Ingrid Seall Müller nació el 10 de diciembre de 1975 en Asunción, Paraguay. Su precoz iniciación en el mundo del arte la llevó a explorar diversos ámbitos del quehacer artístico. Fue bailarina de ballet y danza moderna, llegando a integrar el elenco del Ballet de Cámara de Santiago de Chile. Es artista plástica, ilustradora, escenógrafa, escultora y docente de artes plásticas.
Siendo descendiente de inmigrantes españoles y alemanes, creció en un entorno multicultural, algo que despertó en ella un gran interés por transmitir sus experiencias a través de dibujos, creando historias con personajes imaginarios a los que luego daba vida bajo la forma de títeres. Así nace en ella, desde pequeña, su vocación por la creación y la expresión artística.
Su inclinación por las artes la llevó a explorar la tridimensionalidad de las formas con la cerámica, así como la plasticidad de su propio cuerpo con el ballet y la danza moderna. En sus primeras piezas conjugó ambas pasiones, creando delicadas bailarinas en cerámica. Con estas piezas fue explorando la estética de las líneas humanas e intentando captar en ellas la sutileza de los movimientos de la danza. Pronto empieza a buscar nuevos materiales que le permitieran plasmar mejor el movimiento en las figuras. Así, guiada por Hermann y Justo Guggiari, incursiona en la escultura en hierro y bronce.
Paralelamente, experimenta dentro del ambiente de las artes escénicas, diseñando escenografías, utilería, vestuario y máscaras para espectáculos de teatro y danza; integrando el diseño, la ilustración y la escultura. Ilustra varios libros de historia, poemarios y cuentos para editoriales locales. Luego surge la docencia de artes plásticas, algo a lo que viene dedicándose desde hace ya diez años.
Su más reciente serie de esculturas, elaboradas a partir de papel maché y marmolina, representan a hombres y mujeres absortos en sus universos personales, universos configurados a través de la tecnología. Una bailarina escuchando música con un I-pod, un hombre sentado observando la pantalla de su laptop, un joven leyendo mensajes de texto en su celular. A estas figuras las acompaña con otras representaciones de personas en diversos estados de ensoñación. Estas piezas entran en dialogo con las demás, acercándonos a un piélago de interpretaciones. La artista nos presenta situaciones cotidianas, profundamente insertas en la sociedad contemporánea, una sociedad que es llamada “era de la comunicación” por las herramientas tecnológicas que nos unen y a la vez nos aíslan.
Las piezas sutilmente nos hablan de individuos que si bien están comunicados e interconectados, a la vez se encuentran inmersos en una comunicación virtual, en compañía, pero aislados. El conjunto escultórico inexorablemente nos remite a la principal paradoja de nuestros tiempos: la comunicación solitaria que representa la virtualidad actual de las relaciones humanas.
¿Qué te llevó al arte?
Se podría decir que empecé jugando. Desde muy chica mi forma de expresión consistía en inventar y crear personajes ilustrándolos o fabricándolos. Hacía títeres y maquetas con los cuales luego jugaba dejando volar mi imaginación.
¿Dónde te formaste?
Estudie en el colegio Goethe, después cursé unos años la carrera de diseño grafico en la Universidad Católica de Asunción y luego la licenciatura en el Instituto Superior de Artes Visuales de la Universidad Nacional.
¿Cómo se dio tu iniciación en la escultura?
Siempre me gustó mucho la ilustración, así como también hacer títeres con cualquier material, de ahí, una vez dije: “bueno podría hacer mis personajes tridimensionales y a los dieciséis años comencé a estudiar en el taller de cerámica “Madre tierra” con Patricia Ayala. Ahí descubrí la escultura en cerámica y comencé a imitar el movimiento y la gracia espontánea de escenas comunes, buscando capturar la naturalidad de lo cotidiano. Después Patricio Guggiari me dijo que mi trabajo podría hacerse en bronce y me invitó a experimentar otras posibilidades con el metal, llevándome a su taller, entonces en lo de Hermann. Ellos me abrieron las puertas de su taller, así como su casa ya que pasábamos muchísimo tiempo tanto modelando como haciendo las fundiciones de bronce. Durante los años de estudio universitario en el ISA, desarrollé la técnica a la cera perdida bajo la tutela del escultor Gustavo Beckelmann. Allí fundí mis primeras figuras y pude experimentar otras opciones, ya que Becklemann siempre nos dejó abiertas las puertas de su taller.
¿A tu criterio cuál es la ventaja de la escultura a nivel expresivo?
Bueno, creo que la escultura es la dimensión de nuestra realidad. La escultura de bulto redondo ocupa un espacio real, y eso hace que la gente la perciba como se perciben todas las cosas materiales que nos rodean. Lo interesante es que ésta puede transmitir un concepto que nos lleve a otro plano, uno mucho más subjetivo e íntimo. La escultura que hago ahora, llega fácilmente a todo público ya que la figuración y la anatomía son legibles para cualquiera sin mayores esfuerzos, lo interesante va a ser llegar despertar algo más en cada uno y es ahí donde está el desafío.
¿Con qué medio te sentís más cómoda?
El hierro, la arcilla, el papel mache, el ensamblage… todo es válido e interesante para mí en este juego.
¿Qué técnica preferís a la hora de esculpir?
Eso por suerte no tiene respuesta ya que todo lo que estoy probando siempre abre ventanas a nuevas posibilidades, pero si, el papel maché, en este momento me tiene muy ocupada y la idea de reutilizar las cosas y perpetuar su vida útil me encanta. Me apasiona experimentar con nuevos materiales. Actualmente la marmolina y la resina me permiten explorar otros aspectos de la escultura, como el color y la transparencia, permitiéndome modelar desde el papel, el origami o la talla en una técnica mixta; y trasladarlo luego a un formato sólido y perdurable, fusionando así dos universos: la escultura y la pintura.
¿Qué te inspiró para hacer tu última serie de esculturas?
Me inspiró todo lo que vi y sentí este último tiempo, cuando por diversas razones me dediqué más a otras formas de arte, como la ilustración, la escenografía, el diseño y la docencia de artes plásticas. Ahora todo por fin se juntó y ya que tengo un nuevo espacio de trabajo puedo de nuevo esculpir.
¿Cómo es tu proceso creativo?
Realmente no tengo idea de cómo funcionan mis ideas, pero sí dibujo y planeo mucho antes de que éstas se materialicen. Una gran herramienta fue el consejo de don Herman Guggiari, quien me sugirió que durmiera siempre con lápiz y papel cerca para poder capturar todo lo que sueñe dormida o despierta durante la noche.
¿Qué lugar ocupa el concepto en tu obra?
Bueno, creo el más importante, de otra manera podría perfectamente dedicarme a la decoración ya que mis figuras son muy realistas y simples, pero espero que la gente encuentre mucho más en ellas que la simple belleza o armonía.
¿Tenés alguna obra especialmente significativa para vos?
Todo el proceso lo es. No tengo idea de hacia dónde voy, pero me genera mucha satisfacción hacer lo que hago y sobre todo ver personas y vivencias muy mías reflejadas espontáneamente en cada trabajo.
¿Como docente de arte, qué esperás transmitir a tus alumnos?
La curiosidad y la fruición
¿Qué es el arte para vos?
“Tal vez, es la capacidad de re descubrir todo el tiempo simplemente el presente.
¿Qué proyectos tenés para el futuro?
Estoy preparando una muestra para febrero en la galería “Técnica” con nuevas temáticas y recursos. Hay también un proyecto de muestra itinerante por el bicentenario al que fui invitada, que involucra a varios artistas de diferentes disciplinas, para llevar el arte a diferentes ciudades del interior, durante todo el año que viene.
1 comentario:
Felicidades a Ingrid, una gran amiga, con la que me une el amor al arte y esas horas de observar y analizar juntas todo lo que pasa ante los ojos de dos mujeres contemporáneas, con la simplicidad de ver la vida sin prejuicios ni artificios, a veces hasta rayando el hueso de las cosas. Y por sobretodo, mi deseo de que esta obra llegue, de la mano del Bicentenario a muchos paraguayos.
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