jueves, 6 de agosto de 2009

Salvador Dalí: Un pintor Gastro Estético

El excéntrico y polémico genio surrealista Salvador Dalí (1904 – 1989) cargaba sus obras de simbolismos y asociaciones inconscientes y oníricas. A través de ellas hizo patente sus influencias, sus amores y sus fobias. La comida, muy presente en la vida y en la producción del pintor, adoptó muchas formas en sus obras, en las cuales los alimentos, principalmente panes, huevos, leche, chuletas, sandías y pescados, servían como recursos simbólicos únicos al universo Daliniano. La manera casi obsesiva con la que los pintaba, delata su fascinación con la gastronomía, a la cual consideraba un arte, diciendo: “Cocinar y pintar son artes afines. Cuando cocino, añado un poco de esto y un poco de aquello. Es como si mezclase los colores.” Aseguraba además que el órgano más filosófico del hombre es la mandíbula pues es su contacto con la realidad.

Ya de pequeño, Dalí manifestó interés por la gastronomía, afirmando: “a los seis años quería ser cocinero. A los siete quería ser Napoleón. Desde entonces, mi ambición no dejó de crecer, como mi delirio de grandeza”. De niño, acostumbraba comer con su padre una delicia muy catalana: erizos de mar recién pescados en las aguas del Mediterráneo en el pequeño pueblo pesquero de Cadaqués. Como todo catalán era amante del buen comer. Este amor por la buena mesa lo llevó incluso a explorar el arte de la cocina, pasión que compartía con su esposa y musa Gala, publicando un libro “Les Diners de Gala” (Las Cenas de Gala).

Lo publico a los 68 años, cuando ya el mundo del Arte lo había consagrado como genio. Tal vez este libro fue una manera de cumplir aquel deseo infantil de ser cocinero. Su libro de cocina no podía estar exento de surrealismo, por lo que entre sus extravagantes recetas, incluye algunas imposibles, como la de cómo cocinar un ave viva sin que muera en el proceso. El libro está profusamente ilustrado con ilustraciones del artista y fotos que muestran los exuberantes platos artísticamente presentados por el pintor. Este libro revela la visión teatral que Dalí tenía de la gastronomía y su gran fetichismo culinario.

El libro contiene un total de 55 recetas. Para recopilarlas, Dalí recorrió los más famosos restaurantes parisinos: Maxim’s, Lasserres y La Tour d’Argent. Sus chefs colaboraron prestándole 21 de sus recetas más elaboradas para incluirlas en el libro. En Maxim’s le mostraron el menú que habían elaborado especialmente para una cena de gala realizada en 1971 en Persépolis con motivo de los 2500 años de la Fundación del Imperio Persa. Este festejo reunió a casas reales y jefes de estado de todo el mundo en una fastuosa cena organizada por el Sha Mohamed Reza Pahlevi y la emperatriz Farah Diva. Al leer el fabuloso menú, relacionó la cena de gala con el nombre de su musa surgiendo así la inspiración para el título de este libro de gastronomía Daliniana: “Les Diners de Gala”.

En el libro, Dalí inventa términos como “gastro estética” añadiendo: “Solo me gusta comer aquello que tiene una forma inteligible. Si odio a aquel detestable y degradante vegetal llamado espinaca, es porque es informe, como la Libertad.”

Pero la principal manera a través de las cual Dalí manifestó su fascinación por la gastronomía fue en sus pinturas. Para Dalí la comida es un símbolo y a la vez una fuente de inspiración.

Un ejemplo de esto es el hecho de que la idea de sus famosos relojes blandos le vino tras comer un queso camembert, cuyos restos quedaron sobre la mesa. Según el propio Dalí relata en su auto biografía “La vida Secreta de Salvador Dalí”, como era muy tarde miraba al reloj. Estaba meditando sobre los problemas filosóficos de las materias dura y blanda. Este pensamiento lo llevó a un cuadro inacabado suyo que mostraba un paisaje de un atardecer melancólico con un olivo seco y rocas. En un destello de originalidad se le ocurrió fundir el reloj de la pared y el queso camembert en una sola imagen. Así nació “La Persistencia de la Memoria” uno de los cuadros más icónicos del surrealismo y tal vez el más representativo de su obra.

Otro elemento recurrente en la obra de Dalí es el pan, la base de la alimentación de casi todas las culturas. El pan para Dalí era un símbolo de pureza, que por supuesto siempre ha estado ligado a la tradición religiosa como fruto de la tierra y del trabajo del hombre y símbolo de la carne de Cristo. En su obra “La Madonna de Port Lligat” el niño Jesús, tiene una abertura en su tórax donde se encuentra un pedazo de pan. Dalí lo describió como “un tabernáculo en el cuerpo de Jesús que contiene el pan sagrado”. En su “Última Cena” de 1955, Dalí hace del pan un protagonista del lienzo. El pan, junto al vino, es el único alimento que aparece en este cuadro. Dalí reduce los elementos simbólicos al mínimo, poniendo énfasis en el momento en que Cristo se despide de sus discípulos y tomando el pan, lo parte y lo ofrece a sus discípulos diciendo: “Tomad y comed todos de él, este es mi cuerpo, que será entregado por vosotros para el perdón de los pecados.”

A Dalí también se le ocurrieron otras maneras menos solmenes de utilizar al pan en sus obras, mandando a fabricar marcos de pan para sus cuadros. Incluso una vez pidió al célebre panadero francés Poilane, que hiciera una cama con mesas de luz de pan. Cuando el panadero le preguntó el porqué de esto, el excéntrico y divertido Dalí le contestó que era la única manera de saber si tenía ratones en casa. Para la feria de París de 1958, mandó hacer un pan de 12 metros y lo presentó en plena explanada de los Inválidos en otro de sus teatrales montajes.

El huevo, símbolo de fecundidad, también aparece repetidamente en sus cuadros. El huevo, que contiene el germen del sujeto por nacer, es algo que Dalí conecta a lo prenatal e intrauterino, simbolizando además la esperanza, pues el huevo protege toda la potencialidad del ser humano. En su cuadro “Niño geopolítico observando el nacimiento del hombre nuevo" (1943) un nuevo hombre nace de un huevo, que es también la tierra, liberándose, al romper el huevo de su propio pasado.

En “ Gala con dos chuletas de cordero en equilibrio sobre el hombro” (1933) justifica la presencia de las chuletas diciendo: “me gustan las chuletas y me gusta mi mujer, no veo ninguna razón para no pintarlas juntas.” Aquí las chuletas juegan el papel de símbolos amatorios y representaciones oníricas del erotismo como alimento. Entre los dos, seguro que para Dalí, su gran musa era el manjar más exquisito.

La influencia artística y culinaria de Salvador Dalí incluso originó en tiempos recientes un movimiento llamado “Gourmet surrealista”, en el cual cocineros como Bob Blumer, se inspiran en el artista para crear con ingredientes comunes di­vertidos platos muy alejados de la realidad.

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