Las modelos
cumplen un papel muy importante en el mundo de la moda que va mucho más allá de
las pasarelas y los flases. Esas diosas de extraordinaria belleza, han servido desde
siempre no sólo de perchas para las delicadas creaciones de los diseñadores,
sino también los han inspirado como auténticas musas de la moda.
De hecho, el
papel de las modelos en la moda es tan importante, que en el año 2009 el
Costume Institute del Metropolitan Museum de Nueva York inauguró la exposición
“The Model as Muse: Embodying Fashion” (La Modelo como Musa: Personificando la
Moda). La misma, exploró la relación entre la moda y la evolución de los
ideales de belleza representados por estas mujeres que encarnan a la moda. La
muestra también abordó la influencia que han tenido las grandes modelos de la
última mitad del siglo XX en el diseño, la fotografía y las tendencias de moda.
Indiscutiblemente
las modelos son el principal reflejo del ideal estético de cada época. Década
tras década, sus formas, medidas, características y rasgos han ido cambiando
para adecuarse a los valores estéticos vigentes. A través de la fotografía, con
un simple gesto han sido capaces de resumir la actitud de su tiempo convirtiéndose
en musas no solo de los diseñadores sino de toda una generación.
Vale la pena
acotar que el simple hecho de ser modelo no la convierte en musa. Entre toda la
marea de mujeres bellas que han pisado las pasarelas y los sets del mundo de la
moda, pocas son las que verdaderamente han dejado huellas indelebles en ellas.
Desde 1945, cuando aparecen las primeras supermodelos, hasta nuestros días,
nombres como Dovima, Veruschka, Twiggy, Kate, Claudia, Iman, Naomi, Cindy,
Linda y Gisele han marcado su impronta en la moda. Ellas alcanzaron tanta fama
que ya ni requieren de sus apellidos para identificarse.
En una
entrevista a Karl Lagerfeld, para la revista Interview, la modelo Sigrid Agren
preguntó al Káiser, qué consejo le podría dar para convertirse en una
supermodelo. Su respuesta quedará para los anales de la moda: “Eso es muy difícil. No soy una chica, pero
para una supermodelo mi consejo es (golpeando la mesa con la mano): no hay
justicia. No se trata de que quieras ser una supermodelo, o de que tu madre
piense que eres cien veces mejor que Claudia Schiffer. Puedes ser una modelo
como tú, muy elegante y chic, o puedes convertirte en una especie de relaciones
públicas publicitaria como Heidi Klum. Puedes hacer lo que quieras, aunque no
está a tu elección. ¿Quieres saber cuál es el verdadero secreto? No se trata de
ser perfecta. Lo que una necesita es una cara que la gente pueda identificar en
un segundo. Por eso las chicas que eran famosas en los noventa pueden trabajar
todavía para publicidad. La gente conoce sus caras. Esa rubita rusa Sasha
(Pivovarova) tiene una cara que la gente puede recordar inmediatamente, en
cambio con otras modelos de hoy en día la gente piensa ¿es esta o aquella?”
El Káiser luego concluyó, golpeando nuevamente con ímpetu la mesa, que la
naturaleza te tiene que haber dado lo necesario, y lo necesario es tener algo
nuevo que aportar. Pero que el convertirse en supermodelo o ser una más del
montón es la cosa más injusta del mundo, pues no depende de una, ni de su
belleza, sino del fortuito hecho de tener ese algo indescriptible, como dirían
los franceses: ese je ne sais quoi.
Sin lugar a dudas,
el modelaje exige más que ser poseedora de una belleza arrebatadora, también se
debe contar con actitud, talento y un don especial para cautivar a la cámara.
Las modelos que logran esto se convierten en arquetipos estéticos de su propio
momento. Todas las tendencias propuestas por los grandes diseñadores, seguidas
por millones de mujeres gracias a las revistas de moda, fueron encarnadas por
los rostros y cuerpos de estas musas inmortalizadas por grandes fotógrafos como
Irving Penn, David Bailey, Helmut Newton, Peter Lindbergh, Oliviero Toscani,
Francesco Scavullo, Patrick Demachelier, Richard Avedon o Cecil Beaton. Ellas
son las musas de la modernidad.
Las primeras
modelos en alcanzar cierta fama aparecen en los años 20, pero éstas fueron
rápidamente reemplazadas por las actrices de Hollywood y las mujeres de la alta
sociedad, quienes con su encanto, elegancia y lujoso estilo de vida, dominaron
el ideal estético hasta mediados de los años 40. Recién tras la Segunda Guerra
Mundial e impulsadas gracias al “New Look” lanzado por el modisto francés
Christian Dior, las modelos empiezan a hacerse de nombre y convertirse en
celebridades, alcanzando cada vez más importancia creciente con el transcurrir
del tiempo.
La primera
modelo en ser reconocida por su trabajo fue Marion Morehouse, una modelo de los años 20 que luego se
convertiría en la esposa y musa inspiradora del gran poeta e.e. Cummings.
Además Marion fue la musa del fotógrafo Edward Steichen, fotógrafo de Vogue y
Vanity Fair desde 1923 a 1938 y considerado el padre de la fotografía de moda.
La fotografía de moda, desempeñó un papel clave en el crecimiento de esta
industria. Inicialmente las casas de moda y revistas contrataban a dibujantes
para que hicieran dibujos para los cuales posaban las modelos. En 1911, el
mundo de la moda cambió cuando Lucien Vogel, editor de las revistas “Jardin des Modes” y “La Gazette du Bon Ton” desafió a su amigo
Steichen a promover la moda como arte a través del uso de la cámara
fotográfica. El joven fotógrafo tomó unas imágenes de modelos vistiendo diseños
de Paul Poiret. Así nació oficialmente la fotografía de moda y desde entonces
la cámara y la moda irían para siempre de la mano. Al imponerse la imagen
fotográfica las modelos tenían que ser perfectas. Ya no había un dibujante que
mejorara su figura con retoques del pincel y por supuesto por entonces no
existía aún Photoshop. Las modelos
debían verse impecables y además cuidar de su postura, sus gestos y hacer
resaltar la silueta de las prendas.
En la década
de los 40 aparece la sofisticada modelo sueca Lisa Fonssagrives, considerada la primera supermodelo. A pesar de
que ella se consideraba sólo “una buena percha” su influencia en la moda fue
enorme. Sus 43 cm de cintura la hicieron la modelo ideal para promover el New
Look de Dior. Estuvo casada con dos fotógrafos de moda, el francés Fernand
Fonssagrives y por último el genial Irving Penn, quien la retrató en algunas de
las tomas más icónicas de la moda. En el 2008 el diseñador John Galliano,
diseñó una entera colección para Dior inspirado en esta fabulosa modelo,
confesando a la prensa que la idea de esa colección nació de una conversación
que había tenido años atrás con Irving Penn en la cual éste le hizo ver la
importancia de Lisa en su trabajo fotográfico. Lisa apareció en más de 200
portadas de Vogue y fue una de las modelos más importantes de los años 40 y 50.
Contemporáneas
a la Fonssagrives, fueron las icónicas modelos Suzy Parker, Sunny Harnett,
Dorian Leigh y la genial Dovima. Todas estas mujeres tenían un aspecto
aristocrático, increíblemente sofisticado y maduro, una característica común de
las modelos de la época. Ellas se veían como estilosos cisnes, transmitían la
esencia de lo elegante y cosmopolita haciendo que las mujeres las imitaran.
Para los estándares modernos serían consideradas demasiado angulares, snob y
algo mayorcitas. Pero en los años 50 ellas representaban el sumun de la elegancia
del mundo de la moda.
Las hermanas
Suzy Parker y Dorian Leigh Parker hasta
hoy en día personifican a la perfección la imagen de la sofisticación. Dorian
fue el primer rostro oficial de Revlon “Fire and Ice” y fue musa de fotógrafos
de la talla de Avedon, Beaton y Blmuenfeld. Fue una de las primeras en ganar
bien con el modelaje, llegando a obtener un sueldo anual de 300.000 dólares,
una fortuna para la época. Al retirarse abrió la primera agencia de modelos en
París. Era íntima amiga de Truman Capote, y se rumorea que el escritor se
inspiró en su cautivante personalidad para crear el personaje Holly Golightly
de “Breakfast at Tiffany’s”. Su hermanita Suzy Parker, fue la primera modelo en ganar más de 200 dólares
la hora y gracias a su altura, físico y impactante cabellera pelirroja fue aún
más exitosa que su hermana. Avedon se refería a ella como la más exigente y
complicada de sus musas. Además de inspirar a Avedon, fue imagen de Chanel y
gran amiga y musa de Coco, quien creaba para ella modelos exclusivos. Eran tan
buenas amigas que Suzy llamó a su hija Georgia
Belle Florian Coco Chanel de la Salle en su honor y le pidió que fuera su madrina.
Dorian Leigh |
Otra de las
supermodelos de los años cincuenta fue la perfecta Dovima, descrita por Avedon como “la última de las grandes bellezas
aristocráticas”, una descripción insólita para quien antes de saltar a la fama
era una sencilla ama de casa de Queens. A pesar de sus humildes orígenes todo
su aspecto exhudaba sofisticación, garbo y exotismo, aspectos muy importantes para
destacarse en el modelaje de la época. Tuvo una relación muy cercana con
Avedon, quien la inmortalizó en agosto de 1955 entre dos elefantes del Cirque
d’Hiver con el primer vestido de noche diseñado por Yves Saint Laurent para
Dior, una de las tomas más icónicas de la fotografía de moda de todos los
tiempos. Esta imagen es tan famosa que
algunas copias hoy forman parte del acervo del MET y del MOMA de Nueva
York. Otra copia fue subastada en el 2010 por 841.000 euros.
En los años
60, las modelos se volvieron ultra delgadas, más modernas y menos sofisticadas
Es la década de las minifaldas, la revolución sexual y la invasión
británica. Súbitamente el foco de
atención en materia de moda pasa de París a Londres con su nueva camada de
diseñadores, fotógrafos de vanguardia y musas jóvenes y rebeldes. Entre ellas se destacan Penelope Tree,
Twiggy, Jean Shrimpton y Veruschka.
Jean Shrimpton |
Jean
Shrimpton fue toda una princesa mod y el símbolo del espíritu de los tiempos del Swinging London, representando la
transición de la estética de dama de alta sociedad de las modelos de los años
50 hacia la imagen más juvenil y traviesa de las modelos de los años 60. Fue
apodada “the Shrimp” por el fotógrafo británico David Bailey, quien la tuvo de
amante y musa por varios años y junto a quien realizó imágenes que
transformaron la fotografía de la moda, con tomas más personales, conceptuales
y sensuales, en las cuales las poses eran más juguetonas, sueltas y naturales.
Si Shrimpton fue el rostro de los 60, Twiggy
fue el fenómeno de la década. Fue la primera modelo en alcanzar el estrellato
con la profesión, llegando incluso a lanzar varios productos con su nombre. Con
su 1.60 de estatura y escasos 41 kilos, cabello corto, pecas y luciendo
minifaldas y pestañas postizas tomó al mundo por sorpresa convirtiéndose en la it girl de la década. Diane Vreeland la
describió como la “la mini chica en la era de la mini”. Twiggy fue la primera
modelo en tener la apriencia waif o
emaciada debido a su extrema delgadez. Su imagen proyectaba la libertad
proclamada por los ideales de la década, cambiando por completo la imagen de la
mujer imponiendo la belleza andrógina como nuevo paradigma estético. Cuando
llegó a Estados Unidos en 1967 produjo una histeria semejante a la Beatlemanía,
llegando al punto que hubo que rescatarla en helicóptero de las calles de
Manhattan donde se vio perseguida por una multitud.
Una belleza aún más atípica fue la de Penelope
Tree, otra modelo y musa de los swinging
sixties. Fue una de las primeras modelos de belleza extraña y fuera de lo
convencional. Su fuerte personalidad y extraño físico hicieron la mezcla
explosiva que la catapultaría al centro de la escena de la revolucionaria moda
de los sesenta. En esta época la revolución llegó de la calle hasta apropiarse
de todos los estamentos: la música, el arte, la política, el sexo y por
supuesto también la moda. La imagen extraña, desgarbada, imperfecta y
perturbadora de Penelope Tree (que incluso se depilaba las cejas para acentuar
su extraño aspecto) representaba aquel movimiento de contracorriente que
existía en la sociedad, que intentaba redefinir los valores estéticos. En la
moda Mary Quant, Ossie Clark, Biba, Courreges, Cardin ya habían puesto patas
arriba todo lo establecido y con su atípica fisonomía de ojos saltones y
extrañas facciones, Penelope Tree ponía
patas arriba los ideales de belleza, poniendo al descubierto el magnetismo que
puede hallarse en la imperfección. Desde entonces la industria de la moda ha
destacado a aquellas modelos poseedoras esta belleza atípica y poco
convencional.
Una de las primeras modelos de altura estatuesca fue la imponente Veruschka. La condesa alemana Vera von
Lehndorff, a pesar de su magnética belleza, le fue muy difícil conseguir trabajo como modelo debido
a su 1.83 cm de estatura. Por entonces las modelos no eran tan altas como hoy
en día, pero Veruschka sería quien alzaría la vara. Veruschka también abriría
las puertas para la siguiente camada de modelos, mujeres con aspecto menos
frágil, de apariencia más fuerte, exótica, atlética y escultural. Pronto esta
Barbie con porte de Valkiria sería retratada para las mejores revistas de la
época. Incluso trabajó con Salvador Dalí en una producción fotográfica de Peter
Beard en Kenia. Llegó a ser lo suficientemente famosa como para interpretarse a
sí misma en el film de culto de Michelangelo Antonioni “Blowup” de 1966. En el
pico de su carreara llegó a ganar 10.000 dólares por día y se retiró en 1975
para explorar su lado artístico. Hasta hoy en día diseñadores como Tom Ford y
Michael Kors afirman sentirse inspirados por esta icónica modelo.
En los setenta se impusieron modelos más refinadas y glamorosas. La música disco del Club 54, los trajes de
corte masculino de Yves Saint Laurent y los sensuales diseños de Halston se
apoderan de la escena de la moda. En este contexto surgen modelos con rasgos
fuertes y bien definidos, cuerpos más atléticos y mayor altura. Aquí surgirían
modelos de apariencia mucho más fuerte que dejaban atrás la fragilidad de la
estética de los sesenta. Entre ellas se destacan Angélica Houston que luego se
convertiría en una exitosísima actriz, Lisa Taylor, Lauren Hutton, Marisa
Berenson y Jerry Hall.
Una de las modelos mejor pagadas y más fotografiadas de esta década fue la
aristocrática Marisa Berenson. Yves
Saint Laurent llegó a llamarla “la chica de los setenta”. Marisa tenía la moda
en la sangre, siendo la nieta de la genial diseñadora Elsa Schiaparelli. Su
primera aparición en Vogue fue de bebé ya que su bautismo fue retratado por
Irving Penn. A los 16 años fue retratada por primera vez como modelo para esta
revista, iniciando una carrera estelar bajo los lentes de Penn, Helmut Newton y
Richard Avedon. Luego se volcaría al cine, protagonizando películas del calibre
de Cabaret, “Barry Lindon” de Stanley Kubrick y “Muerte en Venecia” de Luchino
Visconti. Hasta hoy en día sigue muy vinculada con el mundo de la moda, siendo
musa y amiga de famosos fotógrafos, editores y diseñadores de la industria.
El rostro del look más glam de
los setenta sería el de la sensual Jerry
Hall. Fue descubierta a los 19 años tomando sol en Saint Tropez, adonde
había ido desde su Texas natal a buscar fortuna. De más está decir que la
encontró. Para los 21 ya había aparecido en 40 tapas de revistas y ya había
atrapado el corazón de Mick Jagger, líder de los Rolling Stones, con quien tuvo
cuatro hijos. Habitué del Club 54 y de la escena nocturna de los 70’s, su vida
fue tan glamorosa como su aspecto.
Lisa Taylor |
Otro ideal estético de la década, proponía un físico atlético cargado de
sensualidad. Modelos como Jerry Hall y Lisa
Taylor representaron los ideales de la revolución sexual, animándose a
fotos atrevidas, fuertes y cargadas de poder sexual. Taylor fue musa del transgresor
fotógrafo Helmut Newton y protagonizó las primeras campañas para Calvin Klein,
quien también la tuvo como musa durante los 70’s. Según Michael Kors, Lisa era
“la combinación perfecta de atlética y sexy, lo que constituye el prototipo del
look americano”. En un reciente artículo escrito por este diseñador para Vogue,
explica como ver una foto de 1976 de Taylor lo inspiró a convertirse en
diseñador.
En los setenta las modelos empezarían a ganar por primera vez cifras
siderales. En 1974 Lauren Hutton se
convirtió en la primera modelo en firmar un contrato de exclusividad con Revlon
por la cifra sin precedentes de 1 millón de dólares. Lauren también sería la
primera modelo de dientes separados en destacarse. A pesar de que le habían
recomendado corregir sus dientes separados, ella decidió quedarse con esta
imperfección pues la consideraba un rasgo característico suyo. Gracias a aferrarse
a la pequeña imperfección que la hacía diferente logró desafiar las
convenciones y transmitir autenticidad a su esencia, destacándose frente a
modelos más glamorosas y perfectas que parecían falsas. En 1974 Hutton fue
descrita como “el rostro fresco americano
de la moda.” Hoy a sus 68 años, las arrugas tampoco le frenan y sigue
modelando para importantes campañas, incluso fue retratada para la Tapa del
Milenio de Vogue como una de las “musas modernas”. En el 2005 fue retratada
desnuda y sin photoshop para la
revista “Big”, afirmando que lo hacía porque quería instar a otras mujeres a
que no se sintieran avergonzadas por su edad o el paso del tiempo. Un gesto
verdaderamente inspirador y digno de una modelo y musa.
Patti Hansen |
Cheryl Tiegs |
Otras típicas bellezas americanas de la época fueron las modelos Patti Hansen y Cheryl Tiegs. Hansen modeló para Calvin Klein y Revlon llegando a
tener más de 73 tapas de revista para los 23 años. El gran fotógrafo de la
época, Francesco Scavullo la adoraba y llegó a catalogarla como la Marilyn
Monroe de su época. Su carrera fue breve pero significativa, la abandonó
precozmente para casarse con el Rolling Stones Keith Richards, con quien tiene
dos hijas. Por su parte Cheryl representaba la típica “chica de al lado” o girl next door, con su contagiante sonrisa y apariencia dorada
y alegre. A pesar de haber sido retratada para revistas como Glamour, saltó a
la fama gracias a la tapa del Sport
Illustrated Swimsuit Issue de 1975. Posteriormente haría tres tapas más
para esta revista y el poster de 1978 en
el que aparece con un bikini rosa se convertiría en una imagen icónica de los
setentas. Su imagen de sensualidad contenida por la inocencia y belleza
californiana le ganaron la tapa de la revista Time como la “all american girl” y un contrato de 1.5
millones de dólares con la revista Cover Girl.
En los setenta el estándar de belleza empezó a incluir a mujeres de color.
Las modelos negras empiezan a destacarse y trascender las barreras del color.
Entre las modelos de color más famosas de la época se encuentra la creativa y
desafiante Grace Jones, luego
convertida en cantante. En 1974 Beverly
Johnson, se convertiría en la primera modelo negra en ser retratada para la
revista Vogue americana. Esta portada paradigmática cambiaría para siempre el
ideal estético de la moda y para 1975 los principales diseñadores de Estados
Unidos empezaron a trabajar con modelo afroamericanas.
Pero la reina entre las modelos de ébano de esta década es sin lugar a
dudas Iman. Esta espigada somalí de
porte real se convirtió en la primer supermodelo de color. Su primer trabajo
fue en 1976 para Vogue y al poco tiempo siguieron las más prestigiosas revistas
del mundo. Iman se convirtió en musa para los más importantes diseñadores del
mundo, incluyendo a Halston, Gianni Versace, Calvin Klein, Issey Miyake, Donna
Karan y en especial para Yves Saint Laurent. Éste último fue uno de los
diseñadores que más apoyó a las modelos de color, incluyéndolas siempre en sus
campañas y desfiles y ayudándolas a que se abrieran camino en el mundo de la
moda. Para Yves Saint Laurent, Iman era la mujer de sus sueños. Con su icónica
belleza, sus exitosísimos 14 años de carrera y status de celebridad, Imán
abriría las puertas para una nueva camada de modelos, las diosas de ébano y
marfil que ostentarían oficialmente el título de supermodelos.
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