El look casual es un arte
difícil de manejar. Pocas son las Carolinas Herreras que logran verse chiquerrimas con un labial rojo y una
camisa blanca, las Jackie Os que se echan unas gafas enormes y un collarcito de
perlas y pasan a la historia fashionista como iconos de estilo.
Generar esa sensación de
que te levantaste así, de que sos simplemente regia al natural y sin esfuerzo
alguno es simplemente un arte difícil de dominar. Lo que más se podría asemejar
a esta paradoja es la gracia que logran proyectar las bailarinas mientras ponen todo su esfuerzo en dar vida a las
piruetas, poses y saltos de su arte. Ellas saltan como condenadas, seguro la
malla le hace un wedgie, el tutú le da urticaria, el calor de las luces les
hace derretirse de calor y cada vez que saltan y caen en puntitas sobre sus
dedos sienten que están caminando sobre clavos tras haberse tirado de un octavo
piso, pero para el público…. Ellas levitan y flotan sin esfuerzo alguno. Las
bailarinas del ballet representan la mejor explicación gráfica del término
anglosajón “effortless chic” (o chic sin esfuerzo).
Pero como cualquier
bailarina puede asegurar: no hay nada sin esfuerzo en su arte. Les aseguro que
tampoco hay nada de effortless en el chic de muchas mujeres. Sencillamente no
es fácil ser sencilla. Para algunas esta gracia natural es un don innato, pero
para otras, es un arte dominado con pericia que lleva horas de acicalamiento y
remojo en la peluquería hasta lograr el despeinado perfecto.
El pelo despeinado por lo
general se ve atroz, por algo te venden el producto para generar el look
despeinado. Porque si estar verdaderamente despeinada al natural fuera lindo no
habría necesidad de comprar un producto especial. Simplemente nos levantaríamos
a la mañana y voilá: pelo súper frizz, con súper rulos auténticamente enredados
y grasita capilar matutina. El verdadero
bad hair day jamás se va a poner de moda chicas o sea que paren de delirar.
Un buen despeinado
perfecto toma hoooras de práctica para lograr en la casa. Y muchas de nosotras
dependemos de nuestro peluquero de cabecera para lograr el verdadero despeinado
perfecto ya que a nosotras solo nos sale el despeinado simple o el bucle
armado. Cuesta un montón encontrar ese término medio que no parezca de
peluquería. Es tan difícil como dominar el punto justo del huevo poché ni muy
muy, ni tan tan. Solo Alexis, Jorgito, y la Santa de Santa conocen el
misterioso arte de despeinar sin despeinar. El común de las mortales solo
logramos el look akashará.
¿Y el maquillaje natural?
Las mujeres casualmente chic parecen que no conocen la palabra base, aunque en
realidad llevan un sutil revoque tan bien logrado que parece su verdadera y
magnífica piel besada por el sol. O sea que hasta cuando se maquillan parece
que no están maquilladas, que solo se pusieron un labial y un rímel. ¿Y por
nuestras latitudes? Meeeetale el contouring y la purpurina. ¿Porque lo que
somos taaaaan Kardashians y taaan poco Kennedy? No sabemos luego ser discretas.
Y el maquillaje es lo primero que nos pone en evidencia.
Luego pasemos a la
indumentaria. Una mujer casualmente chic se ve regia hasta de jeans y
zapatillas. Nosotras, las vulgares mortales, parece que llevamos el “look
supermercado” o el look “estaba demasiado kaigué para sacarme mi ropa de
entrecasaa”. Y cuando nos ponemos zapatillas para vernos cool juuuusto se nos
olvida de hacernos los pies. La mujer casualmente chic siempre tiene tiempo
para acicalarse hasta las uñas del dedo gordo del pie. Nosotras… de alguna
manera u otra, hasta cuando nos esmeramos la manicura no nos dura ni 24 horas,
y por lo general tenemos las cutículas levantadas, las uñas picadas y el
esmalte pelado y para cuando nos damos cuenta ya es tarde para enmendar la
situación y terminamos cerrando los puños como un playmovil para tratar de
disimular.
La mujer casualmente chic
es tan esplendida que hasta puede darse el lujo de ponerse un remera de algodón
con una falda de seda y verse canchera. De repente en su cuerpo, el algodón y
la seda se aman y hacen el amor. Nosotras, las mas casuales que chic cuando
tratamos de imitarlas nos vemos ridículamente cachafaces y no vestidas para la
ocasión. Ahí cuando queremos vernos cancheras es por lo general cuando mayores
errores cometemos la que no nacimos con ese arte ni esos genes ni ese don de
selección. Es que el cancherismo chic no
logrado puede ser un verdadero crímen de estilo. Una puede llegar a verse peor
que una indigente desquiciada, con pinta de pordiosera, el pelo enmarañado, la
cara lavada dejando a relucir cada una de nuestras manchas, arrugas y ojeras de
cansancio. Es que muchas que tratan de ser “cancheras” no se dan cuenta de que
en ese look desgarbado TODO está estudiado y trabajado.
Ser casualmente elegante
es indiscutidamente un arte compleja y nada casual y simplemente NO hay atajos
para lograrlo.
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