martes, 17 de abril de 2012

Anna Wintour: Su Alteza Editorial




La moda no es sobre mirar atrás. Es siempre sobre mirar adelante.”
-          Anna Wintour

Es una de las caras más conocidas del mundo de la moda. Cuentan que cuando fue entrevistada por la anterior editora de Vogue Grace Mirabella, ésta le preguntó que trabajo le gustaría ocupar. La Wintour le respondió: “el tuyo”. Dicho y hecho. 

Desde 1988 se desempeña como la editora de la US Vogue. Para el mundo de la moda, la Wintour es material de leyenda. Al editarse el libro luego llevado al cine: “The Devil Wears Prada” (El diablo viste de Prada), todos los dedos se alzaron para apuntar en su dirección y el hecho de que el personaje de Miranda Priestly, la villana jefa editora de la revista Runway, estaba inspirado en Anna Wintour, fue lo que se dice “un secreto a voces”. De hecho, Lauren Weisberger, la autora, se basó en su experiencia como asistente de Anna Wintour en la revista Vogue para escribir el libro. ¿Qué hizo la Wintour al respecto? No se le movió ni un pelo fuera del lugar de su impecable carré. Al Contrario, respondió con una lección de clase y buen humor, asistiendo a la premier de la película, vestida de pies a cabeza en Prada.

Anna es famosa por su flacura, su mal genio, su eterno corte carré y sus coloridos vestidos. Adicta a las pieles (cada año lidera la lista de las peores vestidas del grupo de activistas de los derechos de animales PETA) y a los lentes de sol (los cuales no se quita ni en los lugares cerrados), se ha convertido en una de las personas más poderosas del mundo de la moda. Dentro del mundo de la moda se ha ganado el apodo “Nuclear Wintour” (traducida literalmente como la Wintour Nuclear, aunque el significado real basado en un juego de palabras es Invierno Nuclear) por su carácter frio y aires de diva A pesar de todas las críticas que recibe esta mujer, todos concuerdan de que puede permitirse ser altiva, no por el hecho de que lidere una de las revistas de moda más importantes del mundo, sino por en innegable hecho de que ella ES la moda.

Su nombre pesa tanto como la revista que edita. Es aclamada mundialmente por su buen ojo para captar las tendencias y a su favor cuenta el hecho del apoyo que da a los jóvenes diseñadores, a muchos de los cuales ayudó a alcanzar el estrellato, como fue el caso de John Galliano, Alexander Wang y Marc Jacobs. Contar con la gracia de su alteza editorial puede hacer despegar a una carrera, caer en desgracia con su alteza puede enterrar para la siempre a una carrera.

La Wintour se ha convertido en una especie de institución de la moda. Admirada por su ojo para cazar tendencias y su apoyo constante a los jóvenes diseñadores, ha sabido ganarse si no el cariño de la industria de la moda, sin lugar a dudas su respeto.

Nacida un 3 de noviembre de 1949 en Londres, hija de Charles Wintour, acaudalado director de “The Evening Standard” y la filántropa estadounidense Elinor Wintour, Anna se crió en la capital inglesa. Desde pequeña demostró una propensión a hacer las cosas a su manera. En su adolescencia tomó la decisión de abandonar sus estudios. En una entrevista al inicio de su carrera, una aún candorosa Wintour confesó: “Ante los éxitos académicos de mis hermanos y hermanas, yo me sentía bastante fracasada. Eran muy brillantes, así que imagino que yo traté de ser decorativa. La mayor parte del tiempo me escondía detrás del pelo y sufría una timidez enfermiza. En mi familia siempre he sido una broma. Alguien profundamente frívolo.”

De su padre heredó no sólo su dedicación al trabajo, sino también su carácter frío. El progenitor de la Nuclear Wintour era apodado por sus colegas como “Chilly Charlie” (Congelante Charlie).

Mucho antes de Vogue, trabajó para el departamento de moda de Harper’s y Queen de Londres. Con los años fue trepando la escalera editorial pasando de publicación a publicación y alternando de Nueva York a Londres, hasta que en 1986 fue nombrada, con tan sólo 36 años, editora en jefe de la Vogue Británica. Al asumir el cargo declaró: “Quiero que Vogue sea ágil, aguda y sexy. No me interesan los súper ricos o los infinitamente privilegiados, Quiero que nuestros lectores sean mujeres ejecutivas energéticas, con dinero propio y una amplia gama de intereses. Allá afuera hay un nuevo tipo de mujer. Ella está interesada en el negocio y el dinero. Ya no tiene tiempo para comprar. Ella quiere saber qué, porqué, dónde y cómo.”

Para 1988 Condé Nast la transfería a Nueva York para ocupar su trono en el piso 12 del 4 Times Square, nombrándola editora de la Vogue americana. En ese momento la Vogue, revista líder en el mercado desde 1960, se encontraba atravesando un impasse, perdiendo terreno frente a la joven publicación Elle, que llevaba apenas tres años en el mercado.  Wintour contó con libertad y apoyo financiero para revitalizar a la publicación. Acordaron pagarle un salario de más de 200,000 dólares, más 25,000 dólares de gastos representativos y vuelos regulares en Concord para que pudiera reunirse con David Shaffer, su marido que trabajaba como psiquiatra en Londres.

Wintour logró erradicar el llamado “periodo beige” de Vogue (llamado así porque la anterior editora, Grace Mirabella, había pintado de beige las oficinas de su antecesora Diane Vreeland, quien las tenía pintada de rojo). Esto fue una metáfora del tono aburrido que había tomado la revista.

En su reinado de casi 25 años en Vogue, Wintour no solo logró su misión, la de restaurar el antiguo esplendor de la revista, sino que logró posicionarla como una de las publicaciones más influyentes de la moda en todo el mundo. Wintour dio muestras de su inteligencia ampliando el contenido de la revista, y también el tamaño. La famosa edición de Setiembre de 2007 alcanzó la cifra record de 840 páginas.

Anna Wintour se caracteriza por sus decisiones arriesgadas y por su constante determinación de forjarse nuevos caminos. Entre sus innovaciones se encuentran la de retratar a celebridades para las tapas de la revista como si fueran supermodelos, e incluir artículos de lujo con prendas más accesibles en sus producciones de moda. ¡En su primera tapa para la Vogue Americana, la edición de Noviembre de 1988 mostraba a una modelo vestida con unos jeans de 50 dólares y una remera de Christian Lacroix incrustada en joyas de 10.000 dólares!

Wintour también alejó el encuadre de las portadas de Vogue, para que se viera más de la modelo, apartándose de los tradicionales primeros planos de modelos. También empezó a hacer tomas al aire libre para dar un poco de aire fresco a las portadas que por entonces se hacían únicamente en estudio. Anna también permitió a sus modelos verse más naturales, con peinados menos elaborados y rostros menos maquillados. Anna también empezó a incluir habitualmente como a nuevos fotógrafos de la talla de Annie Leibovitz y Steven Miesel. Si bien Wintour nunca regresó la revista a la edición de vanguardia  que fue con las dramáticas tomas preferidas por la excéntrica Diane Vreeland, logró hacer la transición de aquella Vogue beige de Mirabella a una más moderna, vibrante y elegante.

La estética no fue la única en transformarse. Wintour también dio un giro al contenido. Antes la revista incluía muchas secciones de variadas de estilo de vida y ocio. Para llegar a la primera producción o artículo sobre moda, antes se tenía que pasar por artículos sobre gastronomía, arte, viajes, salud, deportes y libros. Wintour tomó la decisión de volver a poner el énfasis en la moda. Ya de entrada la lectora se informaba sobre las últimas tendencias de moda. El contenido de moda se hizo más profuso, invadiendo todas las secciones de la revista.

Por supuesto, el ser tan influyente, ha servido de combustible para su ego. Durante su carrera como editora se ganó la reputación de ser distante, fría, difícil de trabajar y exageradamente demandante con sus empleados, exigiéndoles estar flaquísimos, impecables y a la última. Sus caprichos la han convertido en la comidilla de la prensa especializada. Por ejemplo, cuando asiste a desfiles, como ya sabe que le darán todos los asientos que desee en la primera fila, los elige de manera a que sus rivales o personas de su desagrado queden fuera de su línea visual. Como no acostumbre llevar carteras, sus subalternos en Vogue tienen que acarrear sus cosas, siguiéndola con sus pertenencias, uno lleva su celular, otro la agenda, etc. En el mundillo de la moda los han apodado sus “walkers” o caminadores.

Otra característica de la temible Wintour es que no tiene pelos en la lengua y a la hora de decir lo que piensa nada ni nadie la frena. Cuando decidió poner en la tapa de Vogue a la gigante televisiva Oprah Winfrey, una de las mujeres más ricas, querida e influyentes de Estados Unidos, no tuvo reparos en decirle que para poder salir en Vogue debía bajar de peso. Por suerte, la popular conductora no tomó represalias, pues sabía que al aceptar la portada, implícitamente debía someterse a la voluntad de Su Alteza Editorial.

Otra anécdota involucra al mismísimo Signor Armani. Según los rumores, cuando la empresa de Armani insinuó que podría replantear su gasto en publicidad en las grandes revistas de moda si sus prendas no eran incluidas más de seguido en las producciones, Anna fue la única editora en cortarle el rostro. Con el gesto, puso en claro que ningún diseñador, por más importante e influyente que fuese, iba a imponerse por en cima a sus decisiones. Giorgio no tuvo más remedio que agachar la cabeza y someterse al imperio de la Wintour.

Para la Wintour la moda está lejos de ser una mera frivolidad. La moda para ella es un reflejo de los tiempos, una industria poderosa formada por gente creativa e industriosa que aporta mucho a la sociedad y a la economía. En una ocasión afirmó: “Si observas cualquier buena fotografía de moda fuera de contexto, te dirá tanto sobre lo que ocurre en el mundo como un titular de The New York Times”.

En el 2009 el documental “The September Issue” mostró el tras bambalinas de la monumental revista y a la Wintour en acción en su día a día. En este documental se ve a una Wintour dueña de sí misma, con mucha seguridad, aplomo y mucho menos caprichosa de la Wintour que habita en nuestros imaginarios.

Wintour nunca habla de su vida privada. Consciente de que tiene todos los ojos encima, siempre ha puesto una barrera férrea en lo que respecta a sus afectos y sentimiento. En 1999 se divorciò de su marido. Juntos tuvieron dos hijos: Charles y Katherine, apodada Bee. A pesar de su imagen glacial, Wintour siempre se ha mostrado dispuesta a ayudar a las causas que le son cercanas. Desde 1990 ha recolectado más de 10 millones de dólares para la lucha contra el SIDA. También ayudó a juntar fondos tras los atentados terroristas del 11 de Setiembre y ayudó activamente en la campaña del presidente Obama.

Junto con el Consejo de Diseñadores de Moda de América (CFDA) ayudó a crear una fundación para apoyar a los nuevos diseñadores y cada año organiza una fiesta a beneficio del Costume Institute del MET.

La “Nuclear Wintour” es innegablemente una de las fuerzas energéticas de la industria de la moda. Sus decisiones sobre lo que decide en incluir en sus ediciones son decisivas y generan un efecto en cadena que puede verse reflejado en tendencias y en otras publicaciones.


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