Muy pocas mujeres tienen el coraje de admitir públicamente su verdadera edad, y quien más quien menos se saca algunos añitos de encima cada vez que algún buey corneta hace la pregunta del millón de dólares. Como ustedes ya saben, yo cumplo treinta todos los años y lo primero que hago el 1° de enero es memorizar mi nueva fecha de nacimiento para que nadie me tome desprevenida al preguntarme cuando nací. Mentir sobre nuestra edad es algo común a partir de los treinta y ni qué decir a los cuarenta. Yo estoy tan acostumbrada a mentir mi edad, que hasta me la creo.
¿Pero qué pasa cuando por más que mentimos ya nadie nos cree? ¿Qué pasa cuando ya naaadie te dice señorita? ¿Qué sucede cuando te tiran frases como: “las mujeres de tu edad” o “allá por tu época” o “cuando vos ERAS joven? Les querés hacer picadillo con gilette herrumbrado… como mínimo.
Una se siente de otoño en primavera, a lo Rubén Darío, quiere gritar: “¡Juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar no lloro y a veces lloro sin querer”. Y lo peor es que una llora por las malditas hormonas, llora por Lugo, llora por la aftosa, hasta llora con la publicidad de Coca Cola. Y luego, una prende la radio, y escucha a Arjona cantando: “señooora, no le quite años a su viiiidaaaa, póngale vida a sus años, que es mejoooor” y llora aún más. Le querés gritar a Arjona a todo pulmón: “¡Mentirooosoooo, dejá de robar que nadie te cree tu cancioncita patética!”
Por más de que te la endulcen, la vejez es un trago amargo para toda mujer glamorosa. Lo que pasa es que llega un punto en que una se da cuenta, de que si bien te mantenés regia, los años ya han hecho de las suyas en tu ser. Como dice mi tía Chechi: “Por atrás soy un monumento, por delante, ¡un mausoleo!” Los aeróbicos no quitan las arrugas y menos aún la pinta de vieja. Por esto es vital mantenerse joven no sólo por fuera, sino también por dentro. No dejen pasar más tiempo y ¡manos a la obra!
El primer paso en la lucha contra el marchitaje empieza obviamente por el físico. Para hacer frente a la edad con regitud, mantenerse esbelta es vital. La vejez hay que sudarla gota a gota. Decile sí al cardio, al pilates, al yoga, al power plate, al spinning, al running y de paso también al tunning. Complementá tu rutina de ejercicios diarios haciendo un pacto secreto con Bacchetta, quien te ayudará a deshacerte de todo aquello que no pudiste eliminar sudando.
La renovación de tu vestuario es otro paso esencial para lograr una apariencia juvenil. Actualizá tu look y vestite de acuerdo a tu juventud interior. Pero no abuses. Tampoco es el caso de que salgas a la calle vestida como una chirolera adolescente. Mantener un espíritu joven no significa que hagas una regresión a los 17. Eliminá de tu placar todo lo que huela y luzca a naftalina. Seguí disfrutando de la moda incorporando las tendencias actuales a tus fabulosos looks diario. Doná tu chancleta a la caridad y animate a trepar esas plataformas soñadas. Sacá de tu cabeza la patética idea de que si te caés te vas a romper la cadera y vas a ver que con cada paso que des vas a sentirte más fuerte dando, como canta Arjona, “pisadas de fuego al andar”.
Una vez que tengas bajo control el marchitaje de tu cuerpo y que hayas logrado perfumar de juventud tu guardarropa naftalinezco, ya podés empezar la tercera etapa: la regeneración mental. Esto quiere decir básicamente: ¡ACTUALIZATE! Mantenete informada para no delatar tu edad con tu ignorancia o tu léxico pasado de moda. Que nadie te pesque diciendo que fulanito es “muy buen mozo” o ponderarle a tu amiga diciéndola que está “re pituca”. Incluí en tus conversaciones temas de actualidad y renová constantemente tu vocabulario, porque believe it or not, las palabras también pasan de moda. Procurá incluir en tus conversaciones neologismos y palabras como nano, emo, facha, blogger, online, software, app, chat, cool, trance. De paso actualizá también la música que escuchás y hacete fan de Lady Gaga y de los Black Eyed Peas para que tu repertorio musical no se estanque en la nebulosa retro de Mocedades y Pimpinela.
Ya que entramos al tema de la actualización es FUNDAMENTAL que además de actualizar tu vocabulario, urgentemente te pongas en campaña para amigarte con la tecnología, porque nada dice “vieja” con más elocuencia que declararse a una misma como analfabeta tecnológica. Nada de dictarle a tu hija tus mails, ni de pedirle a tu secretaria que te conteste los mensajes de texto alegando que “las letritas son demasiado chicas”. Animate a ponerle fin a tu astigmatismo con la cirugía laser y cárgate las pilas para explorar el ciberespacio y todas las aplicaciones de tu iphone o BB como la digna mujer del siglo XXI que sos.
La cuarta etapa será la más importante de tu batalla personal contra el marchitaje. Esta etapa es la de la aceptación. NO tenés 15 años, ni siquiera 20, ni 30, y aunque no se te note, vos sabes que llegaste a los 40. Los años no pasaron en vano, y si bien perdiste muchas cosas, también ganaste muchas más. Fijate como llegaste: ¡REGIA y CON EXPERIENCIA! Hacé gala de tu experiencia. Hacé gala de que ya no sos una quinceañera tonta con pajaritos en la cabeza, sino una mujer hecha y derecha y dueña de sí misma. Exorcizate de todos aquellos preconceptos y recelos que tenés sobre tu edad. Empezá a vivir tus cuarenta no como te imaginaste que los vivirías (encerrada en una cueva llorando por tu juventud perdida), sino como sabés que tenés que vivirla: como aquella mujer joven y de espíritu vibrante que sigue habitando ese cuerpito desde hace décadas.
Una vez que tengas todo lo anterior bajo control, podés empezar la última etapa de la lucha contra el marchitaje: la celebración. ¡Celebrate a vos misma! Dejá de sufrir, dejá de shorar y empezá a sonreírle a la vida, que todo se ve más lindo cuando lo mirás con ojos renovados. Mimate, superá el miedo al cambio y cambiá de actitud. No es fácil llegar regia y digna a la cuarta década, por lo que cada día de tu vida tenés que celebrar tu triunfo. ¡No solo le has ganado la batalla a la gravedad, sino también a toda una sarta de preconceptos tuyos y ajenos sobre como tenés que verte y sentirte a los cuarenta! ¡Brindá con champagne por la juventud de cuerpo y espíritu, porque sos una auténtica campeona!
Celebrá tu rostro con cada marquita que lo surque. No las veas como arrugas, sino como hermosos signos de expresión. Son el testimonio de que siempre fuiste una mujer muy expresiva, que amó, lloró y rió a gusto durante toda su existencia. Celebrá cada marquita en tu cuerpo. No las veas como estrías o celulitis, sino como hitos de tu vida. Cada una de ellas son el testimonio de los cafecitos que tomaste con tus amigas, de los bombones que endulzaron tus días, y hasta de la mágica transformación que atravesaste cuando tus hijos crecieron en tu vientre. Recordá que la juventud es cuestión de actitud y el tiempo puede marchitar muchas cosas, pero jamás logrará mancillar tu actitud. ¡SALUD!
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