viernes, 8 de octubre de 2010

UN DULCE TAN LIGERO COMO LA PAVLOVA

 

En su época, la bailarina rusa Anna Pavlova fue considerada lo mejor que haya dado jamás la historia de la danza. Se podría decir que fue la primera bailarina clásica de fama internacional, pues trascendió las fronteras de su Rusia natal. Recorrió los escenarios más importantes del mundo bailando; encantando a los espectadores con su etérea y frágil apariencia, con su expresivo rostro de imponente belleza y aquella fuerza que le salía del alma inundando a su cuerpo entero mientras bailaba.

Su aspecto frágil y delicada figura le daban una apariencia etérea al bailar. La plasticidad de su cuerpo y la gracia y ligereza de sus pasos le daban una levedad nunca antes vista sobre el escenario. Sus aptitudes técnicas y grandes dotes interpretativos la convirtieron en el ideal de las bailarinas, cambiando para siempre la imagen de las bailarinas de ballet, las cuales antes de su aparición sobre las tablas eran más robustas y musculosas.

Convertida en Prima Ballerina Assoluta del Ballet Imperial ruso, compartió el escenario con el gran Nijinski, con quien interpretó dúos que hasta hoy en día son recordados por su magia. Su carisma y perfección técnica hicieron que su nombre se convirtiera en sinónimo de gracilidad y ligereza.

Cuentan que verla bailar inspiraba al público. Para ella, Mikhail Fokine creó el solo de ballet más famoso de todos los tiempos: “La Muerte del Cisne”, sobre la música del Cisne en el “Carnaval de los Animales” de Camille Saint-Saëns. Esta coreografía era muy exigente pues requería de mucha fuerza y habilidad. La Pavlova movía sus brazos como alas, bailando todo el tiempo sobre sus puntas de pie, debilitándose progresivamente hasta quedar completamente inmóvil al colapsar sobre el escenario. Su aleteo frágil y vibrante a la vez, sumado a la incomparable velocidad de sus pies emocionó profundamente al público, pues no solo vieron a una bailarina interpretando al cisne, sino a la representación perfecta de la fragilidad de la vida y de la pasión con la cual uno se aferra a ella.

Pero la Pavlova no solo inspiró al mundo de la danza y la música. También inspiró a un repostero que tras quedar impresionado al verla bailar, le dio una dedicación especial en la forma de un ligero postre: las famosas pavlovas.

Todo ocurrió durante la gira que hizo la bailarina rusa por Australia y Nueva Zelanda en 1926. El chef del hotel de Wellington donde se alojaba la bailarina creó un postre inspirado en la ligereza de su danza y en el vaporoso tutú de la bailarina. El anónimo chef autor de este conocidísimo postre bautizado en su honor, se inspiró en el traje que llevara la bailarina durante su actuación: un traje blanco que tenía el corpiño bordado con capullos de rosas bordeados con pequeñas hojas verdes. Rellenó una crujiente corona de merengue con una vaporosa nube de crema chantilly y lo cubrió con frutillas y kiwis, creando así este postre tan ligero como la Pavlova.

Pero, como suele ocurrir en estos casos, esta no es la única versión sobre el origen de la pavlova. Los australianos también se atribuyen su autoría, disputándose la creación de este postre con sus vecinos australianos.

Según la versión australiana, el postre fue creado en 1935 por el chef Herbert Sachse del Hotel Esplanade, ubicado en Perth, Australia. Al probarlo uno de encargados del hotel exclamó: “¡Es tan ligero como la Pavlova!”, y así fue bautizado en honor a la gran prima ballerina assoluta Anna Pavlova, quien había estado alojada en este hotel durante su segunda gira Australiana de 1929.

A pesar de la controversia sobre su origen, todo parece apoyar a la primera versión. Keith Money, biógrafo de la bailarina, en su libro de 1982 “Anna Pavlova: Su Vida y Arte”, hace referencia exclusivamente a la versión neozelandesa del postre. Además la receta apareció en una revista de cocina neozelandesa de 1927 ya con el nombre de “Pavlova”.

Sea cual fuere el origen de este postre, en lo que todos coinciden es en que este postre que sobresale por su vaporosa dulzura y ligereza, fue inspirado en la gran estrella del ballet ruso: Anna Pavlova.

El bello cisne que inspiró tantas pasiones y dulzuras falleció en La Haya el 23 de enero de 1931. A pesar de sus 49 años, continuaba bailando e interpretando su famosa “Muerte del Cisne” siendo aclamada en los escenarios del mundo. Una grave pleuresía que contrajo durante su última gira, la obligó a cancelar la que debería ser su última función, algo que jamás había hecho en todos sus años de carrera. Media hora antes de morir, preocupada creyendo que tenía que bailar aquella noche, pidió con una voz que parecía un suspiro “Traedme mi vestido de cisne… tocad aquel último compás muy suavemente.” Estas fueron sus últimas palabras. Al día siguiente de su muerte la compañía con la que debía haber actuado cumplió con la función del “Lago de los Cisnes”. Siguiendo una antigua tradición del ballet, al llegar el momento de “La Muerte del Cisne”, el maestro, volviéndose al público anunció: “Y ahora la orquesta interpretará “La Muerte del Cisne” en memoria de Anna Pavlova. Mientras la orquesta tocaba, el telón se abrió sobre el escenario oscuro y vacío en el cual un reflector alumbraba el lugar donde debería haber estado bailando el inmortal cisne.


RECETA:

INGREDIENTES:
•   4 claras
•   20 cucharadas de azúcar
•   1 cucharadita de vinagre
•   1 kg de frutillas y kiwis
•   1/2 litro de crema de leche

PREPARACIÓN:
Batir las claras con 12 cucharadas de azúcar, agregar el  vinagre y seguir batiendo hasta obtener un merengue bien firme. En una placa enmamtecada y enharinada, apoyar una cucharada del merengue y hacer un círculo de 10 cm de diámetro y 3 mm de espesor. Para esto utilizar el revés de una cuchara. Hacer varios discos. Cocinar en horno muy bajo hasta que estén apenas dorados (1 hora aproximadamente) Una vez fríos, armar el postre, alternando con  crema chantilly (crema batida con 4 cucharadas de azúcar) y frutillas y kiwis fileteados. Salsear con coulis de frutillas (1/4 kg de frutillas procesadas con 4 cucharadas de azúcar).  Los discos de merengue se pueden comprar ya hechos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

excelente historia de este postre,lo disfrutare con el paladar, con la vista y con el oido...por su sabor,por la espectaculidaridad del baile de la pavlova y por la exqisitez del lago de los cisnes!