lunes, 1 de diciembre de 2008

Caritas Pintadas

foto: Negib Giha para LEVEL; make-up: Sabrina Ayala
Producción Valeria Gallarini

Desde la antigüedad el maquillaje ha servido para realzar la belleza femenina. De hecho, desde épocas remotas toda cultura se adornó suntuosamente con pinturas y polvos por motivos estéticos, sociales y religiosos.

Hace 8000 los egipcios ya usaban base para aclarar su piel, sombreaban sus ojos de verde y pintaban sus labios de negro azulado o rojo. Las egipcias fueron las primeras en usar sombras brillosas, logradas moliendo los caparazones iridiscentes de ciertos escarabajos. Como las egipcias solían llevar los pechos al descubierto, tenían la curiosa costumbre de acentuar sus pezones con dorado y resaltar las venas de sus senos pintándolas de azul. Igualmente insólita era su costumbre de depilarse las cejas y aplicarse cejas postizas que se juntaban sobre la nariz creando un look cejijunto que hoy en día sería patético.

Tanto hombres como mujeres delineaban sus ojos con khol para que parecieran más grandes. Este polvo negro hecho de antimonio, almendras quemadas, plomo, ocre, ceniza y malaquita molidos, poseía cualidades desinfectantes y repelentes y protegía al ojo de los intensos rayos de sol del desierto. Los egipcios también creían que el khol servía para ahuyentar al mal de ojo, por lo que lo usaban por motivos estéticos, terapéuticos y supersticiosos. El khol sigue siendo utilizado hasta hoy en día.

Los griegos eran partidarios de la belleza natural. Solo las cortesanas pintaban sus rostros. Los romanos promovían todo lo contrario. Su amor por los excesos se extendió también al uso de maquillaje. El filósofo romano Plautus escribía: “una mujer sin maquillaje es como comida sin sal.” Las antiguas romanas pintaban sus caras con plomo blanco y tiza para llamar la atención y tenían en sus tocadores casi todos los productos de belleza que se pueden conseguir hoy en día.

En Japón, las antiguas Geishas acostumbraban pintar enteramente sus rostros de blanco gracias a una base hecha de polvo de arroz y plomo. Ellas también se depilaban las cejas y luego pintaban cejas falsas y rectas en su frente. Enrojecían el centro de sus labios con el jugo de unas frutas y para aumentar este efecto ennegrecían sus dientes con una mezcla de óxidos de hierro. Siempre dejaban libre de base una zona alrededor de la raíz del cabello que daba ilusión de estar usando una máscara. Lo mismo hacían con una zona de la nuca.

En el Medioevo, la tez pálida significaba que la persona era suficientemente rica como para no trabajar en los campos. Las bases contenían plomo y arsénico y su uso continuado terminaba deteriorando la piel y ocasionando numerosas muertes. Famoso fue el caso de la Signora Toffana, que vendía a damas de la corte Italiana un polvo para el rostro que dejó viudas a muchas mujeres; cuyos maridos al besarlas, ingerían involuntariamente el arsénico contenido en su fórmula.

El colorete era igual de peligroso pues contenía el venenosísimo sulfuro rojo de mercurio. Como estaba en los labios era muy fácil de ingerir. Se podría decir que estas mujeres eran auténticas “femmes fatales” por la cantidad de veneno que tenían esparcido en sus rostros. El mercurio y arsénico también causaban numerosos abortos, partos prematuros y deformidades congénitas en sus hijos.

El maquillaje jugó un papel muy relevante en mantener la imagen de Reina Virgen de Isabel I. Ella usaba una espesa base blanca para disimular las arrugas y cicatrices de viruela que marcaban su rostro y mantener viva su legendaria imagen de “reina y diosa”.

En las cortes francesas del siglo XVII, se introdujo el rouge rojo y el maquillaje excesivo para dar una imagen de salud y alegría. Sin embargo lograban un efecto totalmente contrario. En 1792, la revista británica “Gentlemen’s Magazine” afirmaba que las francesas, con sus pelucas blancas y sus caras rosadas parecían ovejas desolladas.

En la Inglaterra Victoriana, el maquillaje fue aborrecido y asociado con las prostitutas y hasta fue considerado por muchos escritores de la época como pecaminoso. De hecho, las prostitutas usaban colorete en sus mejillas, bocas, pezones y genitales para imitar el rubor natural que se produce en distintas partes del cuerpo al tener sexo. La Reina Victoria sostenía con firmeza que el maquillaje era vulgar y quienes lo usaban eran maleducadas.

En esta época, las mujeres de alta sociedad añoraban verse pálidas y frágiles. Para lograrlo, bebían vinagre y arsénico y evitaban el sol. La piel bronceada era considerada del populacho. Este look pálido a veces necesitaba la ayuda de un poco de rubor para evitar que las confundieran con zombis. Pero siempre tenían que hacerlo muy discretamente ya que el maquillaje era muy mal visto. Las mujeres de la sociedad victoriana recurrían a la misma técnica que habían usado las egipcias miles de años antes: pintarse las venas del escote en azul para que pareciera que su piel era tan traslúcidamente clara que dejaba ver sus venas.

El maquillaje recién volvió a ser aceptado a fines del siglo XIX. Pero si bien las damas de la sociedad lo usaban no lo admitían públicamente ya que lo ideal era ser una belleza natural. Los locales de ventas de cosméticos tenían puertas traseras muy discretas para que las clientas a quienes les daba vergüenza ser vistas comprando maquillaje entraran sin ser notadas. En esta época eran muy populares los polvos en papel que al ser puestos sobre el rostro liberaban un polvito muy discreto y suave que eliminaba el brillo y daba a la piel una apariencia más tersa. Las mujeres también se embellecían discretamente con lo que tenían a mano. Por ejemplo, usaban fósforos quemados para oscurecer sus pestañas y pétalos de flores humedecidos para colorear sus labios.

Curiosamente, la primera “Avon Lady” fue en realidad un hombre, el vendedor domiciliario David McConnel, quien en 1886 empezó a vender cosméticos a domicilio. Las mujeres preferían comprar a domicilio en esta época en la que difícilmente una se admitía en público el uso de maquillaje, por lo que su iniciativa fue muy bien recibida.

Curiosamente, el maquillaje vuelve con furor a inicios del siglo XX de la mano de los movimientos de liberación femenina. Los labios rojos y colores dramáticos acentuaban el recién ganado espíritu de libertad de las mujeres. En 1900 aparece el primer colorete en tubo de la mano de Guerlain. Helena Rubinstein y Elizabeth Arden abren salones de belleza que las hacen millonarias. En 1909 Max Factor abre su primer estudio de maquillaje en Hollywood y da inicio a lo que sería uno de los más grandes imperios de la cosmética.

Para los años 20 el maquillaje ya estaba totalmente aceptado, incluso era considerado elegante aplicarse colorete y polvos en público (cosa que unas décadas atrás era inaudita). El colorete tenía un rol fundamental en el maquillaje, los labios empezaron a pintarse de colores cada vez más intensos. Las cejas eran depiladas completamente y luego delineaban una fina raya con lápiz y empezaron a causar furor las pestañas postizas.

Entre los años 1930 y 1950, las estrellas de Hollywood definían el estilo de maquillaje. El look de muñequita de Mary Pickford, las cejas fuertemente marcadas de Ava Gardner y los ojos delineados de Audrey Hepburn eran imitados por todas las mujeres. El Tecnicolor que introduce las películas a colores revoluciona por completo el maquillaje. En los 50 la base "pan cake" de Max Factor, usada para borrar todas las imperfecciones de los rostros perfectos de las actices, empieza a ser comprado masivamente por las mujeres que anhelaban lucir rostros impecables como el de las bellísimas estrellas de la época. La influencia de Hollywood se vuelve más notoria en los años 60 con la película "Cleopatra", tras la cual todas las mujeres empezaron a delinear sus ojos al estilo egipcio, imitando a Liz Taylor.

A fines de los 60 la moda empieza a ser la mayor influencia en el maquillaje. La diseñadora Mary Quant (la inventora de la minifalda) lanzó una línea económica de sombras, coloretes y rubores en los más variados y vistosos colores. Sus productos venían con instrucciones para lograr el tan anhelado look de la modelo Twiggy. Éstas indicaban como aplicar el rubor bajo los pómulos para afinar el rostro y las pestañas postizas para agrandar la mirada.

En los 70 se genera un retorno al look natural, pero logrado con sombras claras y de colores tierra. En 1971 Max Factor lanza el primer maquillaje a prueba de agua. Los 80 rompen por completo el look natural. Las sombras perladas y los colores intensos vuelven con todo. Recuerden que esta era la década de los Carrington: todo era exceso. Aparecen los primeros coloretes de larga duración que acompaña a la mujer ejecutiva de la década que debía verse impecable todo el día.

Desde los 90 la industria del maquillaje ha ido mejorando cada vez más con ayuda de la ciencia y tecnología. Los productos se liberaron de sus componentes tóxicos y se volvieron multifuncionales. Ahora es fácil encontrar en el mercado un colorete que colorea los labios y los mantiene humectados, o bases con protección solar y agentes anti-arrugas. Por otro lado la cosmética ha avanzado tanto que se han creado bases que rellenan las arrugas y brillos que hinchan los labios para que se vean más voluptuosos.


Hoy en día las mujeres admitimos sin vergüenza que tenemos las caritas pintadas. Nos ponemos maquillaje hasta para ir al súper y en las mañanas en que amanecemos con la cara revuelta, el maquillaje es nuestro principal aliado para al menos intentar disimularlo.

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