martes, 2 de abril de 2013

LA MOSQUITA MUERTA: PEOR QUE EL DENGUE!






En esta época del año el país entero se alía para combatir al dengue, luchando juntos, armados de citronella, insecticidas y variopintos repelentes contra los mosquitos. Yo le propongo a mis queridas lectoras para unirnos en otra gran batalla para erradicar a una de las plagas más antiguas de nuestro país: la mosquita muerta.

Para una mujer, no hay peor suplicio en este mundo que tener que sufrirla a una mosquita muerta. ¿Por qué? Porque nosotras sabemos que ella está ahí, agazapada bajo ese disfraz de “niña bien y bien intencionada”. A nosotras no nos vende el cuento. Conocemos su verdadera naturaleza. ¡El problema es que somos las únicas en notarlo! Todos los demás se creen el cuento de que es la reencarnación de la Madre Teresa de Calcuta en el cuerpo de Lady Di. Pero nosotras, las mujeres inteligentes del mundo, no bajamos la guardia y nos bañamos de repelente para que la bicha ni nos roce.

No se dejen engañar por su apariencia de dulce e inofensiva, que este bicho no tiene nada de inocente. Pero lo más dramático es que ellas logran engañar con una facilidad tremenda a los hombres siempre desprevenidos y a las mujeres de buen corazón. Se muestran tal cual damiselas en apuro, incapaces de dañar ni a una mosca, más buenas que Lassie sedado y más noble que el Chapulín Colorado. Calladitas calladitas van envenenando la sangre de sus insospechadas víctimas, para cuando la gente se percata de su esencia nociva, el daño ya está hecho y las consecuencias son irreversibles. Recién en este momento, cuando ya ha logrado su objetivo de infligir daño sacando el máximo provecho, la “inocente” criatura revela su verdadera naturaleza de predadora sexual y depravada moral.

Ellas vienen en todos los tamaños y colores, ya sea  disfrazada de secretaria hacendosa o de mejor amiga, su apariencia inicial es  absolutamente inofensiva. Ella no se presenta como una potencial rival para poder pasar discretamente bajo el radar de su víctima. Nada en su presencia amenaza. Su vocecita es dulce y apenas audible. Sus ojos siempre están fijos en el suelo y por motivos más que obvios jamás de los jamases y nunca de los nuncases se atreverá a mirar a sus víctimas a los ojos. Sus comentarios son siempre buenos y justos. Ella pobrecita angá siempre tiene una historia de llantos y lamentos que parece robada de la trama de alguna novela de siesta. Ella siempre empieza su ataque colocándose en el rol de prójima víctima.

Además de su lenguaje corporal, su aspecto físico tampoco se presenta para nada amenazante. Si bien esconde una vampiresa interior, su exterior es poco relevante. No es ninguna beldad y su cuerpo no presenta señales de tuneo. Nada en ella delata su naturaleza de predadora sexual. No esperen que se presente como una bomba sexy de alargues platinados con bucles en las puntas, curvas sinuosas y voz de locutora vespertina. Lo más probable es que tenga pinta de bibliotecaria, de pueblerina inocente, de poca cosa.

Inicialmente se presenta como una bienintencionada criatura, como un ser dulce y angelical, moralmente intachable, esforzaaaada, cumpliiiida, educaaada, guaaapa, simpaaatica, iluminada por Dios, entusiasta de la paz mundial y protectora de las ballenas y recolectora de perros abandonados. Pero la realidad, es oscura, muy oscura. Bajo esta piel de cordero yace una loba más peligrosamente seductora que Shakira en minifalda. En el fondo hay una criatura maléfica, envidiosa, falsa, hipócrita e imperiosamente necesitada de estropear la vida del prójimo.


La mosquita muerta jamás se acerca a sus víctimas de manera directa. Ella siempre vuela en círculos a su alrededor (algo que debería delatar su naturaleza carroñera). Primero se hará íntima de algún miembro de su familia, o de algún amigo o incluso de su novia o esposa. Se pondrá en campaña chupando la media, adulando, agasajando sistemáticamente con regalitos y detalles y mostrándose siempre disponible para dar una mano, hasta ganarse la simpatía de su víctima y de todo su círculo más intimo. Pero recuerden queridos, ellas siempre tienen una agenda. Una vez que ha invadido por completo todo tu medio ambiente no parará hasta lograr su objetivo: controlar a todos, cautivar a la víctima y luego sembrar el caos. 

Nadie se salva de su ataque voraz y pernicioso ya que todos hemos sido víctima alguna vez en nuestras vidas de este bicho endemoniado. Sus tácticas de reproducción maravillarían al mismísimo Darwin por su efectividad. Armada de falsedades ella deja tras de sí la más absoluta devastación. Créanme querida lectoras, la mosquita muerta es la más letal de todas las plagas. Cualquiera que haya pasado por una lo puede confirmar. ¡Creanme, es peor que el dengue mis honeys!

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