miércoles, 17 de junio de 2009

EL BRILLO DE UNA DIVA: MARÍA CALLAS Y SWAROSKI

María Callas en Turandot

La diva María Callas significó un antes y un después en la historia de la ópera del siglo XX. De voz privilegiada, temperamento dramático y cualidades únicas para el arte lírico más perfecto, "La Callas” brilló con luz propia sobre los más prestigiosos escenarios del mundo.

La cantante greco-noreamericana, bautizada con el nombre de María Kalogeropoulou, nació en Nueva York el 2 de diciembre de 1923 y murió en París el 16 de septiembre de 1977. La gran soprano -que también asumió en ocasiones roles de mezzosoprano, gracias a su maravillosa ductilidad y amplitud de registro- llevó su singular e imponente voz a los más grandes centros internacionales de la Opera. Su talento y su irresistible carisma, así como su agitada vida amorosa atraparon la atención del público que la inmortalizó para siempre como “la Divina”.

María Callas en los inicios de su carrera

Pese a ser una de las más grandes sopranos de la historia de la ópera contemporánea, a María Callas se la recordará siempre por su gran y trágico amor por Aristóteles Onassis, que la abandonó por Jackie Kennedy. Su matrimonio por sorpresa fue un golpe de efecto operístico que María Callas nunca pudo superar. Con el dolor del amor truncado y la devastación sentimental de la traición hizo catarsis en el escenario, compenetrándose increíblemente en los trágicos roles de las heroínas de la Ópera. María Callas no era solo voz, era presencia, pero era sobretodo era expresión. Sus interpretaciones conmovían al público hasta las lágrimas. Eugenio Gara, un renombrado musicólogo y crítico de la época, sostenía que el secreto de su fama se debía a su habilidad para transferir al plano musical el sufrimiento del personaje que interpretaba. Sobre la Callas escribió: “cuando una intérprete puede hacer estos milagros, cuando regala la fe a quienes aun no creen, ella ha de ser considerada más que una gran artista: ¡un apóstol!”
El expresivo rostro de la gran diva de la ópera

El año pasado se cumplieron 30 años de su muerte. En su recuerdo, se originaron un sinnúmero de muestras y exposiciones que recorrieron ciudades como Berlín, Barcelona, Milán, Nueva York, Tokio, Londres y Buenos Aires donde fueron visitadas por más de cuatro millones de personas. Entre los homenajes, la exposición itinerante “Maria Callas y Swarovski, joyas en escena” fue una de las más concurridas y cautivantes. Esta muestra refleja el glamour de esta Diva de una notoria pasión por las joyas Ella supo valerse del destello de los cristales para brillar incandescentemente en sus actuaciones. La muestra reúne algunas de sus joyas más espectaculares, entre las que se encuentran piezas auténticas así como reproducciones hechas por los especialistas de Swarsoski. La exposición pone de manifiesto la importancia que la soprano otorgaba a su imagen escénica, así como su gusto por la suntuosidad de sus atuendos sobre el escenario.
María Callas luciendo las joyas de Swarovski diseñadas para Tosca

Uno de los ejemplares más llamativos de la colección es una brillante corona de coloridos cristales, elaborado por el diseñador ruso Nicola Benois para la ópera “Fedora”. Otras de las joyas que se presentan en la muestra son las que la gran soprano escogió para sus puestas en escena de “Norma”, “La Sonnambula”, “La Traviata”, “Tosca” y “Anna Bolena”.
Collar que lució en Fedora
Collar que lució en Ana Bolena

La relación de Callas y los cristales de Swaroski inicia en el mismo debut artístico de la Diva, el 2 de agoto de 1947 en Verona, con la ópera “La Gioconda” que fue un éxito rotundo. La joven y supersticiosa Maria Callas preguntó insistentemente quien había sido el creador de la bella tiara que había lucido en su actuación, pues ella estaba convencida de que le había traído suerte. El autor de aquella joya, el milanés Ennio Marino Marangoni, se encargó desde entonces en elaborar todas las joyas que luciría la diva de la ópera en sus actuaciones, creando para ella más de seiscientas alhajas con cristales Swaroski que ella usaba casi como amuletos de buena suerte.

Para María Callas, las joyas que lucía en escena eran mucha más que un accesorio del vestuario. Eran parte esencial de su trabajo, debían ser hermosas, prácticas para su uso y capaces de enriquecer el personaje que interpretaba. Esta es la razón por la cual Callas pedía a su proveedor personal, el Atelier Marangoni, que siempre usara las mejores piedras: las producidas por Swarovski, empresa líder en el mercado mundial de joyas de cristal.

Tosca

El Atelier Marangoni, fundado en 1940, se había hecho muy popular gracias a sus exquisitas creaciones para los escenarios y para la gran pantalla. Su fundador, el joyero Ennio Marangoni, insistía siempre en usar los cristales y piedras falsas más refinados en sus creaciones, prefiriendo siempre las piezas suministradas por Swaroski. Marangoni no solo produjo piezas para la Callas, también adornó a figuras como Rudolf Nureyev, Marilyn Monroe, Audrey Hepburn, Giulietta Masina y Madonna.

La Bella Callas

En 1999 Swarovski compró el Atelier Marangoni y preservó la colección única, de joyas de escena de María Callas, previniendo así, que se dispersaran alrededor del mundo. Entre las joyas de esta colección, además del célebre collar de “La Traviata” se encuentra el collar y el precioso bonete de Lucia di Lammermoor, adornados con delicadas perlas de cristal de Swarovski que formaron parte de una presentación dirigida y producida por Herbert von Karajan. También la corona de “Norma”, lucida en Chicago en 1956 en el exitoso debut de Callas en EEUU, que fue diseñada para lucir como una corona de laureles.

Para "La Traviata" que interpretó en 1955 en La Scala de Milán, el productor Luchino Visconti insistió en utilizar joyas genuinas de ese periodo o alcanzar una reproducción utilizando las mismas técnicas de manufactura. Con un diseño de Lila de Nobili, el joyero Ennio Marangoni creó un sorprendente collar bustier cristalino con rubíes y bellas perlas barrocas de Swarovski. La Divina Callas, en su rol de Violetta brilló con magia sobre el escenario. La bisutería, con magníficos cristales Swarovski engastados, capturaba y reflejaba la luz del mismo del mismo modo que las miles de facetas que María reflejaba en La Traviata, un personaje con el que se identificaba profundamente.

Cuentan que la primera vez que se probó la pieza, lo hizo bajo la temerosa mirada de los diseñadores Lila De Nobili y Ennio Marino Marangoni. La Callas, una artista excelente y muy exigente, era famosa tanto por su deslumbrante talento artístico como por su perfeccionismo y duras críticas entre bastidores. María se puso la pieza, se miró en el espejo, respiró profundamente, dio unos pasos de prueba y tarareó algunas arias. En esta ocasión no realizó ninguna sugerencia de modificación; la pieza era absolutamente perfecta. Hasta Luchino Visconti, bien conocido por su atención al más diminuto detalle teatral, estaba fascinado. María Callas lució con elegancia y gracia esta joya de gran tamaño, algo que pocas artistas habrían sido capaces de hacer con tanto aplomo. Los afortunados integrantes del público en ese 1955 todavía recuerdan maravillados y sorprendidos el momento en el que María Callas apareció luciendo una de las piezas de bisutería más espectaculares jamás creadas.


El espectacular collar de La Traviata

Otra pieza con historia propia es el conjunto que llevó en la ópera “Norma” con la que la Callas hizo su gran debut en Estados Unidos. El juego estaba compuesto por un collar, unos colgantes y una tiara de cristales Swaroski. Los cristales eran tan brillantes que al ser entrevistada para la TV, solo pudo usar los colgantes, pues su imagen resultaba demasiado encandiladora para las cámaras.

La Callas en Norma

La adoración de María Callas por las joyas era descomunal, para ella eran auténticos talismanes. Como la Callas era muy supersticiosa, las joyas que usaba eran sus amuletos de la suerte. Siempre llevaba consigo una maleta que tenía dentro su gran tesoro. Aristóteles Onassis, para complacerla le obsequiaba una joya de gran valor cada vez que interpretaba un nuevo papel. Callas llegó a tener una colección fabulosa de piezas de alta joyería. Sin embargo, todas las joyas que lucía en público eran réplicas, pues tenía miedo de que le robaran sus valiosos tesoros. Estas reproducciones con cristales Swaroski eran tan reales, que una vez fue detenida en uno de sus viajes por inspectores de aduanas que se rehusaban a creer que eran imitaciones.

María Callas luciendo un collar de perlas


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