martes, 25 de septiembre de 2012

EL OLIVO EN EL ARTE



Conocido desde los tiempos más remotos, la planta del olivo y su fruto, la oliva, tuvo un gran valor ya para los primeros habitantes del mediterráneo. Todos ellos comerciaban con el aceite que extraían de su fruto y agradecidos por sus variados usos, le otorgaron al mismo un enorme valor. Por ende no es de extrañar que todas las culturas y religiones de los pueblos mediterráneos lo tuvieran como emblema de la paz representándolo profusamente en el arte.

En la mitología Griega, Poseidón y Atenea se disputaban la posesión de la región de Ática. La riña escaló tanto de proporciones al punto que al poco tiempo ambos dioses tuvieron que comparecer frente al consejo de los dioses del Olimpo. Este consejo decide entregar la posesión de Ática a quien ofrezca el don más precioso para el hombre. 

Según la versión de Ovidio en su Metamorfosis, Poseidón, el dios de los océanos, golpea con su tridente a una roca haciendo surgir de ella un caballo, capaz de transportar al hombre largas distancias y de acarrear pesadas cargas. Por su parte, la sabia Atenea clavando su lanza en la tierra hace brotar una planta de olivo. Como el olivo era capaz de dar luz, alimento, e incluso curar enfermedades, los dioses determinaron que éste era el don más útil para el hombre. Así Atenea sale victoriosa y desde ese mismo momento, el olivo adquiere una simbología que mantiene hasta nuestros días.

Este concurso por así decirlo, hizo que se antepusiera el olivo al caballo (animal consagrado a Ares, dios de las batallas y un evidente símbolo de la fuerza y el poder), convirtiéndose así el olivo en símbolo de la paz. Otro importante motivo que llevó a convertir al olivo en símbolo de paz, fue el hecho de que al ser creado por la diosa Atenea se convirtió en una planta sagrada para la diosa y vinculada a sus ritos. Así el olivo también se embebe de las cualidades de la diosa Atenea, quien era famosa por luchar siempre para mantener el orden y quien era considerada la figura opuesta a Ares, el dios de la guerra. 

Las referencias al olivo y al aceite de oliva salpican también varios pasajes bíblicos. Pero tal vez la más presente en nuestro imaginario colectivo es la importancia que se le otorga en la historia del Arca de Noé, según la cual, un ramo de oliva sostenido en el pico de una paloma, sirvió para indicar a Noé y a su familia que la gran inundación había llegado a su fin y que muy pronto encontrarían tierra firme. Así el cristianismo se vuelve a apropiar del olivo como símbolo de la paz entre Dios y los hombres. 

Una de las representaciones más antiguas de este relato bíblico es un mural del siglo IV que se encuentra en la catacumba de San Marcelino y San Pedro en Roma, donde Noé recibe con los brazos extendidos en bienaventuranza a la paloma que acarrea el ramo de olivo. Desde entonces, desde los primeros cristianos hasta Picasso la paloma sosteniendo el ramo de olivo ha sido representada una y otra vez en el arte.  Aunque el olivo no sólo lo han transportado palomas en la pintura. El retrato de Carlos V realizado por Anton van Dyck en 1620 muestra volando sobre el rey a un águila, símbolo del poder y efigio del imperio germánico, sosteniendo un ramo de olivo como símbolo de paz y orden bajo el poder de este monarca.

El ramo de olivo es representado en el arte pictórica como símbolo de paz, concordia, mansedumbre, salvación, misericordia, unión y orden.

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