Las instalaciones de Mónica González, de contextura minimalista, se caracterizan por su frescura visual, sus siempre presentes tintes irónicos y principalmente por la lucidez de pensamiento que las envuelven. A través de un proceso, que según la artista, es primordialmente intuitivo, genera obras que instan a reflexionar sobre temas vitales y actuales. El tiempo ha demostrado, que muchas de ellas llegan incluso a penetrar el umbral de lo visionario. Estas no son meras casualidades. Todo artista conceptual debe trascender lo obvio; parafraseando a Kandinsky: debe ser el primero en observar los fenómenos que ocurren más allá de los lindes de su sección, generando nuevas perspectivas y convirtiéndose en un profeta para los que lo rodean. No en vano el arte moderno se origina con las llamadas “vanguardias artísticas”. Los artistas son “la primera línea de avanzada en la exploración y el combate.”
La propia artista afirma que con sus obras intenta proyectarse a futuro. En 1997, cuando el tema del agua aún no atraía la atención que goza actualmente en el mundo del arte, donde en años recientes se ha convertido en tema de importantes bienales internacionales, ella ya lo estaba explorando en su obra “El Arroyo”. Esta obra ilustra a la perfección la intuición que imbuyen sus planteamientos, ya que más de 12 años después, la misma sigue recorriendo el mundo participando en las más importantes bienales del mundo.
Te formaste con prestigiosos artistas locales e internacionales. ¿Cómo te influenciaron como artista?
Yo creo que todos ellos me inspiraron. De chica iba todos los sábados a la casa de Edith Jiménez. Ella era muy ceremonial a la hora de trabajar. Lo hacía gozando y era un placer verla. De verla creando yo saqué ese placer de hacer arte. Livio Abramo, en cuyos talleres de grabado participé, era un maestro silencioso. Él era una gran presencia en el taller, pero nunca nos dio una instrucción. Era un ser maravilloso que me marcó como un ejemplo de vida y enseñanza. Con Olga Blinder yo ya estudié de grande. Hice con ella todos los talleres del IDAP. Cuando ella me preguntó si había asistido a Bellas Artes yo le contesté que nunca había tenido una formación académica. Ella me respondió a su más puro estilo diciéndome: “Que suerte.” Olga me hizo sentir segura en mi vocación de dedicarme al arte.
¿En tus inicios que fue lo que te llevó al arte?
Mi padrino es Michael Burt, que es el primo de mi madre. Como se criaron juntos, mi madre siempre lo acompañó mucho en su carrera artística. Conservo miles de recuerdos de su presencia en mi vida cuando yo aún era muy chiquita. Una vez me invitó a uno de sus happenings, pero como mi madre consideraba que yo era aún muy chica no me dejó ir y hasta ahora recuerdo lo mucho que lloré. Por suerte mi madre me llevaba a todas sus exposiciones, así como también a todas las muestras del grupo de artistas que eran amigos de mi tío. El mundo del arte siempre estuvo muy presente en mi vida.
¿Cómo empezaste a valerte de la instalación como medio expresivo?
Todo surgió con una obra que llamé “Puntos de Vista” para la cual pinté 19 paraguas con aerógrafo, armando una especie de nube con ellos que luego colgué del techo. Luego dibujé la obra desde varios puntos de vista distintos y así en cada dibujo se veía algo diferente. Ahí me di cuenta de que lo que me encantaba era el espacio y todo lo tridimensional. Esta fue mi primera obra conceptual, pero surgió como algo muy espontáneo y natural.
¿Cuál fue tu obra más visceral?
Definitivamente la obra “Mujer Pilar del Desarrollo Economista Malabarista”. Considero que soy un pilar malabarista como la mayoría de las mujeres. Esta obra la hice el mismo año en que nació mi hija Camila. A mí me impresionaba mucho el peso que caía sobre todas las madres y los elementos en común que teníamos en todas las latitudes. Desde una princesa como Lady Di, que tenía dolor de espalda por alzarle upa a su hijo, así como yo que también tenía dolor de espalda por el mismo motivo, así como también una madre del campo. A esta obra le di un valor claro. El trabajo doméstico, aburrido, pesado y reiterativo está a cargo de la mujer, junto con muchas otras tareas más fundamentales y tal vez menos visibles y apreciadas. Éste trabajo doméstico está unido al rol administrativo y de mediación que tiene la mujer en la familia. La mujer es el pilar de la familia y a la vez de la sociedad. Mi sueño es que esta obra se reconozca y se difunda más, porque sé que muchas mujeres se identifican y relacionan con ella.
Los Guardaespaldas, obra de 1999 es una obra con una significación actual muy importante, al punto que hasta podría llamarse profética. ¿Qué me podés decir al respecto?
Yo soy muy intuitiva y tiendo a proyectarme a futuro en mi obra. En ese momento en Asunción se estaba empezando a ver la situación de que se tuvieran que contratar guardias privados por motivos de seguridad. Gustavo Beckelmann siempre me dice que los artistas somos los canarios de la sociedad. En los submarinos y en las minas siempre se llevaban canarios, ya que cuando decrecía el nivel de oxígeno eran los primeros en morir. Servían de alerta. Los artistas también cuando falta oxígeno somos los primeros en darnos cuenta.
¿Qué características considerás que tiene que reunir una buena instalación?
Como cualquier obra debe emocionar a un buen número de personas; además debe contener un juego de elementos que permita que la obra sea abierta, de manera que el espectador complete la obra con su propia experiencia.
¿Cómo definirías a tus instalaciones?
Tal vez como minimalista. Yo soy muy minimalista, me gusta decir mucho con poco.
Fuiste invitada a participar en numerosas Bienales alrededor del mundo. ¿Cómo fueron estas experiencias?
La primera vez que fui invitada a la Bienal de Venecia fue la primera vez en mi vida que me sentí del tercer mundo. Nuestro predio era como un ómnibus al medio día. En las Bienales siguientes aprendí a no compararme con artistas que provienen de países donde hay un inmenso apoyo a las artes, países como Brasil que hasta tienen pabellones propios construidos por el Estado en las principales bienales del mundo. En las bienales el artista es una especie de embajador de su país. En los últimos tres años fui a tres bienales con “El Arroyo”, una obra mía que últimamente viaja más que yo! Con ella participé en el Festival de Medellín de 1997, la Bienal del Mercosur de 1997 en Porto Alegre, la Bienal de Venecia del 2005, la Bienal del Fin del Mundo del 2007 en Ushuaia y en la Bienal de Curitiba y la Trienal de Chile de este año.
Contame más sobre “El Arroyo”.
“El arroyo” es una obra muy poética que siempre produce un encantamiento en las personas. En 1997, cuando la creé, el problema del agua aún no se sentía tanto como ahora. No era un tema tan acuciante como hoy en día. Actualmente, el tema del clima, del medio ambiente y del agua es un tema considerado muy importante en la vida de las personas y por supuesto también en la obra de los artistas. Para hacerla, me inspiró el libro “Ycuá”. Este libro me trasladó a mi infancia. Un tío mío tenía una quinta donde había un hermoso Ycuá. De niños tomábamos esa agua con las manos, el lugar era precioso y me encantaba el hecho de tomar el agua directamente de la tierra. El agua era también un bien colectivo y totalmente gratuito que no se vendía como ahora. Cualquier vecino podía venir a pedir un vaso de agua o llevar agua del Ycuá. En la última Trienal de Chile utilicé 3000 vasos de agua para armar esta instalación que simula un arroyo.
¿Qué buscas decir o transmitir con tus instalaciones?
Yo solo expreso una situación de algo que está ocurriendo en mi entorno. No intento hacer propaganda ni ser dogmática con mi obra. No intento enseñar nada a nadie; nada más reflexiono sobre algo haciendo un comentario sobre lo que observo y siento alrededor mío.
1 comentario:
Señora Valeria su comentario fue agregado al espacio de Mónica González en www.portalguarani.com - enlace: http://www.portalguarani.com/obras_autores_detalles.php?id_obras=2985
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