lunes, 9 de julio de 2012

LAS CHICKFLICKS Y YO: TODO LO QUE APRENDÍ DE LAS COMEDIAS ROMÁNTICAS


Seamos honestas, todas las amamos, todas queremos ser como sus heroínas y todas soñamos en vivir una historia de amor como las que nos enseñan desde la pantalla. El 90% de las mujeres basamos nuestro ideal romántico en ellas. Tal vez seamos tontas en hacerlo, porque los romances de la vida real tienen más de drama que de comedia, pero soñar es gratis. Como dice mi regia amiga María Eugenia, “las comedias románticas nos enseñan que la única manera de vivir es la del eterno optimista y por más bola que sean estas pelis, ¡qué gusto da hacerse la película en la cabeza y creerse el cuento!”

En lo personal, creo que todas las comedias románticas que he visto en mi vida me han enseñado muchísimo y he decidido compartir esta sabiduría con ustedes. Antes de continuar quiero agradecer a mi amiga Carla, por ayudarme a preparar esta lista de las comedias románticas más inspiradoras y educativas. Esta lista debería ser la biblia fílmica de toda mujer inteligente. ¡A tomar nota!

Flashdance (1983): ¡Amo el mensaje de esta peli! Nunca dejes de creer ni sudar por lo que te apasiona que tus sueños se pueden volver realidad por más baldazos de agua fría que ligues en el camino. Todo tu esfuerzo será premiado honey y terminarás bailando “Oh What a Feeeeling” frente a todas las mamarrachas que desacreditaron tu talento.

La chica de Rosa (1986):  Pretty in Pink nos enseña el ABC de las lecciones de vida de las comedias románticas, lecciones que se repiten en todas y cada una de las comedias románticas: A) Que el reino de las chicas populares en el cole tiende a acabarse la noche de graduación,  B) que los hombres siempre terminan prefiriendo a las chicas interesantes por encima de las populares y C) que los chicos solitarios, subestimados y hasta algo nerd, tienden a convertirse en mejores galanes que los churritos de turno. Hello, think Bill Gates. En esta era del ciber espacios apuesten por los nerds, capaz que termines casada regiamente con un futuro Bill Gates.

Dirty Dancing (1987): Baby tenía miedo a bailar, a ser ella misma, a probar cosas diferentes, a desafiar las reglas y convenciones…. En fin le tenía miedo a todo, la muy gil le tenía miedo hasta a los músculos de Johnny. Pero con el transcurrir de la cinta va adquiriendo la seguridad como para brillar y  gritar al mundo: “¡Nadie pone a Baby en un rincón!” La lección de esta peli es ELEMENTAL: no le teman a nada, por más loco o imposible que parezca, por más de que no logres saltar a los brazos de Johnny, le podrás cantar al mundo a todo pulmón “I’ve had the time of my liiiifeee” y ¡Quien te quita lo bailado! ¡A bailar se ha dicho!

Hechizo de Luna (1987): Esta peli tiene una lección básica para las más mayorcitas. Que lleguemos tarde a la fiesta no significa que tengamos que contentarnos con los restos. Especialmente, cuando los restos tienen un hermano menor irresistiblemente churro. No le tengan miedo a las diferencias de edad, que nada levanta la auto estima como un boy toy a tu entera disposición.

Cuando Harry Encontró a Sally (1989): ¡Claro que Los orgasmos se finjen y ooobvio que ellos se lo creen! Explotá al máximo tus dotes histriónicos y que tu pareja siga convencidísimo que es una máquina. ¡Esta mentirita piadosa te servirá en algún momento como un as bajo la manga para reventarle la burbujita cuando sea justo y necesario!

Pretty Woman (1990): Esta peli tiene lecciones fundamentales para vivir una vida libre de mojigaterías del siglo pasado. Lección N°1: ¡Basta de hacerse las mojigatas que las chicas fáciles también se casan! ¡Hello! Miren a su alrededor. ¡Lo de hacerse la casta ya fue! Lección N°2: cuando todo lo demás parece fallar, sacá la artillería pesada. No hay hombre que se resista a un vestido sexy entallado y escotado. Lección N°3: ¡Que no te dé vergüenza que pague él! Ya sabemos que las chicas bien no son despilfarradoras y son consideradas con el bolsillo de sus parejas. ¡Pero pooooor favooooooor! ¡No hay nada de indigno en exigir lo que te merecés! ¿Qué preferís, ser una chica bien tonta manejando un Corolita, o una bien descarada al volante de un X5? ¡Que no sea que por hacerte la considerada y austera te quedes sin el shopping spree de tu vida! ¡Please por favor, dejá que papichulo  pague tus cuentas, que no sea que lo que le ahorras lo termine gastando en otra más viva! 

Sleepless in Seatle (1993): Recuerden nunca hacer una cita con el ciber chongo en un lugar público sin antes darse el número de celular por si las pulgas que como dice mi amiga Olga, ¡el destino es fulero hasta en las chick flicks!

Clueless (1995): Esta película es un clásico absoluto en mi videoteca, que nos enseña a aferrarnos con fuerza a nuestra burbuja para que nada NI NADIE nos la rompa! Como ya he dicho en reiteradas ocasiones, ¡no hay mujer más feliz que una hueca! 

El Club de las Divorciadas (1996): Esta graciosísima cinta nos enseña que no hay más dulce que la venganza, ni nada más espectacular que reír al último pero su principal lección es la siguiente: en un divorcio siempre sigan el lema de Yvanna Trump: “No se queden con un enojo, quédense con TODO”. ¡He dicho!

La boda de mi mejor amigo (1997): Esta es la peli favorita de amiga Ro y una de las comedias románticas con la lección más poderosa: cuando te rompan el corazón, hay que contar siempre con un amigo que te rescate en el momento preciso. Tras las miles de estrepitosas caídas que una se pega en la pista de baile de la vida, por más que una termine renga, ciega, tartamuda y convencida de que nunca volverása bailar, es FUN-DA-MEN-TAL contar con un amigo regio, elegante, estiloso, carismático, con el corazón de oro con cristales de Swarovski, siempre listo para sostenerte la mano y ayudarte a seguir bailando. Lo más probable es que, al contrario de la Roberts, en la vida real tu mejor amigo sea absoluta y fabulosamente Gay, como lo son la mayoría de los solteros churros, interesantes y pintones de nuestra edad. ¡Mejor aún! Tal vez no haya matrimonio, ni siquiera sexo (que sacrilegio) ¡pero ponele la firma que con él siempre va a haber MUCHISIMO baile! ¡We are Young!

Tienes un email (1998): Para muchas de nosotras esta fue la guía for dummies para nuestros primeros cyber romances, pasamos a esperar ansiosas frente al teléfono a esperar como pelotudas frente a la compu para que llegue el bendito mail del galán de turno. Los primeros chats se convirtieron en la antesala de lo que hoy son los romances de texto. (La otra vez me contaba una amiga que su novio rompió con ella por mensajito. ¡COBARDE!) Volviendo al tema, la lección es una muy BÁSICA: por más que los cyber romances sean muuucho más fáciles apuesten siempre por los galanes de carne y hueso, ¡que no sea que tu ciber chongo sea un odioso adefesio que encima se dé el tupé de romper contigo por mensajito de texto! 

Novia fugitiva (1999): Este chick flick  tiene dos lecciones IM-POR-TAN-TI-SI-MAS que te conviene bordar en punto cruz en tu almohada para no olvidarlas nunca. Lección Nº1: Honey, si dudás, ¡corré por tu vida! Más vale el escándalo de dejar plantado a tu galán en el altar que años de lágrimas y arrepentimiento. Lección Nº2: El slogan de la peli lo dice todo: “Catch her if you can…” (Atrápala si puedes).Esta peli nos enseña claramente a seguir nuestro propio camino, y hacer que sea el hombre quien nos siga. Mientras no aparezca el susodicho que pueda aguantar tu ritmo y que se interese más en acompañarte en el camino que en desviar tu rumbo, seguí concentrada en perseguir tus pasiones, ¡no pierdas nunca tu tiempo en seguir a un par de pantalones!

Miss Simpatía (2000): Esta peli nos enseña que por más de que tengas la gracia de una parturienta en cuclillas, una sonrisa a prueba de balas y una actitud positiva te llevarán a conquistar lo imposible. Otra cualidad que te llevará lejos en la vida es la caradurez, no le tengas miedo a protagonizar el papelón de tu vida, con un poquito de suerte y una sonrisa enorme capaz que hasta te salga bien. Probablemente la miss que contestó que Confucio era un “chino-japonés” que inventó la confusión no haya salido ni siquiera segunda princesa, pero al menos tuvo sus quince minutos de fama en Youtube.

Legalmente Rubia (2001): ¡La adorable Elle nos enseñó a animarnos a romper los paradigmas! ¡Quien dijo que por ser rubia y hueca estás obligada a ser tonta. Como diría Elle Wood a la jueza: “¡Me opongo!” Recuerden mis queridas, que las rubias y huecas son y siempre serán las más vivas.

El Diario de Bridget Jones (2001): Nunca jamás lleves un bombachón a una cita, por más que sea la primera. Una mujer inteligente siempre debe estar lista para la guerra. Dejale los bombachones a tu abuela, que ni disfrazándote de conejita de playboy lo vas a volver a conquistar tras la lamentable exhibición de tus calzones. 

Bajo el Sol de la Toscana (2003): Mis queridas recuerden siempre la lección de esta impecable película: cuando las cosas parecen no ir tan bien, nunca viene mal un viajecito. Un cambio de escenario puede acarrear excitantes cambios a tu vida. ¡Por más de que mis palabras se asemeja al horóscopo del día, no dejan de ser ciertas!

Sin lugar a dudas las comedias románticas, por más detestables que sean para nuestras medias naranjas, ocupan un lugar inamovible en nuestro corazón e influyen de sobremanera en la idea que tenemos del amor. Ellas nos hacen más tolerable las rupturas, nos inspiran a seguir buscando a nuestro siempre elusivo príncipe azul y nos enseñan, como dice mi amiga Sandra Cáceres, que con humor todo es más llevadero. Pero lo más importante es que siempre, pero siempre nos alientan a creer que puede haber un final feliz.

martes, 3 de julio de 2012

Scott Schuman: El fotóblogger


Hace siete años, cuando Scott Schuman empezó a cargar las fotos que había tomado en las calles de Nueva York de transeúntes que habían llamado su atención no podría haberse imaginado del impacto que este simple hecho tendría. No sólo saltaría a la fama, convirtiéndose en uno de los fotógrafos it del mundo de la moda, sino también crearía una nueva tendencia en la blogesfera fashionista, influenciando tanto a otros bloggers como a importantísimos insiders del mundo de la moda.

Hoy gracias a la enorme influencia de su blog fotográfico “The Sartorialist” las veredas de las grandes capitales de la moda ven más flashes que los propios desfiles y cualquier fashionista con un iPhone puede retratar su propio camino hacia la fama blogera posteando sus propios looks u obrando de coolhunter posteando los streetstyles de otros.

El lente del Schuman ha capturado a los personajes más variados y chic ya sea del mundo de la moda o simples transeúntes bien lookeados; ya sea una editora vestida de pies a cabeza de grandes marcas como Anna dello Russo, Carine Roitfeld, Emmanuelle Alt y otras famosas voguettes o una simple estudiante de arte con buenas piernas y un look llamativo creado con prendas vintage. Sea quien sea que llame la atención de su lente, desde personajes famosos a absolutamente anónimos, todos tienen algo que los hace especiales. Todos son naturalmente chic. ¡El ojo de Schuman jamás falla a la hora de elgir sus sujetos!

En cuanto a su vida personal, Scott es originario de Indiana. Egresó de la universidad con un título en mercadeo de indumentaria y antes de convertirse en un padre full time trabajaba como director del departamento de moda de su propio showroom, posición que dejó para dedicarse a criar a su hija en Setiembre de 2005. Al mismo tiempo empezó a dedicarse a la fotografía como hobbie. Se inscribió a unos cursos que le habían dejado la costumbre de llevar su cámara digital a todas partes fotografiando a gente que veía en las calles y le parecía interesante por su estilo y onda. 

Schumann empezó su foto blog “The Sartorialist” con la simple idea de crear un diálogo con otros navegadores del ciberespacio interesados en la moda y su relación con el día a día. La inspiración le vino al ver el blog de diseño interior *Sponge de la escritora neoyorquina Grace Bonney. Le llamó la atención como en alguno de sus posts había como 30 comentarios y le pareció maravilloso generar esa interacción. Se le prendió la lamparita y cargó a su propio blog una serie de fotografías que había sacado de algunos hombres muy bien vestidos en el Fulton fish market de Nueva York. 

Poco a poco fue cargando todas estas fotos a su blog, a veces escribiendo algunos comentarios bien cortitos. Sus primeros sujetos eran gente real, anónima pero con un agudizado olfato para lo cool. Al poco tiempo su blog se convirtió en un hit en internet, convirtiéndose en una lectura habitual tanto para fashionistas interesados en la moda como para los propios artífices de la moda. Su blog no tardó en captar la atención de las principales revistas de moda, quienes empezaron a interesarse en su distintivo estilo fotográfico, tan natural y real. A menos de un año de la creación de su blog fue contratado por los Condé Nast para colaborar en el flamante blog de style.com cubriendo los desfiles de los más importantes desfiles de los fashion weeks de Milán, Nueva York, Londres y París. Luego fue contratado por la revista GQ, especializada en moda masculina.

Colaborando con estas grandes  publicaciones y sus respectivos sitios su popularidad fue aumentando paulatinamente. Al poco tiempo su blog “The Sartorialist” empezó a atraer atención a nivel global lo que lo llevó a dedicarse exclusivamente a convertir su blog en un negocio.

Los altísimos niveles de tráfico de su sitio con millones de páginas vistas cada mes y sus grandes auspiciantes hacen suponer que Scott Schumann gana aproximadamente un millón de dólares por año sólo con su blog. Esto lo ubica en un nicho donde muy pocos bloggers han llegado.

A la par que su blog se convertía en un referente de la moda, el trabajo de Scott Schuman, prácticamente un fotógrafo amateur al momento de empezar su blog, empezó a ser requerido para importantísimas publicaciones de la industria de la moda como GQ, Vogue Italia, Vogue Paris, Interview.  Luego llegarían las grandes campañas para Nespresso, DKNY Jeans, OVS, Absolut y Burberry. Su fama creció tanto que también apareció frente al lente posando para campañas para The Gap y Verizon.

En el 2008 una renombrada galería neoyorquina exhibió sus trabajos fotográficos, los cuales también fueron puestos a la venta como auténticas obras de arte. La exhibición fue un suceso inmediato vendiendo más de 50 fotos de entre 1500 y 4000 dólares cada una. En el 2009 la editorial Penguin publicó una antología de sus fotografías que se convirtió en un bestseller vendiendo más de 100.000 copias y siendo traducido a varios idiomas. Además su trabajo ya ingresó a famosos museos como el Victoria & Albert y el Museo Metropolitano de Fotografía de Tokyo. También una muestra retrospectiva de su obra recorrió varias ciudades americanas y europeas.

Con todos esos logros cosechados en tan poco tiempo, merecidamente fue nombrado como uno de los 100 personajes más influyentes del mundo de la moda y el estilo por la revista Time. 

Por las páginas de su blog pasan centenares de personas que comparten la cualidad de lucir elegantes sin el mayor esfuerzo. También pasaron las calles de Manhattan, los bulevares de París y los adoquines de Milán. Luego se sumaron otras ciudades como Berlín, Sídney, Ámsterdam, Copenhague  y Londres y sitios más exóticos como Nueva Delhi y Río. Pero no se trata sólo de las prendas que se llevan en las calles de estas ciudades, sino de sus habitantes.

Cualquier individuo interesante que se cruzase frente a su lente podía ser protagonista por un día. El único requisito era resultar “inspirador”. Que el radar de Schuman fije a uno como objetivo ya en sí es todo un elogio. Muchos de los sujetos más habituales de Schuman se han convertido en personajes celebrados por style bloggers de todo el mundo. Como un habitué de su página, el sastre milanés Lino Ieluzzi, quien antes de ser un sujeto recurrente en las páginas del blog, era sólo el anónimo propietario de una coqueta boutique en Milán, pero que hoy suscita fascinación por su icónico estilo, gracias obviamente a los retratos de Scott Schuman. 

Observando sus fotografías se hace patente que Schuman, además de retratar el estilo de sus sujetos, también intenta capturar su espíritu interior. El mismo asegura que: “no intento hacer un reportaje sobre una cartera; sobre quien lleva tal cartera o quien luce tal vestido. No estoy haciendo un reportaje a gente. Lo que estoy buscando es siempre una cierta gracia.” Su explicación resulta totalmente acertada, pues es la gracia de sus sujetos lo que trasluce en cada una de sus tomas. Sus sujetos tienen todos un encanto y una confianza que los destaca de la multitud y que Shuman logra capturar con maestría con su cámara. Pero tal vez el mayor atractivo de las tomas de The Sartorialist sea el hecho que tanto la moda como los personajes que las llevan son reales. No están sacados de una revista, no son modelos estilados para una producción fotográfica, sino gente que lleva puesta la ropa que eligió de su ropero por la mañana.

Scott Shuman se considera a sí mismo como “un soñador romántico, que intenta mostrar una parte bonita de la persona que se acaba de encontrar en la calle.” En cuanto a su trabajo asegura que le encanta el aura de misterio de las fotografías que toma pues “a muchos de los retratados jamás los volveré a ver... y me gusta ese misterio. Y si a veces las fotografías parece que revelan algo sobre las personas... apenas enseñan una parte de ellas, una idea abstracta de lo que son. Para mí, es más estimulante y divertido que sea así, más romántico e inspirador.”


La actual pareja de Scott es además otra blogger super estrella, la fotógrafa, escritora e ilustradora Garance Doré. Juntos conforman uno de los dúos más influyentes del mundo fashion del ciberespacio.
Con su impecable trabajo, ojo infalible y pasión por lo que hace, Scott Shuman ha marcado la evolución de los llamados fotoblogers, siendo seguido diariamente por cientos de miles de personas que encuentran en su trabajo una visión fresca y diferente de la moda real, la que se lleva en el día a día y que no se ve en las grandes pasarelas sino en la calle.

Jim Nelson: El metro editor


“Creo que hay dos cosas a las cuales responde el lector: el estilo y la personalidad”
-         Jim Nelson
Tal vez el nombre no les suene, pero estoy segura que están familiarizados con su trabajo. Jim Nelson es nada más y nada menos que el editor de una de las publicaciones más leídas por los metrosexuales del mundo: la revista GQ. La misma se enfoca en la moda, el estilo y la cultura masculina, con artículos sobre comida, cine, salud, sexo, música, viajes, deportes, literatura, tecnología y estilo de vida dirigidas al público masculino. Pero sobretodo, GQ es considerada la biblia de todo metrosexual.
Esta publicación tiene la reputación de ser una de las más sofisticadas y exclusivas entre las demás revistas orientadas al mismo género. Lanzada en Estados Unidos en 1957 bajo el nombre de “Gentlemen’s Quarterly”, desde 1983 ingresó al imperio editorial de Condé Nast Publications. A partir de ese momento se introdujeron cambios en la revista como artículos que iban más allá de la moda y lanzando ediciones internacionales de la revista consistentes en adaptaciones regionales de la versión norteamericana.
Su asociación con la metrosexualidad se debe a que el término mismo de “metrosexual” fue acuñado en los años noventas por el escritor Mark Simpson, columnista del diario británico “The Independent”, refiriéndose a una visita a una exhibición de la revista GQ en Londres.
En febrero de 2003, Jim Nelson fue nombrado editor en jefe de GQ, formando a partir de ese momento parte de la historia de esta prestigiosa publicación internacional. Desde su llegada a GQ, Jim enfocó la publicación hacia lectores más jóvenes, incorporando contenido redactado de forma más casual y refrescando el estilo general de la revista.
Jim Nelson nació el 8 de marzo de 1963 en Greenbelt, Maryland, graduándose de la Universidad de Notre Dame con un título en Estudios Americanos. Al salir de la universidad a mediados de los 80’s decidió orientar su carrera hacia el periodismo televisivo, trabajando como escritor y productor para CNN. Al comienzo el periodismo le atrajo enormemente, siendo él mismo un autoproclamado adicto a las noticias. Pero luego de un tiempo empezó a sentir que escribir las noticias no le daba lugar para expresar su lado creativo. Buscando expandir su innata creatividad y soñando con escribir guiones para películas, se mudó a Los Ángeles y terminó trabajando un tiempo en Hollywood como asistente de guionista para varias comedias televisivas.
El mundo de las revistas llegaría inmediatamente después. Por pura coincidencia encontró unos amigos que estaban trabajando para una de sus revistas favoritas: “Harper’s Magazine” y éstos le ofrecieron un pequeño puesto en la revista que no pudo rechazar. Al comienzo sólo colaboraba con la misma desde afuera, encontrando ensayos, obras de arte, películas y libros a ser utilizados en la revista. El trabajo le gustó tanto que dejar Los Ángeles para mudarse a Nueva York, donde aplicó para un trabajo como pasante en la revista, algo difícil de hacer cuando se tiene 30 años. Pero estaba tan determinado que ser un pasante treintañero y trabajando sin sueldo no logró desmotivarlo.  Se encontraba trabajando para su revista favorita, haciendo cosas que amaba, aprendiendo rápidamente todo lo que tenía que aprender de este nuevo mundo que lo fascinaba y al poco tiempo fue contratado por la revista como escritor. De 1994 a 1997 se desempeñó como editor en Harper’s Magazine, donde era responsable de la sección de lecturas. Paralelamente publicó artículos para prestigiosas publicaciones como la revista del New York Times, Gourmet y Food & Wine.
En 1997 entró por primera vez al plantel de la revista que hoy lidera, desempeñándose como Editor Senior, asignando artículos y editando el trabajo de los prestigiosos escritores y colaboradores de la revista y trabajando bajo la supervisión del entonces editor en jefe, Art Cooper. En el 2002 se convirtió en editor ejecutivo y al año ya se encontraba reemplazando a su anterior jefe.
Bajo su dirección, GQ fue nominada a más de 36 premios vinculados al mundo de las revistas, llevándose varios premios de gran importancia en el medio por sus artículos, fotografías y excelencia en general. Además de su trabajo de editor en jefe, Nelson sigue escribiendo artículos para la revista. Bajo su dirección se han hecho colaboraciones creativas con fotógrafos del calibre de Bruce Weber, y más adelante se ha invitado a bloggers a participar como columnistas e incluso Scott Schuman, mundialmente famoso por su blog “The Sartorialist” es un colaborador fijo de la revista.
Cuando Jim tomó el control de la publicación, la revista de 800,000 ejemplares de tirada había bajado sus ventas en quioscos de más de 300,000 ejemplares por mes a menos de 190,000 en la segunda mitad de 1997. Gracias a la llegada de Jim, la revista pudo renovar su contenido, refrescándolo y adaptándola a un público más joven, logrando al poco tiempo elevar las ventas un 5.3%.
Gracias a Jim Nelson, la revista, que se encontraba perdiendo la batalla frente a publicaciones con una identidad más definida, ganó una nueva y fuerte identidad propia. GQ se encontraba perdida entre un mundo de publicaciones masculina, algunas orientadas a los deportes y la salud como Men’s Health, otras orientadas hacia un público más intelectual como The Altantic y varias nuevas publicaciones británicas orientadas a la tecnología Stuff y al estilo de vida FHM. Afortunadamente Nelson supo introducir los cambios necesarios para crear una nueva identidad vinculada a la moda y las tendencias, gracias a la introducción de una nueva generación de escritores y fotógrafos de renombre internacional que lograron convertir a la revista en el equivalente masculino del Vogue. Nelson logró reposicionar exitosamente a la publicación, aumentando al poco tiempo su circulación en un 24 por ciento.
Nelson se entregó a la tarea de re imaginar la revista y revigorizarla con mucho entusiasmo y empeño. Gracias a sus aportes los artículos alcanzaron nuevas cimas, ¡elevando incluso el nivel de escritura de sus competidores! Pero es probablemente en el área de la fotografía donde más se ve su visión. En las producciones de moda, Nelson logró plasmar un verdadero fashion statement avocandose a una moda más simple, casual y accesible que se encuentra más cerca del lector. Según sus propias palabras “en GQ abrazamos el rol de orientar a los hombres en la moda. Amamos ser útiles, dar consejos, ayudar a los chicos a desarrollar su propio estilo.”
Gracias a su visión logró hacer más informal y moderno al contenido de la revista, que por mucho tiempo se centró en la moda más clásica, volviéndola atractiva a los lectores más jóvenes. También le fue útil para atrapar a este público el renovar el contenido y acortar el largo de los artículos, que en el manejo anterior se habían vuelto excesivamente largos y redundantes, haciéndolos así más dinámicos, concisos y entretenidos. Otra de los ases que jugó fue el de llenar las portadas con los rostros de íconos y celebridades sumamente populares.
Hoy en día Jim Nelson se encuentra a la cabeza de una de las revistas masculinas más prestigiosas del mundo. Gracias a su talento e innovación, GQ se mantiene firme en su liderazgo como biblia de moda del público masculino.

Ermenegildo Zegna



Hace cien años, Ermenegildo Zegna fundó una fábrica de tejidos en el pequeño pueblo Alpino de Trivero, Italia. El patriarca que da nombre a esta marca que hoy es sinónimo de elegancia masculina, no pudo haber predicho que su modesto emprendimiento llegaría a donde llegó en el siguiente siglo. Hoy Zegna es un coloso de la moda masculina, una marca de lujo reconocida en el mundo entero por la excelente calidad de sus productos.

Zegna creó su empresa exactamente en 1910, y rápidamente fue ganando prestigio por sus excelentes trajes de lana. Para la década del 30, la fábrica empleaba a más de 1000 trabajadores. En 1938 la empresa cruzó el océano, estableciendo la Zegna Woollens Corporation en Nueva York. Lastimosamente esta iniciativa que buscaba exportar los trajes a los Estados Unidos, se vio truncada por el inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Ermenegildo fue un visionario para su tiempo. Además de talentoso, emprendedor e innovador, también fue poseedor de una profunda filantropía que lo llevó a introducir muchos cambios en las condiciones laborales de la época. En los años 30 los empleados de las fábricas estaban acostumbrados a trabajar en pésimas condiciones. Ermenegildo tuvo la visión de crear un pueblo, donde el trabajar y contribuir siempre tuvieran el beneficio de la comunidad. En este pueblo hay un hospital, restaurantes, una piscina, tiendas y calles pavimentadas que llevan hasta las montañas, donde está el resort de esquí para los empleados de la fábrica.

Además de mejorar las condiciones de vida de los obreros, Ermenegildo también se preocupó por el medioambiente, y lo hizo en una época donde nadie lo hacía. Plantó medio millón de árboles en el pueblo, lo que luego dio origen a la Fondazione Zegna, una fundación que maneja un área protegida del bosque creado por los Zegna y varios proyectos caritativos en Africa e India. 

Ermegildo también se preocupó por innovar, investigando siempre e introduciendo numerosas mejoras en materia textil. Su interés por la innovación se mantiene firme en sus descendientes. Hoy en día producen tejidos de los más variados e innovadores, como telas impermeables, y unos géneros ultra livianos con los que confeccionan su colección para viajeros (cómoda y liviana); los tejidos cool effect con sus fibras resistentes a la luz solar que reducen la temperatura del cuerpo de 8 a 10 grados. Para el invierno tienen una línea llamada “Elements” compuesta por tejidos con celdas que se cierran y se abren para que la tela respire. También producen un tejido llamado micronosfera que es imposible de manchar. Pero sin lugar a dudas su tejido más cotizado es el Vellus Aureum, una tela de edición limitada de 12 micrones, más fina que el cashmere, que es considerado el género más fino del mundo. Esta tela se vende en cortes limitados de género, reducidos a 20 cortes aproximadamente por temporada.

Tras la guerra, en 1942, al incorporarse sus hijos Aldo y Angelo a la empresa, Ermenegildo cambió el nombre de la compañía por Ermenegildo Zegna e hijos. Si bien fue difícil volver a arrancar en los tiempos de post guerra, para 1955 la compañía ya estaba empleando a 1400 trabajadores.

Ermenegildo murió en 1966 a la edad de setenta y cuatro años, dejando a la marca líder en moda masculina a sus dos hijos: Angelo y Aldo. Los hijos de Ermenegildo no tardaron en hacer su aporte a la empresa. A los dos años añadieron a la sastrería y fábrica textil una línea de trajes pret a porter fabricados en la fábrica Zegna de Novara. 

Hoy en día la empresa sigue estando en manos de la familia Zegna, siendo liderada por el nieto del fundador, quien a pesar de llamarse Ermenegildo, como su abuelo, es conocido simplemente como Gildo Zegna. Además de seguir produciendo trajes para su propia marca, también se dedican a confeccionar trajes para otras casas de moda como Gucci, Yves Saint Laurent, Hugo Boss y Tom Ford. Las fábricas textiles de Zegna, producen al año 2,3 millones de metros de telas, convirtiéndose en uno de los productores más grandes de tejidos finos del mundo. Sus fábricas de lana, son la columna vertebral del éxito de la compañía, pues proveen la excelente materia prima con la que confeccionan sus trajes. Sus géneros son de renombre internacional por estar entre los tejidos más finos del mundo, siendo elaborado de lana, cachemir, mohair y vicuña. Incluso otorgan un premio cada año desde 1963 a los productores que logran la lana más fina.

En 1973 los Zegna abrieron una fábrica en España y otra en Suiza en 1977. Para 1999 los Zegna tenían ocho fábricas en Italia, dos en España, tres en Suiza, una en México y otra en Turquía. A pesar de que muchos de los trajes de Ermenegildo Zegna se producen en serie, la mayoría de los trajes premium siguen confeccionándose sobre medida.

Además de las fábricas, los Zegnas tienen boutiques y tiendas en todo el mundo. La primera fue abierta en París en 1980, seguida por la de Milán en 1985. Para el año 2010 ya contaban con 560 boutiques alrededor del mundo, de las cuales 300 eran controladas por la compañía Ermenegildo Zegna. 

Ermenegildo Zegna no sólo es famoso por sus finísimos tejidos y trajes, sino también por sus corbatas, camisas, sweaters, calzados y todo tipo de accesorios. Sus trajes cuestan entre 2,300 y 4.500 dólares dependiendo de si se trata de su línea de pret-á porter o de su línea Premium, la llamada “Ermenegildo Zegna Couture”. Esta última debe sus elevados precios al hecho de que cada traje está confeccionado “su misura”  (sobre medida) por los mejores sastres de Italia. Los clientes pueden adquirir estos trajes de cualquiera de las boutiques Zegna. En ellas se les toma el pedido junto con las medidas, permitiendo al cliente elegir cada detalle del traje según su preferencia, empezando desde el tipo de tela hasta los más mínimos detalles como costuras y botones. Además de las líneas de trajes, la marca lanzó en 1997 una línea más juvenil y económica llamada “Z. by Zegna”.

Al cumplir 100 años, la marca lanzó dos productos conmemorativos en colaboración con otras marcas. Junto a Girard Perregaux diseñaron un reloj que rinde homenaje a los orígenes del grupo, ya que Angelo Zegna, era relojero de profesión. Como Ermenegildo Zegna, el fundador de la compañía, siempre realizaba anotaciones muy precisas sobre la composición de los tejidos y especificaciones de los clientes, a mano con una pluma estilográfica, los Zegna lanzaron con OMAS, una pluma de edición limitada. No es casual que eligieran un reloj y una lapicera, pues además de ser parte esencial de la elegancia masculina, son piezas sumamente duraderas y que generan un vínculo entre sus dueños del pasado, presente y futuro, convirtiéndose a menudo en algo dejado a los hijos por los padres, tal como legó Ermenegildo Zegna a sus descendientes este imperio de la indumentaria masculina.

El secreto de la fama y continuidad de la sastrería de Ermenegildo Zegna radica, como explica Gildo Zegna, en el hecho de que “ésta se afianzó sobre pilares clave que siguen siendo fundamentales hoy, la contemporaneidad y la precisión, la excelencia de los tejidos, la construcción de alta tecnología todo ello con un estilo atemporal. Desde la segunda mitad de los 60, la sastrería Zegna ha encarnado la transformación de esta nueva generación de hombres que quiere vestirse con elegancia. En 1968 se propusieron por primera vez las colecciones “prêt-à-porter”, diseñadas para satisfacer las necesidades cambiantes de los hombres, un guardarropa no tradicional, elegante y cómodo, con colores, diseños no vistos antes y detalles preciosos. Como intérprete del estilo, Zegna siempre es personal y discreto, con un complejo conocimiento de tejidos, cortes y detalles.” Hoy en día la marca sigue encarnando el estilo y la personalidad del hombre contemporáneo, preocupado por la moda, pero sin perder su masculinidad.

El grupo Ermenegildo Zegna es hoy en día una de las empresas familiares italianas más conocida, que ha sido liderada por tres generaciones de la familia. Durante su siglo de existencia, el gen y espíritu emprendedor de la compañía ha ido pasando de generación en generación, y ha sido pionera en cuanto a producir los tejidos para hombre más ligeros, suaves y refinados. Ermenegildo Zegna es considerada una de las marcas más importantes en la industria de la sastrería masculina de lujo e informal.  

La Enredosa historia del Elegante Esmoquin



Todas las mujeres suspiramos ante la imagen de un hombre en esmoquin. Al verlo inmediatamente afloran a nuestra memoria centenares de imágenes de los más elegantes galanes del cine como Cary Grant, Humphrey Bogart, Clark Gable, George Clooney y los más memorables intérpretes de James Bond. Innegablemente asociamos al esmoquin con la elegancia masculina en su más alto esplendor.

Un esmoquin es un traje de etiqueta para lucir en fiestas nocturnas, por lo que además de ser sinónimo de elegancia es también sinónimo de noches especiales y de celebración. La palabra esmoquin proviene del inglés smoking (que significa fumar), pues deriva de la chaqueta informal llamada “smoking jacket”, que era usada por los hombres sobre sus trajes cuando fumaban para evitar que el olor del tabaco invadiera sus prendas. Como la smoking jacket británica no tiene nada que ver con lo que nosotros llamamos esmoquin, se trata de un término apropiado erróneamente del inglés, para referirnos a una creación inglesa que los británicos llaman dinner jacket y los norteamericanos tuxedo.

A diferencia de los trajes de noche femeninos, los masculinos fueron variando muy poquito. Durante el Medioevo los hombres no se preocuparon mucho de engalanarse para sus banquetes pues estaban probablemente muy ocupados cazando. En el renacimiento empezaron a engalanarse con telas vistosas y joyas para los eventos nocturnos, hàbito que se vio exacerbado en el siglo XVIII con los más vistosos trajes masculinos, tan repletos de encajes, bordados y firuletes que parecían hechos para mujeres. Pero luego la moda se volvió nuevamente aburrida y rígida y hasta mediados del siglo XIX, el único traje formal masculino aceptado era el frac. Afortunadamente por entonces apareció un traje llamado a resignificar la elegancia masculina.

No sabemos exactamente su origen pues existen varias teorías. Algunos afirman que fue creado en Londres en 1865 en la sastrería Henry Poole & Co. de Savile Row. Poole había creado un saco corto para fumar para el entonces Príncipe de Gales (el futuro Rey Eduardo VII) acortando y uniendo los faldones de un frac. La idea era facilitar al heredero al trono británico un atuendo cómodo y elegante para poder llevar en sus momentos de relax (que seguramente habrán sido muchos) y que le permitiera moverse más libremente en las cenas informales que ofrecía Su Alteza Real. De ahí que los británicos se refieran a menudo al esmoquin como “Dinner Jacket”.

Otros atribuyen la creación al famoso dandi británico Beau Brummell, famoso por su elegancia y por haber introducido con sus ocurrencias a la hora de vestir, numerosos cambios a la indumentaria masculina. Brummel fue el rey de la moda y árbitro de la elegancia de su tiempo. Cuenta la leyenda que el saco de esmoquin es otra de sus invenciones, como lo fue también la corbata. Como suele suceder con muchos inventos, la creación del esmoquin tuvo más que ver con el error que con el ingenio. Según relatan, el galán había ordenado a su sastre un gabán de verano para usar sobre el frac que llevaría a una fiesta. Al probárselo, la prenda resultó más corta que lo previsto, y los faldones del frac asomaban por debajo del saco. Pero el siempre práctico Brummel, solucionó el problema simplemente suprimiendo los faldones del frac. Como era habitual en Beau, impuso la moda y a la semana las sastrerías londinenses no daban abasto confeccionando el diseño de Brummel para toda la aristocracia local.

En Estados Unidos, la historia es otra. Según ellos, fue el dandi Pierre Lorillard IV, proveniente de una acaudalada familia tabacalera, quien lo introdujo en octubre de 1886, llevando por primera vez su original chaqueta al Baile de Otoño del Tuxedo Park Club de Nueva York, convirtiéndolo en toda una sensación del otro lado del océano. De hecho, en Estados Unidos se lo llama tuxedo o simplemente tux, siguiendo su particular costumbre de abreviarlo todo. Lorillard también optó por llevar una moñito negro con su nueva creación en vez del acostumbrado moño blanco. De ahí que a los eventos nocturnos que requieren una tenida menos formal se los llame de “Black Tie”.

Una tercera versión dice que no fue Pierre Lorillard, sino su hijo Griswold quien acudió al Baile de Otoño junto a sus amigos con la primera chaqueta de esmoquin. Ellos habían cortado los faldones de sus fracs inspirados en las chaquetas empleadas por los británicos en las cacerías de zorros.

La última teoría unifica todas las anteriores. El primero en acortar los faldones fue el sastre Henry Poole a pedido del Príncipe de Gales, inspirado en el uniforme militar británico de la época consistente en una chaqueta corta con pajarita negra. Unos años después, James Brown Potter, un norteamericano acaudalado que se encontraba de vacaciones en Inglaterra, pidió al príncipe que le aconsejara sobre qué llevar a un baile de la corte de Londres y éste le recomendó que visitara a su sastre de Savile Row y que encargara este modelo. Potter llevó la chaqueta de vuelta a Estados Unidos, luciéndola en el Tuxedo Club de Nueva York, donde Pierre Lorillard la vio, decidió copiar el modelo modificándolo un poco y creando lo que hoy conocemos como saco de esmoquin.

 ¡Seguro que muchos de ustedes a estas alturas ya se estarán preguntando cómo una prenda tan simple y elegante tenga un origen tan enredoso!

Sea cual fuera su origen, el esmoquin llegó para quedarse. Los galanes del cine popularizaron esta prenda convirtiéndola en el uniforme nocturno del hombre elegante. Si bien en un principio se lo concibió como una prenda negra, en los primeros años del siglo XX se introdujeron algunas variaciones. Así, el famoso Duque de Windsor optó por el azul para sus chaquetas. Los viajes a zonas cálidas impusieron la chaqueta blanca, más fresca que la negra e inmortalizada por el inolvidable Boggie en la película “Casablanca”. Hasta llegar a la década de los 70 en la que el color tiñó de lila, amarillo o rojo al esmoquin en uno de los capítulos a olvidar de la historia de la moda.

El esmoquin es tan elegante que, siendo una prenda del armario masculino, es también perfecto para mujeres.   Esto fue demostrado en los años 60 por el gran maestro de la elegancia, Yves Saint Laurent, quien en 1966 lanzó el “Le Smoking” el primer esmoquin para mujeres, que rápidamente captó la atención del mundo de la moda, convirtiéndose en un nuevo clásico de la indumentaria femenina.

En los últimos años, la corbata de pala fina aparece sustituyendo al tradicional moñito negro o pajarita, acompañando al esmoquin en más y más estilismos, sobre todo llevados por hombres jóvenes y a la moda, aunque la opción tradicional de la pajarita sigue siendo un clásico con muchos fans entre el público más maduro.

Si bien no tenemos certeza sobre quien fue su creador y ni siquiera dónde se lo introdujo por primera vez, al menos tenemos en claro que el diseño fue muy exitoso, pues hasta ahora sigue siendo utilizada en el armario masculino como la prenda de referencia para los eventos que requieren vestir con suelta elegancia.

LE PROCOPE: Cafés y Helados Revolucionarios



En el 6eme arrondissement de Paris, más exactamente en N° 13 de la rue de l’Ancienne-Comédie, se encuentra nada más y nada menos que el café más antiguo de París. Quien conoce esta maravillosa ciudad, sabe que en París, los cafés son una institución. Es difícil imaginarse a París sin sus cafés, con sus mesitas en la vereda y la gente sentada sorbiendo cafecitos ya sea absortos observando a la gente pasar o concentrados en una vigorosa charla. Sin embargo, hubo un momento en que París aún no tenía cafés en cada una de sus esquinas; es más, ni siquiera existía una sola cafetería en toda la ciudad. Pero por suerte el Café Procópe cambiaría para siempre el paisaje urbano parisino, así como también sus costumbres.

Este café no sólo fue la primera cafetería abierta al público, sino también fue el primer café que funcionó como punto de reunión de artistas e intelectuales. Luego le seguirían otros como el Café Momus, el Café de Fleur, Le Deux Margots, La Rotonde, Le Dome, el Café de la Paix y el Café Guerbois.  

El Café Procópe fue fundado en 1686 por el siciliano Francesco Procopio dei Coitelli, anterior cocinero de la corte. El café era una bebida que ya se conocía desde hacía veinte años en la corte francesa, pero esta amarga y oscura bebida de origen oriental aún no se vendía a nivel popular. Procopio dei Coitelli eligió un lugar ideal para su café: el barrio Saint Germain-des-Prés (hasta hoy en día uno de los entornos más fantásticos de París para disfrutar un café), en frente mismo a la recientemente inaugurada Comédie Française. Tan bien eligió el lugar, que hasta hoy en día sigue siendo un hito parisino; logrando mantenerse a flote durante los duros tiempos de la Revolución Francesa. ¡Incluso cuando la Comédie se mudó a otro sitio en 1770, la gente de la farándula siguió acudiendo a Le Procope al terminar el espectáculo!

Junto con la cafetería se popularizarían lo que hoy conocemos como “charlas de café”, ya que no hay bebida más adecuada que el café a la hora de discutir ideas. En poco tiempo el Procope se convirtió en el punto de encuentro de los más importantes pensadores de la época. En sus primeros tiempos personajes de la talla de Voltaire, Danton, Diderot, Robespierre, Marat y Rousseau formaban parte de la clientela habitual, por lo que no es de extrañar que las ideas liberales y revolucionarias se difundieran tan rápidamente como el hábito de tomar café dentro del establecimiento.

El Café Procope fue un sitio clave para la revolución francesa. El Club de los Cordeliers, encabezado por Robespierre, Danton y Marat, se reunía en su interior. Incluso el gorro frigio, símbolo de la revolución francesa, se exhibió en el Procope por primera vez y de aquí salió la orden para el ataque de las Tullerías. El mismo Voltaire lo usaba de oficina, bebiendo hasta 40 tazas de café mezclado con chocolate por día sentado siempre en la misma mesa. Tras su muerte, la mesa que usaba sirvió de altar votivo de sus cenizas y todavía es mantenida en su lugar de siempre: entre la escalera de acceso y la entrada a los comedores.

Cuenta la leyenda que entre sus paredes Diderot concibió su Enciclopedia y Benjamín Franklin la Constitución de los Estados Unidos. Y teniendo en cuenta que en años posteriores también lo frecuentaron los grandes nombres de la literatura francesa como La Fontaine, Víctor Hugo, Alfred de Musset, George Sand, Anatole France, Verlaine y Balzac, sólo podemos imaginar la cantidad de textos, poemas y novelas que se forjaron en su interior.

Cuentan que Napoleón Bonaparte, siendo aún un joven militar sin fama ni gracia, no pudiendo pagar su cuenta tuvo que dejar su sombrero como garantía de pago. Siendo ya emperador siguió consumiendo más de 20 tazas diarias de café que le llegaba directamente desde el Procope.
 
Pero gracias a Procopio, no sólo se popularizaron el café y las ideas libertarias, sino también los helados y sorbetes. Le Procope además de ser la primera cafetería de París, fue la primera heladería del mundo. Gracias a él se democratizaron estos manjares, que anteriormente eran del disfrute exclusivo de nobles y alcurniosos. De hecho, Francesco Procopio, tenía una idea completamente revolucionaria: la de acercar al pueblo a los exquisitos sabores ocultos tras los altos muros del palacio. Procopio tuvo la visión de comercializar y popularizar las delicadezas de la corte y gracias a su iniciativa la tradición de tomar cafés y helados se expandió a todo el mundo.

Vale la pena recordar que Catalina de Medicis, al casarse con Enrique II de Francia introdujo los helados en la corte francesa. Éstos habían sido introducidos a las cortes italianas desde el Oriente gracias a los viajes de Marco Polo en el siglo XIII. La glamorosa Catalina guardaba las recetas con mucho secreto por lo que fue una novedad tremenda cuando Francesco Procopio los comercializó al público en su café, sirviendo sus helados en recipientes de porcelana. Por suerte, el rey Luis XIV no tenía problema con que se divulgara al pueblo los secretos de la cocina real, incluso felicitó a Francesco Procopio por la excelencia de sus bebidas y sorbetes.

En el Procope, entre cafecitos y helados, se producían apasionadas charlas políticas y literarias. El Procope se convirtió en la cuna de la ilustración y símbolo de la innovación. Acá no sólo se acercaba al pueblo exquisiteces antes reservadas a la nobleza, sino también se les servía como si fueran reyes (con camareros con guantes blancos y bandejas de plata) mientras se pregonaban las ideas de liberté, equalité y fraternité. Otra costumbre inaudita propuesta por Francesco Procopio fue la de atender a mujeres que desde entonces hicieron del acto de tomar cafecitos con sus amigas un hábito parisino más común que exclamar “¡Oh la lá!”. Como es de esperar el éxito fue tal que Procopio empezó a abrir sucursales por todo París, las cuales subsisten hasta hoy en día.

Hoy Le Procope, es considerado un monumento histórico. El edificio de tres pisos decorado de manera lujosa nos transporta al siglo XVII, con sus paredes rojas, arañas de cristal y retratos con marcos dorados de los famosos que pasaron por su puerta. Actualmente también funciona como restaurante, ofreciendo clásicos de la cocina francesa como ostras bretonas, coq au vin, magret de pato a la naranja, sopa de cebolla au gratin, escargots de Bourgogne, tête de veau, foie gras de canard, y como postres no pueden faltar sus tradicionales glaces et sorbets.

Le Procope abre todos los días de 11:30 a medianoche y los precios van desde los 7 hasta los 106 euros, bastante económico teniendo en cuenta que se trata de un lugar muy chic y tradicional. Incluso tienen un menú fijo que incluye entrada, plato de fondo y postre por 35 euros, y que además lleva el rimbombante nombre de Les Philosophes.

Le Procope es todo un testigo de la historia francesa que aún se mantiene en pie conservando el encanto de siglos pasados. Es un establecimiento fascinante que nos remite al París revolucionario y de la bohemia, donde se gestaron los ideales de la democracia y se democratizaron las exquisiteces palaciegas, acercando a las masas el café y el helado. ¿Qué hubiéramos hecho si el café y el helado hubieran seguido siendo un lujo reservado sólo a unos cuantos? ¡Sin lugar a dudas hubiéramos armado nuestra propia revolución!

BACANALES: DIVINO VINO




  
“En el vino (está) la verdad”
Platón

Los griegos y romanos tenían muy en claro que el vino tenía algo de divino; o al menos se esforzaron por encontrar lo divino en el vino para justificar su apego a esta exquisita bebida. Muchos hoy lo seguimos adorando, pero no tan literalmente como lo hacían los antiguos helenos y romanos.

Los griegos y romanos originalmente utilizaban al producto de la vitis vinífera como un verdadero elemento de culto para sus grandes bacanales o dionisias, fiestas de grandes excesos, en las que se adoraba a nada más y nada menos que al dios del vino, llamado Baco por los romanos y Dionisio por los griegos. Dionisio o Baco – como prefieran llamarlo- era el dios de la vid y el vino y principalmente el inspirador de la locura ritual y el éxtasis. De hecho, el frenesí que inducía era denominado bakcheia, un estado en el que uno se veía liberado de su ser normal. Baco no sólo descubrió como extraer el vino de la vid, sino también tuvo la generosidad de regalárselo a los hombres, motivo de sobra para celebrarlo con una tremenda farra.

Como bien afirma el refrán: “A donde entra mucho vino todos los vicios hacen camino”, en estos bacanales regados por el divino líquido pululaban el sexo, la violencia y el desenfreno. En los bacanales se adoraba al Dios bebiendo vino sin medida y se cumplía al pie de la letra la misión divina de Dionisio de poder fin a la preocupación entregándose al éxtasis, a la música y al éxtasis.

Originalmente se celebraban en Grecia con grandes festividades públicas de naturaleza carnavalescas en las que se preparaban opíparos banquetes, fastuosas fiestas y hasta se representaban importantes obras de teatro. Paralelamente existía un culto mistérico e iniciático a Baco con ritos reservados en un principio exclusivamente a las mujeres, celebrados en lugares apartados y bosques donde éstas inspiradas por el vino danzaban frenéticamente al son de tambores hasta entrar en una especie de transe religioso de supuesta comunicación con la divinidad.

Los romanos no tardaron en tomar prestada la costumbre de sus vecinos y hacia el año 200 a.C. empezaron también a celebrar sus propios bacanales. Al principio se los celebraba en secreto el 16 y 17 de marzo y sólo participaban las mujeres, llamadas bacantes, quienes danzaban semidesnudas y en éxtasis inducido por el vino en los campos del monte Aventino. Los vivarachos romanos, amantes de los excesos, no tardaron mucho en admitir a hombres en los ritos y tanto éxito tuvieron estas festividades que decidieron celebrarlas cinco veces al mes.

Los bacanales se fueron haciendo cada vez más notorios debido no sólo al desenfreno que allí reinaba, sino también al hecho de que se rumoreaba que en ellos se tramaban muchos crímenes y conspiraciones políticas. Ebrios de vino y de lujuria se entregaban a orgias e incluso se rumoreaba que se producían violaciones y hasta se asesinaba a quienes no se dejaban ser iniciados por las bacantes. Las celebraciones fueron volviéndose más y más escandalosas, y el desenfreno sexual escaló a tal punto que en el año 186 a.C. el Senado Consulto de Bacchanalibus prohibió los bacanales en toda la península itálica, excepto en ciertas ocasiones especiales aprobadas expresamente por el Senado y vinculadas a los ritos religiosos. Pese a la pena capital para quienes infligían este decreto, los bacanales no pudieron ser sofocados, subsistiendo especialmente en el sur de Italia durante mucho tiempo.

El vino jugaba un rol fundamental en los bacanales. Como se imaginarán, sus efectos intoxicantes y desinhibitorios resultaban muy útiles a la hora de facilitar a los bacantes alcanzar el éxtasis con el cual se entregaban plenamente al placer, liberándose de toda cohibición y restricción social, para hacerse poseedores de los misterios dionisiacos o báquicos. En cierto sentido, en los rituales, mediante la ebriedad y la danza ritual, se liberaba al inconsciente de todas las ataduras, preocupaciones, para alcanzar un estado místico, catártico y transformador en el cual se abandonaban a sí mismos con entusiasmo para identificarse con el mismo dios. Se dejaba de lado las represiones y constricciones sociales para regresar a una especie de estado primario de marcados tonos místicos.

Por supuesto el vino también era un elemento fundamental no sólo en los ritos, sino también en los banquetes que se celebraban durante los bacanales. En ellos se comía rápida y copiosamente y luego de retirarse los platos se iniciaba el simposio, que en griego significa beber juntos. Era costumbre rebajar los vinos con agua y la mezcla con agua variaba según la importancia de los comensales. El vino más puro y fuerte era reservado para los más bastos ya que los refinados y sibaritas griegos y romanos preferían mezclarlo para mantener más tiempo la cordura. También se servían bebidas hechas de cereales como la cerveza, pero éstas eran destinadas a las clases inferiores, pues se creía que había grandes diferencias entre emborracharse con vino y con cualquier otra bebida más apropiada para bárbaros y pobres. Primero se servían los vinos más jóvenes, luego los más viejos, y finalmente los más dulces, una costumbre que se mantiene hasta hoy. La copa se elevaba al cielo en honor a los dioses, y se cree que este fue el origen del brindis.

Si bien la adoración al vino hoy es menos literal que en la antigüedad, a la par que los antiguos griegos y romanos, seguimos celebrando esta bebida tan estimulante para la alegría y tan idónea para olvidar la amargura y llevarnos a encontrar entre copa y copa, además de sus ocasionales traiciones, sorpresas, excesos y caprichos, también profundas verdades.