jueves, 23 de diciembre de 2010

Musas de la Moda: Las musas de los grandes diseñadores


En la mitología griega, las musas eran espíritus que representaban a las artes e inspiraban a los artistas y poetas con su gracia y numerosos talentos. Hoy en día, esta palabra se aplica en la moda a aquellas mujeres que encienden la llama de creatividad, inspiran a la grandeza y exudando estilo y glamur, encarnan a la perfección la visión de los diseñadores, ayudándolos a crear sus magníficos diseños.

Cada década tiene sus íconos y cada diseñador su musa. La influencia de estas musas a veces solo dura una temporada; otras veces, se extiende por décadas. Existen mujeres que definen las eras de la moda y la cultura pop tanto como lo hacen los estilos y los diseñadores.

Los diseñadores siempre han tenido musas, quienes los inspiran, les sugieren, les alientan y por supuesto….les compran sus prendas. Estas elegantes mujeres suelen ser íntimas amigas de los diseñadores, y están por supuesto están muy bien conectadas además de ser ricas, atractivas, estilosas, famosas y en algunos casos aristocráticas. Todas ellas establecen duraderos vínculos creativos y emocionales con sus diseñadores

Las musas encarnan una especie de mujer ideal (o cliente ideal) en quien el diseñador proyecta sus ideas. A parte de inspirar estas musas también promocionan al diseñador, convirtiéndose en refinadas promotoras y en imagen de sus marcas. Si quieren conocer más sobre las más famosas musas del pasado y del presente les invito a seguir leyendo estas líneas.

Hubert de Givenchy y Audrey Hepburn: El fundador de la mítica marca Givenchy conoció a la bellísima actriz Audrey Hepburn en 1953. El diseñador de 26 años ya era una estrella naciente de la alta costura francesa, cuando le encargaron realizar el vestuario de Miss Hepburn para la película “Sabrina”. Él pensó que se referían a Katharine Hepburn, y tras descubrir que realmente era Audrey, en un principio se negó rotundamente, pero tras conocer a la actriz se rectificó y comenzó una amistad que duraría por el resto de sus vidas, convirtiendo a Audrey en su musa por más de cuatro décadas y llegando incluso a crear una fragancia para ella: L’interdit de Givenchy. Sabrina ganó el Óscar por el mejor vestuario pero la encargada del vestuario de la película, Edith Head, se llevó todo el crédito. Audrey se molestó mucho con esto y pidió disculpas a Givenchy prometiéndole que se aseguraría de que esto no volvería a pasar. Promesa cumplida, Givenchy vistió a Audrey para la mayoría de sus películas y apariciones públicas e incluso ella prestó su imagen gratuitamente para el lanzamiento del perfume L’Interdit.

Oleg Cassini y Jacqueline Kennedy: Hijo de un diplomático ruso aristócrata y una condesa italiana, Cassini saltó a la fama cuando la esposa del entonces presidente estadounidense, John F. Kennedy, lo eligió para encargarse de su imagen. La joven Jackie ya tenía a todos los ojos del mundo observándola y el intenso escrutinio que estaba teniendo le hizo comprender que necesitaba la ayuda de un profesional y acudió a su viejo amigo y diseñador neoyorquino Oleg Cassini. Esta elección sorprendió a muchos ya que si bien el diseñador se encontraba bien posicionado, estaba lejos de ser un gran referente en el mundo de la moda. Cassini no la defraudó, llevando la imagen de Jackie a su máximo esplendor, diseñando más de 300 vestidos que le ayudaron a ser la primera dama más glamorosa e imitada de la historia de Estados Unidos. Cassini ideó el “estilo Jackie”, con sus graciosos sombreritos, sencillos vestidos, trajes sastres de impecable corte y grandes botones. En una ocasión Jackie le dijo a Oleg que lo vestía perfectamente para el “papel” de primera dama del país. Gracias a esta colaboración, Jackie se convirtió en un gran ícono de estilo y ejemplo de elegancia y el nombre de Cassini se convirtió en uno de los diseñadores más solicitados de su tiempo.

Christian Dior y Mitza Bricard: Mitza era una de las mujeres más elegantes y glamorosas de París. Íntima amiga y colaboradora de Dior (se encargaba del estilismo de sus colecciones y de la línea de sombreros de la firma) era tan leal al diseñador que solo vestía Dior. Cuando Dior la conoció quedó preso por su belleza y la convirtió en musa y alma de la Casa Dior. Sobre ella escribió: “es una de esas excepcionales personas, para quien la elegancia es la sola razón de existir.” Bricard siempre llevaba en la muñeca un pañuelo de muselina estampada de leopardo para esconder una cicatriz, el modisto se enamoró de este estampado e hizo del leopardo un fetiche que sigue muy presente en la casa Dior. Bricard también contagió a Dior su amor por los diamantes y las joyas. Mitza solía decir: “cuando un hombre quiere enviarme flores, le digo que mi florista preferido es Cartier”. En su honor la casa Dior lanzó el reloj D de Mitza con una esfera de leopardo y diamantes que se anuda con una malla de satén.

 Yves Saint Laurent y Betty Catroux y Loulou de la Falaise: Yves Saint Laurent tenía dos musas, amigas y estrechas colaboradoras. Loulou, a quien Yves llamaba “mi pequeño milagro” vestía con una feminidad absoluta y Betty de una belleza andrógina e impactante, ambos elementos muy presentes en los diseños del creador. Ambas fueron amigas del diseñador desde sus comienzos, colaborando en sus colecciones e inspirándolo para crear el smoking femenino y las blusas transparentes y popularizando estas prendas usándolas en las fiestas a las que asistían. Como ambas pertenecían a la clase alta parisina (Loulou era hija de un noble francés y una angloirlandesa modelo de Elsa Schiaparelli y Betty hija de diplomáticos), sabían muy bien qué querían comprar las mujeres por lo que fueron además excelentes asesoras y relaciones públicas, trabajando para YSL por 30 años y retirándose junto con el diseñador.

Karl Lagerfeld y Claudia Schiffer: Cuando Lagerfeld tomó las riendas del imperio Chanel, mantuvo un idilio con varias musas como Inés de la Fressage y Victoire de Castellane, hasta que llegó Claudia Schiffer a quien conoció en una sesión fotográfica en Roma y quien lo dejó absorto. Lagerfeld la elevó a la cima de la moda, convirtiéndola en estrella de sus desfiles y protagonista de sus campañas. La elegancia y la belleza arrebatadora de Claudia Schiffer la convirtieron en la musa de Lagerfeld. Recientemente el diseñador la inmortalizó para la campaña de Dom Pérignon y no se ha separado de ella en los momentos más importantes de su carrera.

Marc Jacobs y Sofía Coppola: La hija de Francis Ford Coppola es la musa original de Marc Jacobs. La amistad entre la cineasta y el diseñador puede ser descrita como una devoción recíproca. La directora usa los diseños de su amigo en sus películas, como en “Lost in Translation”, por la que recibió un Óscar, por supuesto enfundada en un diseño de Jacobs. El diseñador la usa como imagen de sus campañas, rostro de su perfume Daisy e inspiración para sus creaciones.

Tom Ford y Carine Roitfeld: La editor del Vogue Francés es la musa indiscutida del ex director creativo de Gucci e Yves Saint Laurent. Ambos se conocieron a inicios de los 90’s cuando, Tom Ford se acercó a la entonces estilista free lance que colaboraba estrechamente con el fotógrafo Mario Testino, para que trabajara con él en su primera colección para Gucci. Carine asegura que Tom Ford no dejaba de llamarla, “pero en esa época Gucci era solo un par de mocasines.” La marca no era trendy y nadie conocía a este nuevo diseñador. Pero su insistencia dio frutos y al conocerse quedaron prendados el uno del otro. Según Roitfeld, al conocerlo personalmente lo encontró hermoso y encantador y accedió no por las ropas sino por él. Carine siguió colaborando como consultora de Ford en Gucci e YSL por siete años y mantienen hasta la fecha una gran amistad. Roitfeld le ayudaba a elegir los modelos para sus desfiles, decidir las siluetas y armar las colecciones. Roitfeld asegura que no fue hasta que empezó a trabajar junto a Tom en Gucci en los noventas, cuando encontró su estilo personal. Ford la empujaba a usar sombras oscuras en los ojos, tacones altos y mantener una silueta simple y estilizada, consejos que le sirvieron para convertirse en el ícono de la moda que es hoy en día.

John Galliano Lady y Amanda Harlech: Amanda fue la musa de Galliano hasta que lo dejó por Chanel. Harlech conoció a Galliano cuando éste aún era estudiante en Saint Martins y lo invitó a colaborar en una revista que ella editaba, en un número dedicado al Japón. Galliano llegó a su oficina con las varas de una vieja sombrilla y un montón de periódicos japoneses con los que confeccionó un enorme abanico que a ella le fascinó. Desde aquel día, y por más de 12 años, no se separaron hasta que Lady Amanda lo dejó por un mejor postor, Chanel, que la pagaba más que Dior y que además le ofrecía una suite permanente en el Ritz de París para usar de depósito de sus ropas de alta costura. Con Galliano colaboró en Givenchy, Dior y Galliano.

Alexander McQueen e Isabella Blow: La excéntrica editora de revistas e ícono fashion fue quien descubrió a McQueen e impulsó su carrera al comprar toda su primera colección al graduarse éste de Saint Martins, promoviéndolo en el mundo de la moda. También le aconsejó al joven diseñador usar su segundo nombre para su marca (su nombre real era Lee). Tenían una gran amistad y por supuesto las excentricidades de Isabella, quien acostumbraba lucir enormes sombreros de Phillip Tracey, no hacían más que inspirar al brillante diseñador. Para McQueen su relación con Isabella iba mucho más allá de la moda. Curiosamente ambos cometieron suicidio debido a la depresión que también los unía. Blow se quitó la vida ingiriendo veneno en el 2007 y McQueen se ahorcó en febrero de este año.

 

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