lunes, 11 de marzo de 2013

EL PECADO DE MOJAR EL PAN




Cuando tenemos frente nuestro una bebida calentita, ya sea café, cocido, té con leche o chocolatada, y en la proximidad un alimento sólido como pan, galleta, coquito, galletita, bizcochuelo, o algo parecido; resulta casi criminal no conjugar el sólido con el liquido, para alterar la materia, a beneficio de nuestro paladar. Sumergiendo el elemento sólido en el elemento líquido estamos cometiendo sin lugar a dudas un pecado capital según el Galateo de las buenas costumbres. ¿Pero quién no opta por pecar por groncho y poco sofisticado, cuando se está cometiendo un crimen tan delicioso para el alma?

Por más chabacana que sea la costumbre, más de uno de nosotros se ha deleitado practicándola en la discreción de sus hogares, y algún que otro más atrevido, ha osado practicarla también en público. Cuentan los anales que hasta los nobles de más alta alcurnia han optado por mojar – muy públicamente- un bizcochuelo en su brebaje. Cuentan que el rey Alfonso XIII, mientras tomaba el té con su prometida la princesa inglesa Ena de Battenberg (quien luego se convertiría en la reina Victoria Eugenia de España), el rey cometió el gran pecado de mojar una galletita en su té. Por supuesto su muy británica novia terminó escandalizada ante la ofensa cometida contra el muy británico 5 o’clock tea, le llamó la atención diciéndole que en Inglaterra nadie mojaba una masa en el té. El joven monarca, muy orondo, le contestó: “¿Ah, no? Pero mira qué extraño, pues en  España lo hace hasta el mismísimo Rey.” 

De plebeyos a reyes, todos han claudicado ante la tentación de sumergir una masita o un trozo de pan en su taza de café. Quien no ha mojado con deleite alguna vez un churro en una taza de chocolate caliente, o una vainilla en un capuchino… ¡Mmm! ¿No se les hace agua la boca de sólo pensarlo?

Ya sea en el desayuno o la merienda, todos los horarios son válidos para pecar de esta manera. Por supuesto son válidas todas las bebidas calientes. Aquellas frías medio que le quitan el encanto al gesto. Pero son idóneos el café, el té, el café con leche, la chocolatada, incluso una buena sopa recibe de una manera esplendorosa a los panes que en ella se sumergen. Por nuestras latitudes también se presta de maravilla a recibir sólidos nuestro popular cocido. ¡Quien no ha pecado auctóctonamente con un delicioso cocido con cururú de coquito o galleta!

Naturalmente hay líquidos que no inpsiran para nada para mojar un sólido. Entre ellos notablemente el agua, a pesar de ser tan pura y cristalina, es capaz de estropear hasta el manjar más delicioso que bañe su superficie. Lo mismo ocurre con los jugos, malteadas y licuados. Aunque no dudo que haya algún karú vaí que jure y re jure que lo ha probado y es delicioso. Algunos tisanas autóctonas como el jaguareté ka’á también son muy poco idóneas para embeber sólidos. Y ni qué hablar del tereré. ¡Pasaríamos de pecado a crimen capital de solo pensarlo!

Pero en cuanto a mojar el bizcochuelo en el café con leche, o la masita, o la vainilla o el scone lo he hecho sin culpa alguna y por más de que esté terminantemente prohibido según los manuales de buenas costumbres, como bien dice el refrán: “A pecado confesado, medio perdonado”.


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