertina. Lo más probable es que tenga pinta de bibliotecaria, de pueblerina
inocente, de poca cosa.
Inicialmente se presenta como una
bienintencionada criatura, como un ser dulce y angelical, moralmente
intachable, esforzaaaada, cumpliiiida, educaaada, guaaapa, simpaaatica,
iluminada por Dios, entusiasta de la paz mundial y protectora de las ballenas y
recolectora de perros abandonados. Pero la realidad, es oscura, muy oscura.
Bajo esta piel de cordero yace una loba más peligrosamente seductora que
Shakira en minifalda. En el fondo hay una criatura maléfica, envidiosa, falsa,
hipócrita e imperiosamente necesitada de estropear la vida del prójimo.
La mosquita muerta jamás se
acerca a sus víctimas de manera directa. Ella siempre vuela en círculos a su
alrededor (algo que debería delatar su naturaleza carroñera). Primero se hará
íntima de algún miembro de su familia, o de algún amigo o incluso de su novia o
esposa. Se pondrá en campaña chupando la media, adulando, agasajando
sistemáticamente con regalitos y detalles y mostrándose siempre disponible para
dar una mano, hasta ganarse la simpatía de su víctima y de todo su círculo más
intimo. Pero recuerden queridos, ellas siempre tienen una agenda. Una vez que
ha invadido por completo todo tu medio ambiente no parará hasta lograr su
objetivo: controlar a todos, cautivar a la víctima y luego sembrar el caos.
Nadie se salva de su ataque voraz
y pernicioso ya que todos hemos sido víctima alguna vez en nuestras vidas de
este bicho endemoniado. Sus tácticas de reproducción maravillarían al mismísimo
Darwin por su efectividad. Armada de falsedades ella deja tras de sí la más
absoluta devastación. Créanme querida lectoras, la mosquita muerta es la más
letal de todas las plagas. Cualquiera que haya pasado por una lo puede
confirmar. ¡Creanme, es peor que el dengue mis honeys!
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