En este día tan especial para ellos, es un placer para mí hacerles un pequeño boicot en su fecha conmemorativa, recordando todas las características paternales que nos sacan de quicio a las madres.
AMAN DELEGAR: A la hora de tener que lidiar con las tareas domésticas y con nuestros hijos, lo primero que hacen es remitirnos inmediatamente la cuestión a nosotras. La mayoría de las veces se produce una delegación tácita. Ellos ya asumen que la cuestión nos corresponde a nosotras. Por ejemplo, si hay que llevar a los niños al médico o cambiar las sábanas cuando nuestros hijos se hacen pipí en la cama, directamente dan por asumido que nos corresponde a nosotras encargarnos del asunto. Otras veces, lo solucionan todo con la odiosa frase: “pedile a tu mamá” (porque por supuesto ellos están muy ocupados viendo el partido de fútbol en la tele).
INVENTARON LA LEY DEL ÑEMBOTAVY: Otra de sus estrategias para evitar hacer cosas que no tienen interés en hacer es alegar ignorancia. Pueden ser Neurocirujanos o Físico nucleares, pero a la hora de vestir a sus hijos o cambiar un pañal, declaran que no saben hacerlo y obviamente nos pasan NUEVAMENTE la tarea a nosotras. También sacan el mayor provecho de su “oído selectivo”, mediante el cual filtran solo lo que QUIEREN escuchar. Por lo que cuando le recordamos que a la tarde le tiene que buscar a los niños del cole ya que nosotras tenemos un compromiso, lo más probable es que a las 5:00 de la tarde recibamos una llamada del cole preguntándonos si tenemos planeado buscarle a los chicos del cole o planeamos dejarlos allí de camping.
SON LOS PEORES NIÑEROS DEL UNIVERSO: Cuando nos toca delegar a nosotras las madres, sabemos que dejar a nuestros hijos solos con el padre no siempre es la opción más conveniente. Lo más probable es que acepten a regañadientes, algo que no nos sorprende ya que están más acostumbrados a delegantes que a ser delegatarios. Cuando aceptan sin manifestar ningún tipo de oposición a la idea, recuerden que no hay que cantar victoria antes de tiempo. Lo más probable es que aplicaron su oído selectivo y respondieron sí mecánicamente sin escucharnos en realidad, por lo que no es de extrañar que al volver a casa encontremos a nuestro marido plácidamente dormido y toda la casa revuelta, las paredes pintadas, los niños embardunados de pintura o jugando a los espadachines con el machete del jardinero.
SON ADICTOS A LA ADRENALINA: Adoran probar sus limites… y por supuesto también los nuestros. A los pocos meses de ser padres ya intentan transmitir su pasión por la adrenalina a sus hijos. Empiezan tirándolos al aire de bebés y poniéndolos boca abajo, matándose de risa mientras nosotras observamos con cara de espanto. Ni bien nuestros hijos crecen lo suficiente como para utilizar un triciclo ya empiezan a fantasear con carreras de karting, motocross y todas esas cosas que las madres odiamos. Cuando nuestros hijos se vuelven adolescentes son los primeros en apoyar su intención de inscribirse al curso de paracaidismo. Cuando nos oponemos, nos tachan de locas o de exageradas a lo que no nos queda más alternativa que contestar: “¡Espero estar equivocada… porque si se llega a hacer puré, a vos te hago PICADILLO con mis estiletos!”
SON TECNO ADICTOS: Llenan la casa con inútiles aparatejos espaciales que nosotras no entendemos ni tras leer el manual. Esta adicción hace que cuando nacen sus hijos se surtan de una variedad de cámaras y filmadoras en las que registrarán cada uno de los innumerables momentos kodaks domésticos. Hasta ahí todo bien… hasta que estos padres empiezan a rememorar su adolescencia (de la que nunca se recuperaron totalmente) y empiezan a sacarle fotos jocosas a sus pobres e inocentes bebés. Por lo que no es de extrañar, que al observar el álbum familiar, entre la foto del tierno bebé comiendo su papilla y la emocionante imagen del bebito dando sus primeros pasos aparezca una foto del inocente bebé tomando (aparentemente… aunque nunca podemos estar seguras) una cerveza, o desmayado en su sillita alta mientras sostiene con sus pequeñas manitos un ñoño gigante.
SUFREN DEL SÍNDROME DEL GUARDABOSQUES: Para ellos la frase “menos es más” es la regla a la hora de admirar la indumentaria femenina. Resulta patente que los hombres aaaaman los escotes y las minis…. SALVO en sus hijas. Cuando sus adoradas hijitas crecen y empiezan a mostrar sus atributos ellos, que conocen muy bien todos los ratoneos mentales que se generan en la mente masculina, son los primeros en pegar el grito al cielo. Inmediatamente el puritanismo de Benedicto XVI invade su cuerpo y arman un escándalo que merece un Óscar, al caradurismo obviamente. Pero lo que más disfrutan hacer es atormentar a los primeros noviecitos. Cuando visitan la casa por primera vez, ellos los reciben con su mejor cara de “pocos amigos”. Luego lo invitan a la sala mientras “la nena” (quien para ellos sigue teniendo 10 años menos de lo que en realidad tiene) se prepara. Mientras esperan en la sala a que venga la nena, hacen todo tipo de sutiles artimañas para hacerle entender al personaje en cuestión de que “la nena no se toca”. No sería de extrañar que se pongan a limpiar un rifle frente a las narices del espantado adolescente para intimidarlo aún más de lo que ya está, mientras le dice con tono de autoritario: “a la nena, la traes de vuelta a las 12”.
SU MACHO STYLE NO ACEPTA DIFERENCIAS: Si bien nosotras estamos siempre actualizadas en cuanto a moda, ellos se quedaron atrapados en el tiempo de las camisas a cuadros, los mocasines y los pantalones kakis, por lo que tienen un muy limitado código de indumentaria. Ellos crecieron con una sencilla regla en la cual creen con fervor: Pelo largo + arito = GAY (en realidad emplean otra palabra menos glamorosa y absolutamente impublicable que seguramente ya imaginan). ¡Guay que su hijo se deje crecer el pelo y que un día le aparezca con un arito en la oreja! No entrarán en razón por más de que intentemos razonar con ellos y le expliquemos que ahora se llaman “piercings” y que la mayoría de los gays son demasiado regios como para ponerse algo tan poco glamoroso en la oreja. Y si el hijo le sale emo, gótico o flogger…. Lo más probable es que el padre entre en shock ya que la sola idea de que un hombre se vista así, y que EN CIMA se maquille es tan descabellada que ni se le ocurrió agregarla a su lista de restricciones! Ahí directamente tendremos que llamar a una ambulancia para internarlo de urgencia del soponcio que le va a agarrar!
SON MONOSILÁBICOS: si bien las madres tendemos a ser verborrágicas, los padres son la antítesis total. Su vocabulario está compuesto principalmente de monosílabas. El resto lo expresan con sus expresiones faciales y con “la mirada del padre”: aquella mirada autoritaria que no necesita ninguna explicación verbal para transmitir claramente el mensaje. Cuando aplican “la mirada” nuestros hijos empiezan a temblar porque con “la mirada” ya les dio la advertencia, el reto y el castigo. No hay nada más frustrante para las madres que ver como nuestros maridos alinean a nuestros hijos sin desperdiciar palabras… generalmente, nosotras ya empleamos antes todas las palabras del Diccionario de la Real Academia Española, comentado y ampliado y todas aquellas palabrotas que no fueron incluidas al mismo por obvios motivos, sin lograr éxito alguno y ellos solo dijeron NO acompañado de “la mirada” y problema solucionado.
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