viernes, 20 de febrero de 2009

DIVORCIO: DE LA PRÁCTICA A LA PERFECCIÓN

¡RIIIINGG! (Suena el teléfono con insistencia hasta que la chismosa de turno lo atiende)
- Te enteraste que se divorció fulanita.
- ¡Queeee! No te pueee-do cre-eerr!!
- ¡Como que no podés creer! Yo hace rato que lo veía venir… ella luego andaba taaan dejada….
- Si…. La verdad es que no le atendía luego a su marido…

Y así siguen las lenguas TRI-PERINAS su chismerío y empieza a divulgarse con múltiples acotaciones y suposiciones la triste noticia de otro matrimonio fallido. Inefablemente todo es pintado con los tintes más sombríos y los tonos más lastimeros. Me gustaría darle un shut-up manual a esas boquitas ácidas que creen saberlo todo y se empecinan en hacer uso del venenito que llevan por saliva para transformar al divorcio en una tragedia. Siempre buscan apuntar su dedo inquisidor hacia alguien. Muchas veces la sorteada es la mujer y otras tantas el hombre. En un divorcio, no falla el individuo, fracasa la pareja; y para su manejo, esto le puede pasar a cualquiera.



No esperen leer aquí un artículo sobre las “preocupantes” estadísticas de aumentos de divorcios y menos aún una guía de auto ayuda para superar el trance. Por lo que he visto en mis amigas, todas se recuperan solitas y continúan regias por la vida. Según mi conteo personal, todas las divorciadas que conozco (aquí incluyo a las que siguen solas y también a las que han formado una nueva pareja) están mucho mejor que antes. ¡Se las ve tan bien que hasta inspiran al divorcio!

Por supuesto que es un momento muy triste en la vida de una mujer. El fracaso sentimental es probablemente el más amargo trago que la vida nos da de beber. Pero personalmente creo que de los errores se aprende y aquello que nos lastima nos hace más fuertes.



Cuando uno se casa por primera vez, y sobretodo en nuestras latitudes que tenemos un apuro retrógrado por casarnos antes de los 30 impulsadas por el fantasma de perder al “último tren”, no sabemos muy bien en lo que nos metemos. Por más de que hayan festejado desde que tenían 15 años, en el matrimonio uno recién empieza a conocer a la pareja (que al comienzo se va revelando como un auténtico Mr. Hyde). Ahí recién una se da cuenta de que no es todo color de rosas, de que hay cuentas que pagar, límites que fijar, presiones que soportar y que lo que pensamos que iba a ser un idilio romántico sinfín termina convirtiéndose en un desafío de tira y afloje. A veces hay que exigir y otras hay que ceder y nunca tenemos bien claro cuando hacer cada cosa.

Por supuesto que no hay que tirar la toalla ante las primeras discusiones. ¿Pero qué pasa cuando no tenemos más que discusiones? ¿Qué sucede cuándo en la lotería del matrimonio nos percatamos de que nos tocó el número perdedor? En estas situaciones, me quito el sombrero ante la mujer que dice: hasta aquí llegué y grita a todo pulmón: “NEEEEEEEXT!!!”



Las mujeres ya no tenemos porqué sufrir calladas en los rincones, aguantar cuernos, maltratos y demás situaciones insostenibles. Con la liberación femenina descubrimos que teníamos bocas y cerebros y todo el derecho de buscar nuestra felicidad.

Desde esta perspectiva, el divorcio dista mucho de ser una tragedia. Tragedia era no tener la alternativa de decir basta. ¿Alguna vez se pusieron a pensar en lo que se habrán tenido que bancar nuestras abuelitas cuando el divorcio estaba prohibido? No en vano existían las “viudas alegres”…. Prácticamente una tenía que esperar a que el mamarracho pase a mejor vida para poder rehacer la propia. Si a las prójimas les había tocado una naranja hai como media naranja, me imagino que como mínimo habrían encuadrado el certificado de defunción para colgarlo en el living como una especie de trofeo.



Todas mis valientes amigas (porque hay que ser valientes para enfrentarse al gris panorama que se nos pinta) han sabido convertir su fracaso en un aprendizaje. Al momento de buscarse un nuevo billete a la felicidad han sabido conseguir el upgrade. Al ver lo bien que están no puedo evitar recordar lo que decía mi fantastiquérrima tía abuela Carlota: “Los primeros matrimonios son para la práctica.”



1 comentario:

Anónimo dijo...

Sos un mito, le diste en el ojo, me gusta porque pintás el panorama tal cual es...es decir, al toar la desición hay que saber que se viene un trago amargo, but there is always sunshine after rain.