sábado, 4 de julio de 2015

LEONARDO DA VEGGIE




De Leonardo Da Vinci ya hemos hablado muchas veces en esta columna. Desde su última cena hasta su último artilugio culinario. Es que este hombre tan ingenioso, no solo inmortalizó banquetes con su pincel, sino también introdujo elementos que nos acompañan hasta hoy en día en la mesa cotidiana, como el molinillo de pimienta, la servilleta y el tenedor. Sin embargo hay un asunto que aún no hemos discutido: lo que Leonardo servía en su mesa.

Este genio universal arquetípico fue proverbial en su amor por los animales. Cuenta Giorgio Vasari, El primer gran historiador del Arte, que el pintor compraba aves enjauladas en los mercados, solamente para soltarlas y verlas volar esos cielos que él soñaba surcar algún día. Él no podía comprender como el ser humano, amante de la libertad como lo es, podía mantener a pájaros y animales en jaulas. Su sensibilidad de artista lo llevó a rechazar la crueldad del maltrato animal y a vivir un vegetarianismo ético, rechazando también ingerir carne.


Sus hábitos y creencias estaban ampliamente documentados en sus diarios y cuadernos, pero como los había escrito en un lenguaje cifrado, fue recién en la segunda mitad del siglo XIX que éstos pudieron ser descifrados. El primero en hacerlo fue Jean Paul Richter en su obra de 1883 “Los Trabajos Literarios de Leonardo da Vinci”. En la misma, el investigador experto en la vida y obra de Da Vinci, escribió: "Nos inclinamos a pensar que el propio Leonardo era vegetariano según el siguiente interesante pasaje de la primera de las cartas de Andrea Corsali a Giuliano de' Medici: "Ciertos infieles llamados Guzzarati [italianización de Gujarati, habitantes de la costa oeste de la India] no se alimentan de nada que contenga sangre, ni permiten entre ellos infligir daño a ninguna criatura viviente, como nuestro Leonardo da Vinci". 

Esta costumbre era muy extraña en la Europa renacentista de Da Vinci, en la cual la cacería era considerada un “divertimento” y los banquetes tenían como protagonistas estrella a animales del cielo, del agua y la tierra. Si bien varios sabios de la antigüedad, como Platón y Pitágoras, lo habían precedido en la misma creencia y práctica del vegetarianismo, se puede afirmar que Leonardo fue un pionero en su tiempo, anticipándose en varios siglos a los vegetarianos modernos.

Sus biógrafos han señalado que el maestro comía ensaladas, verduras, cereales, setas y como buen tano, mucha pasta y minestrone (sopa de verduras). La costumbre de ingerir carne la veía como algo casi inmoral, algo que convertía a los hombres en bestias, algo que contradecía a la misma razón que eleva al hombre por sobre el mundo animal.  

El mismo Da Vinci escribe de puño y letra en sus “Quaderni d’Anatomia II 14 r” que se conservan en la Biblioteca Real de Windsor:
"Si eres como te has descrito a ti mismo el rey de los animales -- ¡sería mejor llamarte rey de las bestias puesto que eres la mayor de todas ellas! -- ¿por qué los ayudas para que te puedan dar luego sus crías para gratificar tu paladar, con lo cual has intentado convertirte en tumba de todos los animales? Podría decir todavía más si se permitiera decir toda la verdad.
Pero no dejemos este asunto sin referirnos a una forma suprema de perversidad que difícilmente existe entre los animales, entre quienes no hay ninguno que devore a los de su propia especie excepto por haber perdido la razón (pues hay dementes entre ellos al igual que entre los seres humanos aunque no en tan gran cantidad). No sucede esto más que entre los animales voraces como en la especie del león y entre leopardos, panteras, linces, gatos y criaturas como estas, que en ocasiones devoran a sus crías. Pero tú no sólo devoras a tus niños, sino también al padre, la madre, los hermanos y los amigos; y sin bastarte todo esto, realizas invasiones a tierras extranjeras y capturas hombres de otras razas, y tras mutilarlos de una manera deshonrosa los cebas y luego atiborras tu garganta. Di, ¿no ofrece la naturaleza una cantidad suficiente de cosas simples para producir saciedad? O si no puedes contentarte con cosas simples, ¿no puedes obtener un número infinito de combinados, mezclando aquéllas entre sí, como hacía Platina y otros autores que han escrito para los epicúreos?".

En su traducción Richter explica la referencia a la "forma suprema de perversidad" con una carta escrita por Américo Vespucio en la cual describe el canibalismo de los habitantes de las Islas Canarias que observó tras su estancia en 1503. Richter también acota que Vespucio y Leonardo se conocían personalmente, por lo que probablemente había escuchado sus relatos del canibalismo en el Nuevo Mundo. La referencia a Platina se refiere al libro “De la Honesta Voluptate e Valetudine (Sobre el Correcto Placer y la Buena Salud) de 1475, en la cual – además de recetas con carne- hay numerosas recetas de platos de verduras, cereales, frutos secos, legumbres y frutas. 

En el Códice Atlántico 76, Da Vinci profundiza el motivo filosófico que hacía del comer carne un acto de inmoralidad gastronómica: "El hombre y los animales son un mero pasaje y conducto para el alimento, una tumba para otros animales, un albergue de los muertos, dando vida por la muerte de otros, un cofre lleno de corrupción".

En el Códice Atlántico 382, extiende su discurso moral a la voracidad del hombre, que no solo causa sufrimiento en los animales, sino depreda a la tierra y daña también a los otros seres humanos. "Todos los animales perecen, llenando el aire con lamentos. Los bosques son devastados. Las montañas son desgarradas, para llevarse los metales que se han generado allí. Pero ¿cómo puedo hablar de algo más infame que [las acciones] de aquellos que elevan himnos de alabanza al cielo por aquellos que con mayor afán han causado daño a su país y a la raza humana?". 

Para terminar les dejo con un consejito de salud de Leonardo Da Vinci: "Si deseas permanecer sano, sigue este régimen: no comas a menos que tengas ganas, y cena ligeramente; mastica bien, y haz que lo que tomes esté bien cocinado y sea simple. El que toma medicinas se hace un daño a sí mismo; no dejes paso a la cólera y evita el aire encerrado; mantente derecho cuando te levantes de la mesa y no te permitas dormir a mediodía. Sé moderado con el vino, toma un poco con regularidad, pero no en otro momento que durante las comidas, ni con el estómago vacío; ni alargues ni demores [la visita a] el retrete. Cuando hagas ejercicio que sea moderado. No te quedes con la barriga recostada y la cabeza bajada, y cuídate de estar bien tapado por las noches. Descansa la cabeza y mantén tu mente alegre; rehúye el desenfreno y presta atención a la dieta". –– Códice Atlántico 78.

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