Las mujeres, somos luego naturalmente alteradas. Nos encanta
complicarnos la vida y somos capaces de ahogarnos en vasos de agua, enredarnos
con detalles irrelevantes y convertirnos en seres endemoniados simplemente
porque las cosas no salen como esperábamos. Pero definitivamente alcanzamos nuestro estado más
crítico cuando nos convertimos en futuras esposas. Parece luego que al acercarse
el día D nos convertimos todas en demoñas alteradas. Si somos ya densas en el
día a día, ¡imagínense cuando estamos en vísperas de nuestras bodas! Ahí directamente entramos en plan turbo.
Dios bendiga a todas esas pobres almas que se cruzan en
nuestros caminos en esas épocas “endemoñadas” (léase peluqueros, maquilladores,
diseñadores, decoradores y todos esos prójimos que tienen que lidiar con
nosotras en nuestras vísperas de bodas. ¡POBRECITOS! Mi corazón late por ellos…
Es que las bodas, no sé por qué regla de tres, logran
despertar en todas nosotras a un monstruo interno que ha sido apodado
internacionalmente “Bridezilla”, o sea,
la novia endemoniada.
Se recuerdan de aquella película en la cual unos el adorable
Gizmo al mojarse se convertían en temibles Gremlins? Así mismo es la
transformación de Novia a novia endemoniada. Las Bridezillas son mujeres que antes de
recibir el anillo de compromiso eran verdaderos seres de luz y de paz pero que
luego de colocarse la roca al dedo quedan convertidas en criaturas dignas del cine de terror.
La primer señal de alerta de que se está gestando una futura
bridezilla es cuando la novia, ni bien su novio le propone matrimonio, antes de
llamarle a contar ni siquiera a su mamá, ya agarra el celular y le llama
volando a su maquilladora para reservar turno. No hay indicio más claro de que
esta novia estará próxima a psicotizarse a medida que pasen los meses.
Antes de su casamiento, las Bridezillas entablan una
relación íntima con el drama. Todo les altera. TO-DO. Si una nubecita osa asomarse al cielo empieza
a hiperventilarse y a gritar como una desaforada “SE VIENE UNA TORMENTAAAAAA” y
es ella quien empieza a inundar el predio con sus lagrimones. Son capaces de
desmayarse si las servilletas marfiles que le encargaron al decorador, tienen
dos tonos más de lo que vieron en la foto. Y empiezan a analizar a la
servilleta como si fuera un cuadro renacentista para encontrar todas las fallas
imaginables ante la mirada atónita del decorador.
La principal víctima de las bridezillas son sus prójimos
diseñadores de moda. Pueden ser los más tops del mundo mundial, pero ellas
siguen inseguras y dudando de su talento. Los torturan con pruebas y preguntas
ridículas sobre la opacidad o el brillo del canutillo. Como están híper
ansiosas confunden un poco el rol del diseñador y a veces lo toman por
psicólogo, otras por asesor de imagen y etiqueta/protocolo y ceremonial y
finalmente por cirujano plástico. Porque no solo pretenden que el vestido le
quede lindo….sino que también les adelgace, le agrande y levante las lolas y le
reduzca la panza y las caderas. Santos
Hombres y mujeres de la costura que tienen que lidiar con estas demoñas. ¡No se
las deseo a nadie!
Otra de las características de las bridezillas es su
constante cambio de humor. Un día amanecen sencillitas queriendo casarse con
camelias blancas en la cabeza, y al día siguiente amanecen originalísimas
queriendo casarse con plumas de cacatúas africanas. Y al tercer día ya están
todas enredadas e indecisas y ya no saben lo que quieren. Cuando están
indecisas no hay decorador, modisto, maquillador, chef ni wedding planner que las aguante. Que
blanco, que no celeste, que mejor blanco siqué, y que decís si en vez de blanco
y celeste ponemos azul mbaé, o mejor sería verde musgo????? Follaje o rosas blanca, torta bombón de
chocolate o de merengue frutilla, champagne o espumante…. Toda decisión se
vuelve un interminable debate y finalmente termina confundiendo a todo el mundo
y por supuesto luego llega el gran día y había sido que nada luego era como
ella quería. Ahí empieza a hiperventilar de vuelta porque todo está al revés. Y
empieza a criticar a diestra y siniestra absolutamente TODO.
Como se alteran tanto, las bridezillas terminan siempre psicóticas
y enloqueciendo a toda su familia, amistades y proveedores. Afortunadamente, siempre
hay una amiga con Solpan en la cartera
que no duda en darle un poquitito para que” se calme” (y que de paso deje de
rompeeer).
Finalmente, al quedar sedada, aquella turbulenta criatura que
pretendía que el vestido de novia le adelgace, que el maquillador le haga la
plástica y que el decorador recree el castillo de Windsor con un presupuesto de
cumpleaños infantil, se convierte en un voladísimo ser de luz al cual ya nada
le altera ni le turba. Tras el solpán y el sí quiero, ya todo vuelve a la normalidad
y el demoño nupcial interno desaparece y viven felices para siempre. FIN….
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