Mabel Arcondo fue una pintora autodidacta, nacida en Asunción en 1940. Su admirada obra pictórica, las difíciles circunstancias de su vida, su espíritu inquebrantable y la increíble entrega de amor y vida que hizo a terminar sus días la convirtieron en una especie de personaje mítico de la pintura paraguaya. Al respecto, su amigo Manolo Prieto comentó: “Caso singular este de Mabel, pues pocas veces antes la atención del público se había dirigido tanto a los aspectos puramente privados de la vida de un artista, como cuando de ella se hablaba. Mabel y sus circunstancias: una parálisis progresiva, una personalidad casi indomable, un círculo de amigos incondicionalmente afectivos, ser descaradamente del signo de escorpio.”
A los 17 años, una epidemia de poliomielitis la ataría por el resto de sus días a una silla de ruedas. La enfermedad la hizo atravesar una serie de pruebas extraordinariamente difíciles para una adolescente: prolongadas internaciones en las cuales era sometida a incómodos y dolorosos tratamientos, días de soledad e ilusiones rotas coronados por la intolerable angustia de la inmovilidad.
Pero frente a estas duras pruebas triunfa su espíritu. Sus ganas de vivir, su inagotable imaginación y aquel pincel que sostenía dificultosamente con una mano y dirigía con la otra salen al rescate. En su obra teje un mundo de sueños, de fantasías, de magia, de poesía, en los que siempre se puede encontrar un rastro de aquella niña que no se dejaría vencer por las adversidades.
Para una muestra realizada en su homenaje en la Galería de Pintura naif y Arte primitivo Ysanne Gayet en octubre de 1993, el maestro Livio Abramo escribe: “Y con Mabel, el arte. El arte, que fue para ella no sólo la realización de una natural tendencia como también un medio de liberación y de afirmación de la vitalidad de su espíritu. Mabel supo encontrar un canal de evasión que es el arte, volcando en él toda su fina sensibilidad enriquecida con los elementos que su extensa cultura le ofrecía como complementación de su lenguaje expresivo. Y como convenía a ella, su arte es toda reminiscencia, connotaciones con lo inconsciente. Fantasía y misterio matizados por un raro y extraño sabor a cosas de infancia. Esto es lo que presta particular encanto a su pintura: la ingenuidad, sin embargo muy refinada, de la forma comentada por el sapiente, dramático y muchas veces irreal colorido. Colorido que es, en la pintura de Mabel, su más madura y significativa conquista plástica. De sus cuadros emana siempre un significado recóndito, simbólico, que podemos hasta calificar de superreal, en un ejemplo casi único en el arte paraguayo”. (“Diccionario de las Artes Visuales del Paraguay”; Lisandro Cardozo, 2005.)
Su enfermedad tampoco socavó su sentido del humor y sus ganas de vivir lo más intensamente posible. Mabel era un personaje fijo en las tertulias artísticas de la época, muchas de las cuales se realizaban en su propia casa. Todos la recuerdan con cariño, siempre dispuesta a ayudar a sus colegas pintores y a abrir las puertas de su casa para una partida de bridge o una noche de fiesta. Mabel en cierta ocasión expresó: “Lo más lindo que tienen algunas personas es la manera absolutamente generosa de darse”. En toda su vida, la misma Mabel se mantuvo fiel a este lema; pero fue al final de su existencia, cuando realizó su más generosa entrega.
En los últimos años de su vida el trabajo de Mabel se volvió especialmente intenso y fértil. A la renuncia que le imponía su enfermedad a tantos aspectos de su realización como mujer, Mabel supo contrarrestar con esperanza. Ella no se resignaba a vivir a medias, quería vivir, pero en mayúsculas y que su existencia no se limitara al ver al mundo a través de una ventana. Mabel soñaba con casarse y sobretodo guardaba en su interior un enorme anhelo por tener un hijo. Al respecto, su gran amiga Lucy Yegros recuerda: “Cuando yo estaba embarazada, ella a veces me decía, medio en broma y medio en serio: ¡No me vengas a visitar, no te puedo ver así que te tengo envidia por tu panza! Y yo le contestaba que ella también algún día tendría un hijo; y lo tuvo. Para mí, su hijo Daniel es su obra maestra.”
A mediados de los años setenta, Mabel conoció al artista Rubén Milessi, quien se convertiría en su pareja y la ayudaría a hacer realidad el gran sueño de su vida: ser madre. Pero así como lo fuera todo en la vida de Mabel, la maternidad no le sería fácil. Debido a su enfermedad, los médicos se opusieron al embarazo. Le advertían que éste pondría en peligro su vida y le recomendaban el aborto. A pesar de todas las advertencias, ella estaba dispuesta a asumir el riesgo a fin de completarse como mujer extendiendo su vida en otro ser. Su respuesta fue firme: “Yo quiero dar una vida entregando la mía.”
La maternidad largamente imaginada fue poblando sus lienzos con aquel hijo soñado. Pero tal como habían pronosticado los médicos, su embarazo y el nacimiento de su hijo Daniel conformarían el último capítulo de su vida. El 3 de junio de 1976 pudo conocer el rostro de Daniel y ver cumplido su sueño de ser madre. Al poco tiempo su salud se deterioraría con una embolia pulmonar que la llevaría a su temprana muerte a los 36 años.
Más la historia de Mabel y Daniel no termina aquí. Algo que Mabel no podría haber sabido, pero que podemos aventurarnos a pensar que soñaba, era que su hijo seguiría sus pasos en el arte. El fin de la vida de Mabel, significó una entrega enorme, una muestra de amor en su expresión más pura. Significó, tal como ella lo había profetizado, dar su vida por una nueva: la de su hijo, el artista Daniel Milessi.
Daniel Milessi actualmente es un joven artista y diseñador paraguayo que trabaja con medios digitales. Ha participado en importantes muestras y su obra ya ha sido premiada en varias ocasiones. En el 2003 fue Premiado con el 2° Premio del Salón de Arte La Nación por su animación “Yasururú Sororó” y en el 2005 con el prestigioso premio Henri Matisse por su video “Escargots”.
Daniel fue criado por su tía María Eugenia Ratti de Auad, prima hermana de Mabel, quien la acompañó en sus últimos días. Queña, como conocen a María Eugenia, adoptó a Daniel y le proveyó de una fuerte imagen materna y todo el cariño de una madre, manteniendo siempre vivo el recuerdo de su querida prima y amiga. Queña le contó desde chiquitito quien era su mamá, cómo era y le fue narrando numerosas historias y anécdotas sobre ella. Así Daniel creció con una madre muy presente y otra madre idealizada, tejida en sueños y envuelta entre mitos y leyendas.
Sus padres adoptivos le siguieron vinculando a todo lo que era el mundo artístico y cultural, alentándolo a que siguiera los pasos de su madre en el arte. Para Daniel crecer con el mito de su madre significaba también la necesidad de conocer cómo era su madre en realidad. “Yo tuve una mamá que me cuidó, que significó una figura materna muy fuerte, Queña, y otra que conformaba una figura materna todopoderosa, que era Mabel. Crecí con una mamá idealizada y de alguna manera esto a mí me vinculó a lo que es mi carrera artística. Yo creo que me encuentro mucho con ella cuando trabajo artísticamente. De alguna manera me encuentro con ese espíritu de la creación. Como dice mi mamá Queña, la sangre no es agua. Si bien tuve mucho apoyo con la cuestión cultural por parte de mi familia adoptiva, la carrera artística fue una elección propia.”
Al comienzo el arte le produjo cierto rechazo a Daniel, pues se sentía muy presionado a seguir los pasos de su madre, y ante esta situación adoptó una actitud de rebeldía frente al arte. Cuando su ex esposa emprendió un trabajo de catalogación e investigación de la obra de su madre, Daniel tuvo la oportunidad de conocer más a fondo su trabajo, su proceso pictórico, conocer cuadros que nunca antes había visto y que le llegaron mucho, como su serie de obras oníricas, con las cuales se sintió muy identificado. El retomar la obra de su madre, fue el primer paso que lo llevaría a hacer las paces con el arte. “El propio hecho de ser adoptado lleva a uno a estar latente de sus raíces. Aunque uno haya sido súper bien contenido y cuidado, y haya vivido un ambiente familiar fantástico, de alguna manera uno siempre tiene en su interior una especie de búsqueda personal para encontrar las raíces propias.”
Otra experiencia fundamental que sirvió a volcarle definitivamente en el camino del arte fue el conocer a Danielle Covo, compañera de su madre en el hospital, quien de alguna manera mantenía el secreto de todo lo que era su mamá. Danielle también fue víctima de la epidemia de poliomielitis y compartió con Mabel una gran amistad. A pesar de la distancia siempre se mantuvieron en contacto escribiéndose cartas muy emotivas. Daniel y Danielle se contactan primero por email y cuando Daniel fue gana con el Matisse una beca para viajar a París, tiene la oportunidad de conocerla en persona. “Mi nombre viene de ella, me lo puso mi madre en honor a la relación que tuvo con ella. Fue muy fuerte conocerla. Como ella es psicóloga y sobreviviente de la poliomielitis me contó lo que fue para ellas atravesar toda la experiencia del hospital. Me contó lo que era el tratamiento y la terapia para la polio en la época, que era algo tenebroso. No podían abrir las ventanas del hospital, las colocaban desnudas en un giroscopio y las hacían girar frente a todos los estudiantes de medicina. Fue una experiencia súper dura. Hablar con Danielle fue como conocerle a mi mamá, porque su experiencia en el hospital fue exacta a la de mi mamá. Fue súper removedor. Allí me di cuenta del esfuerzo sobrehumano que hizo mi madre para trabajar.”
Pero ya desde sus primeros contactos por e-mail, la expectativa de conocer a Danielle Covo ya había tenido algo que ver con su obra. “El primer vínculo que tuve con Danielle, fue por mail antes de viajar a Francia y ella me había hablado en uno de sus mails de comer una sopa de caracoles clásica francesa cuando nos encontráramos. De alguna manera los caracoles tenían algo que ver con esto que es mi mamá.” Así surge la obra “Escargot”, en la cual filma a dos caracoles que se acercan y se van entrelazando, dando la ilusión de estar teniendo sexo. “Filmé a los caracoles por dos horas y luego le agregué la cuestión de la necesidad de mujer que tenía mi madre, y adapté el video como si fuera una película del ‘76 año en el cual nací y lo musicalicé con un tema de la época: “Je t’aime moi non plus” de Serge Gainsbourg. Así fui armando una fantasía en video de los últimos años de vida de Mabel. Con esta obra gané el Matisse y esto de alguna forma me llevó a reencontrarme con mi madre.”
Si bien el tema de su madre fue importante para reconciliarse con el arte y para aprender su propio lenguaje, en su obra, Daniel aborda diversos temas. “La obra de Mabel no es muy accesible para la nueva gente interesada en el arte, pero sí para la vieja guardia para quien Mabel es una figura emblemática. Estamos hablando de una artista que está en museos de arte latinoamericano al lado de grandes artistas como Frida Kahlo. Creo que yo debería reivindicar su trabajo a través de mi trabajo y con mi propia óptica. Cuando no hablo de ella en mi obra y abordo mis propios intereses personales, de alguna manera le estoy haciendo justicia porque ella terminó su vida para que comience otra nueva, y ésta otra no tiene que estar tan atada a ella. Creo que estaría muy orgullosa de mí por tratar mis propios temas. El tema del sufrimiento de la mujer paraguaya está muy presente en mi obra. Aunque ella no haya sido una campesina, de alguna manera Mabel mostraba el carácter de la mujer paraguaya, su sufrimiento y esas ganas de superarse.”
La reunión con Danielle también le inspiró para hacer un archivo fotográfico que este año se va a materializar. “Planeo abordar los mitos y leyendas de Mabel Arcondo, pero mostrados a través de la fantasía de la imagen. La muestra seguirá dos rumbos. Uno que abordará su obra y otro que abordará su vida. En la muestra convergerán fotografías mías y todo lo histórico que tengo de mi madre, cartas, cuadernos, fotografías familiares acompañados de un montaje en video y una muestra de su obra y su vida. Es un proyecto mucho más personal que artístico. Es la visión de un artista sobre otro artista, pero va más allá de esto, es una búsqueda del hijo a la madre.”
Otro de sus proyectos es el de abrir una residencia artística, que este año se hace realidad con la Galería Planta Alta, trabajando en coordinación con otros países y otros espacios. “El Proyecto nace del centro cultural de España en Sao Paulo, quienes armaron una red de residencias, y como parte del cierre de las actividades de este centro, se pasa el poder gestionante a los propios espacios. Recientemente viajé a Lima a la reunieron los 24 espacios para decidir el futuro de esta red y ver como sostener un trabajo de autogestión que de alguna manera profesionalice al artista, al curador y al investigador. En cierto modo, este proyecto también es una manera mía de homenajear a mi madre, quien siempre recibió y apoyó a muchos artistas.”
En sus últimos meses de vida, Mabel soñó mucho a su hijo y lo pintó en varios cuadros. Hoy quien la sueña es Daniel. “Yo la sueño todo el tiempo. Nuestra relación se basa en sueños. En sueños he hablado con ella, he caminado con ella. Incluso me la describieron como un ángel cuidándome y esto me hizo dudar que fueran solo sueños. Siempre la siento como un halo protector alrededor mío. El hecho que ella haya entregado su vida por la mía significó un enorme peso encima de mí. Hoy le diría gracias por esperar, porque fue largo el proceso hasta llegar no solo a ser artista, sino también a convencerme de que debía reivindicar su trabajo.”
2 comentarios:
Muy buen comentario, Valeria, y necesario.
Gracias Fernando! La verdad que me encantó hacer esta nota!
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